" de chiquilín te miraba de afuera"

" de chiquilín te miraba de afuera"
cafe de Garcia

sábado, 27 de febrero de 2016

" EL PARDO MORA"

Mora, Joaquín Mauricio Pianista, bandoneonista, director y compositor (22 septiembre 1905 - 2 agosto 1979) Desde los dieciocho años comienza a actuar en bailes y reuniones con músicos de intrascendente trayectoria y un año más tarde es el pianista del cuarteto de Graciano De Leone en el salón La Argentina, precisamente el lugar donde culminara sus estudios superiores. Así llegamos a un acontecimiento casual que resultara trascendente en la trayectoria de Joaquín Mora. Después de un ensayo en su casa, su amigo el bandoneonista José Fiotti dejó allí su instrumento. La curiosidad tentó a Mora para sacar unas notas y abordar un pasaje de la melodía de “La cabeza del italiano”, tango de moda de la época. Entusiasmado por haberlo logrado, compró un bandoneón a pagar en cuotas con el que venía un método de aprendizaje. En poco tiempo se convertiría en excelente bandoneonista. En tal carácter debuta en la orquesta de Antonio Bonavena, en 1928, y, por entonces, escribe su primer tango a medias con José Fiotti, titulado “Viejo barrio”. Forma parte luego de un trío con Eduardo Pereyra y Alcides Palavecino, trabajando en un café de Flores. El autor de “El africano” sería de enorme gravitación, afiliándose definitivamente en la tendencia romántica, en creación e interpretación del tango. En 1929, Joaquín Mora revista en las filas de Vicente Fiorentino con su violín, junto al pianista Plácido Simoni Alfaro y Francisco Fiorentino, bandoneonista a su lado. Trabaja intensamente y entonces Alberto Cima, que regresaba de Europa lo convoca para formar parte de su conjunto, presentándose en un café de Parque Patricios, ya en 1930. Esa pequeña orquesta la integraban su director y Joaquín Mora, bandoneones, Luis Minelli, piano y el violinista Luis Cuervo. Mora está presente en las grabaciones para el sello Columbia de la orquesta Bonavena y de la típica Columbia dirigida por Alberto Castellanos y con Bonavena realiza una exitosa temporada en Radio Prieto. Crea entonces algunos tangos de extraordinaria belleza: “Divina”, al que pusiera letra en 1934 Federico Saniez, “Nupcia”, “Leyenda” y “Mi estrella”. Nos recordaba Joaquín Mora, muchos años más tarde, que, a propósito de la estructura de “Mi estrella”, que es uno de sus grandes tangos, un amigo músico le decía por entonces: «¿Por qué no hacés tangos como los demás autores?». A fines de 1930, junto a Orestes Cúfaro, pianista que había sido compañero en la orquesta Bonavena, y el violinista Roberto Zerrillo, acompañaron a Azucena Maizani en su viaje a Europa, realizando sus presentaciones en España, Portugal y parte de Francia. Dentro de esa gira, encontrándose en la ciudad española de León, Mora compuso su tango “Yo soy aquel muchacho”, que complementaría años más tarde con el violinista Vicente Russo y los versos de Máximo Orsi. Joaquín Mora se incorpora a la orquesta de Irusta-Fugazot-Demare en España. Al retornar a Buenos Aires, casi a fines de 1933, pasa a trabajar en la orquesta de Vicente Russo en Radio Splendid. Allí, además de complementarse, “Yo soy aquel muchacho”, también en colaboración con el director de la orquesta da a conocer su tango “Ushuaia” y, en el carnaval de 1935, reforzando la orquesta de Miguel Caló en los bailes del teatro de la Opera, al terminar una actuación, comprobó que le habían robado su bandoneón. Esta imprevista circunstancia marca un nuevo rumbo artístico a sus actuaciones, volviendo definitivamente al piano, creando su gran estilo de interpretación. Desde el citado acontecimiento, Joaquín Mora forma su orquesta, actuando muy fugazmente y decidiendo formar un trío con dos cantores, al estilo de Irusta-Fugazot-Demare, convocando a esos efectos a Antonio Rodríguez Lesende y Héctor Morel (Héctor Cardinale). Morel-Lesende-Mora ha quedado en el recuerdo de los nostalgiosos como una expresión de originalidad y exquisita calidad. Paralelamente, entre 1936 y 1937, se dedicó al acompañamiento de cantores y cancionistas. En forma especial se destaca su presencia junto a Cayetano Puglisi y Ciriaco Ortiz en las presentaciones de Hugo Del Carril en Radio El Mundo y con dos cantores, Héctor Achával y Mario Podestá encabezó otro trío, con presencia ante micrófonos de la desaparecida Radio Ultra. Nos refiere el Dr. Luis A. Sierra dos acontecimientos que nos retrotraen en el tiempo, al año 1934. En una madrugada, junto al piano, en el apartamento de José Pascual, Mora sacó de su bolsillo un pequeño papelito conteniendo los versos que Julio Jorge Nelson le entregara en el café Los 36 Billares, de la calle Corrientes, los leyó y surgirían enseguida las notas de “Margarita Gauthier”, uno de sus mayores éxitos musicales. Y fue también por entonces que Alfonso Ortiz Tirado estrenara “Divina”, página romántica preferida desde siempre por todos los solistas de piano y bandoneón del tango y también de los cantores. Entendemos que se hace necesaria la mención de obras de Joaquín Mauricio Mora para dar una imagen, cuanto menos aproximada de la dimensión de un gran compositor: “Si volviera Jesús”, con versos de Dante A. Linyera (1935); “Esclavo”, “Cofrecito” (vals) y “En las sombras”, los dos primeros con José María Contursi (1936); “Como aquella princesa” (1937), “Frío” (1938) y “Más allá” (1939) todos con José María Contursi. Consignamos dos colaboraciones con autores uruguayos: “Canción de junio (Sol de invierno)”, versos de Ignacio Domínguez Riera y “Dos banderas (Himno del Río de la Plata)”, con letra del entonces periodista Onofre Mir, estrenado en el Círculo Oriental de Buenos Aires. En el año 1941, arregla un excelente conjunto típico que se presenta en Radio Belgrano, la orquesta de Ebe Bedrune, que procedía de la ciudad de Rosario y, un par de años más tarde, emprende una gira recorriendo toda América, con radicación más o menos estable en Medellín hasta 1959 y, finalmente, en Panamá. Allí interpretaría toda suerte de géneros musicales, desde el piano o desde el órgano. A fines de 1978, regresó a Buenos Aires, habían pasado 35 años. Le decía al diario La Prensa, el 8 de diciembre de 1978: «Me cansé de sentirme extranjero, se me hizo insoportable. Y he vuelto a casa». Ya estaba entonces gravemente enfermo y, por otra parte, sus amigos, casi todos ellos, ya no vivían, circunstancia que le provocó gran tristeza y un día, silenciosamente, como había llegado, retornó a Panamá. De allí nos enteramos, en un escueto cable, la noticia de su deceso, acaecido el 2 de agosto de 1979.

"DE LINIERS AL CENTRO...."

Reinaldo Yiso fue fiel a su barrio y nunca abandonó Liniers. Viajaba diariamente al centro de la ciudad, con el fin de atender sus intereses autorales, sin descuidar por ello sus otros compromisos laborales. Si bien comenzó a trabajar en el Frigorífico Lisandro de la Torre como obrero de planta, luego fue transferido a la parte administrativa, donde llegó a ocupar un alto cargo. Tiempo después, se desempeñó como director de Magenta Discos. En el año 1941 el maestro Ricardo Tanturi le estrena su primer título, “Por eso canto yo”; si bien es en 1943 cuando Reinaldo Yiso alcanza notoriedad con el tango “El sueño del pibe”, grabado ese año por Osvaldo Pugliese con la voz de su amigo y vecino, Roberto Chanel. La temática futbolera abordada en este tango, hace que su letra alcance gran difusión y popularidad. Es en “El sueño del pibe”, donde el autor rememora los propios momentos de felicidad e ilusión, vividos durante su juventud. Para ese entonces Yiso, además de escribir y trabajar, presentaba en los bailes a la orquesta de Osvaldo Pugliese, tarea por la cual recibía una remuneración de cinco pesos por cada noche de actuación. Fue precisamente durante esos años cuando una tarde, al cruzar la calle junto a Chanel y Morán, lo atropelló un auto, provocándole serias lesiones que lo mantuvieron postrado durante más de un mes. Escribió gran cantidad de tangos de carácter descriptivos, empleando versos sencillos, ya que nunca recurrió a la metáfora para adornar sus temas. La mayoría de sus letras plasmaron sentimientos propios o extraños, como así también algunas otras, reflejaron pasiones y controversias populares. Tal el caso de “Bolero”, tango que muestra el enfrentamiento que en ese momento mantenían dos géneros musicales, el tango y el bolero; en tanto en “Bailemos”, describe la angustia que siente una pareja frente al hecho irreversible de la separación. Todas las letras de Yiso encierran, verdaderas pinceladas de la vida. Además de los temas ya mencionados, sus tangos más difundidos fueron “Un infierno”, “Soñemos”, “Cuatro líneas para el cielo”, “Un regalo de reyes “, “El hipo” , “Cómo le digo a la vieja”, “Una carta para Italia”, “Un tango para mi vieja”, “La número cinco”, “El tango es una historia”, “Estas cosas de la vida”, “La mascota del barrio” , “Un tormento” , “El clavelito”, “Susanita” y un “Vals para mamá”. Este tema Yiso lo compuso una noche en que cuidaba a su madre, víctima de una afección circunstancial. En uno de sus versos el autor refleja cual era su estado emocional en ese momento, al decir que ese vals «Surgió una noche de esas que más pensaba en ella». Musicalizaron sus letras, entre otros, Ricardo Tanturi, Francisco Rotundo, Miguel Caló, Anselmo Aieta, el ya citado Enrique Alessio, Pascual Mamone, Santos Lipesker, Arturo Gallucci, Abel Aznar, Edgardo Donato, Roberto Chanel, Alberto Morán, Roberto Rufino y Alberto Podestá, Juan Puey, Roberto Caló, Orestes Cúfaro, Ángel Cabral, Juan Pomati, Juan Manuel Mañueco y Erma Suárez. El 22 de mayo de 1943 se casa con Sara Rainer, con quien tuvo dos hijos: Marta y Ricardo, a los que Yiso nombra en su tango “Un regalo de reyes”. Según cuenta su esposa, el nombre con el cual fuera anotado en el Registro Civil su hijo varón, responde al deseo de la pareja de homenajear al maestro Ricardo Tanturi. Varias de las composiciones de Yiso fueron registradas a nombre de su mujer, tal el caso de “Bien bohemio”, tema que con música de Tití Rossi y Juan Pomati, fue grabado por la orquesta de Francisco Rotundo con la voz de Julio Sosa. ¿Quién no recuerda ese verso que dice: «Estoy en Pampa y la vía como viola en el empeño»? También, con el nombre de Sara Rainer, registró otros tangos, entre ellos: “Ruiseñor de Puente Alsina” y “Pifia”, y con el seudónimo de Rianco, firmó la letra de “No me esperes esta noche”, obra popularizada por la cancionista María Graña. A su vez, compuso diversos valses peruanos, entre otros, “He visto llorar a Dios”, “Errante vagabundo” y “Desagradecida”. Su aporte al tango quedó reflejado en la gran cantidad de composiciones que escribió, sin apartarse nunca de un particular estilo de poeta de barrio. Sus letras resumen emociones y pasiones comunes a la sensibilidad del porteño.

sábado, 20 de febrero de 2016

"DE MANDRIA NO TENIA NADA"

Brancatti, Francisco Letrista, cantor, guitarrista, y compositor (2 julio 1890 - 4 junio 1980) Esta gran figura de la música popular nació en Montevideo. Se fue muy joven a Buenos Aires. Allí actuaría con los payadores Gabino Ezeiza y José Betinotti, al amparo de su facilidad para improvisar. Conoció en Montevideo a Juan Pedro López (famoso payador uruguayo), a quien insinuó el viaje a la Argentina luego de oírlo cantar, presentándose juntos en exitosas veladas. Se vincula Brancatti con León Lara —uruguayo, de Florida—, considerándolo con dotes admirables dominando ampliamente la guitarra, que le permitía dar conciertos de música clásica, matizando sus presentaciones en el canto criollo a dúo. Brancatti-Lara recorren todo el interior argentino y en 1916 son contratados en Tucumán (ciudad del norte argentino, donde se declaró la Independencia en 1816) para amenizar las fiestas del Centenario. Se presentan luego en Salto y Artigas (Uruguay), entrando al Brasil por Santa Ana, después Paraná, Santa Catalina, Río de Janeiro, San Pablo, Santos y gran parte de Mato Grosso. Los acompaña un éxito resonante, artístico y pecuniario. En esa larga actuación en Brasil, Brancatti traducía las letras al portugués, para que todos las entendieran. Siempre triunfando, viajan a Europa, actuando en España y Portugal. Al retornar a Buenos Aires, se integran al conjunto criollo Los de la Leyenda. Posteriormente el dúo Brancatti-Lara retorna brevemente a su patria, contratados por Glucksmann para su cadena de salas de cine y luego por la Compañía Oliver. El 2 de julio de 1918, actúa en La Comedia junto a la Compañía cómica de Cotorrita Ramos. Se registra también su presencia en una brillante temporada en el Teatro Royal de la calle Bartolomé Mitre. Después de más de ocho años de intenso trajinar en las giras, en vísperas de cumplir un compromiso en La Bolsa de Rosario (provincia de Santa Fe), Brancatti plantea a Lara la disolución del dúo, que éste acepta muy apenado. León Lara forma otro, en Rosario con Néstor Feria. Brancatti en tanto, vuelca su inquietud en los versos, donde ya perfilaba un inconfundible estilo, aunque esporádicamente también crea músicas. En 1924, le pone letra a “Tacuarembó” sobre música del bandoneonista Alberto Rodríguez, también uruguayo e integrante por entonces del excelente conjunto de Osvaldo Fresedo y con la colaboración de Juan Velich hacen su entrada triunfal al tango con “Amigazo”, tema antológico, música de Juan de Dios Filiberto que fue dado a conocer en el primer concurso del disco Nacional realizado en el Cine Grand Splendid por la orquesta de Roberto Firpo. Comparte también con Velich los versos de “Mandria”, en 1926, cuya música pertenece al pianista argentino Juan Carlos Rodríguez y se constituye también tema perdurable a partir de la incomparable versión de Rosita Quiroga. Se crea por entonces la Compañía de Comedias Victor, con el único fin de realizar grabaciones. Allí libreta y actúa Brancatti, con Herminia y Juan Velich, Rosita Quiroga y otros. Alguna vez también interviene Gerardo Matos Rodríguez. Nos ubicamos en 1928, cuando a instancias de Francisco Brancatti, insistiendo mucho, Libertad Lamarque registra la ranchera “Mate amargo”, con música de Carlos Bravo (que era un funcionario de la grabadora). La pieza se constituyó en un verdadero suceso, provocando una fabulosa venta del disco y que el género fuera moda por casi una década. “Mate amargo” también fue cantada por niños con una letra escolar. La voz de Brancatti es la que luce en los floreos de la famosa interpretación de Libertad Lamarque. En su inmensa mayoría, las letras de Brancatti para el tango fueron de corte campero, de enorme dramaticidad y gran sugestión, como por ejemplo “Justicia criolla”, “En la vieja pulpería”, “Contramarca”, “Echando mala”, luciéndose también con versos de carácter delicado y de ambiente ciudadano: “Alas caídas”, “Aquel Don Juan”, “Sangre bohemia”, “Canción del olvido”. En 1930, entonces para el sello Odeon, forma parte de la Compañía de Juan Velich, realizando comedias de distinto carácter, ciclo que finaliza en 1934. Dirige un conjunto criollo musical con el nombre de Los Chacareros, en 1944, donde además hacía diálogos con su esposa. Después, va espaciando su labor artística, conservando en cambio su deseo de creación de versos. Intercambiamos fraterna correspondencia con don Francisco Brancatti en nuestra época de funcionario público. Un gran compañero, familiar de Brancatti nos puso en contacto y, el 10 de noviembre de 1973, lo visitamos en su casa, en la localidad de Estanislao Zeballos de la Provincia de Buenos Aires, encuentro grato y muy emocionante para nosotros. Nos encontramos con una maravillosa persona, humilde en su grandeza e interesado por el destino de su patria. Cinco años atrás había llegado a sus manos la obra Con divisa blanca, de Javier de Viana. El libro le inspiró en forma tal que lo versificó. Viejo admirador del Partido Nacional, volcó allí su permanente inquietud poética. Figura patriarcal en los círculos criollos, respetado y querido por todos, se produjo su lamentable deceso el 4 de junio de 1980. Se iba una gran figura, casi en silencio, sin el homenaje que aún le debe la música popular.

"UN PROCER DEL TANGO"

Juan Carlos Aráoz de Lamadrid –quien abrevió el nombre, para no alardear de su honrosa ascendencia– nació en Buenos Aires, en el barrio de Flores, el 30 de octubre de 1910 y murió en la misma ciudad el 16 de agosto de 1965. Era sobrino nieto del famoso general de la independencia Gregorio Aráoz de Lamadrid (1795-1857). En su juventud se desempeñó como cantor y bailarín de tangos, además de boxeador. Pronto se inició en el periodismo, en la redacción del vespertino Crítica, fundado por el uruguayo Natalio Botana en 1913. También escribió en las revistas literarias de la época, entre ellas, Conjugación de Buenos Aires que co-dirigió con Edgar Bayley. Dejó dos libros de versos: Hombre sumado (1958; segunda edición, 1969) y Pequeña rosa lunfarda (1981). Su poesía –él lo dijo– congeniaba el formalismo técnico e idiomático y “la violencia desbordante del lunfardo, el argentino, el porteño y la neología invencionista”. Fue Lamadrid, como lo ha señalado José Gobello, un precursor de la tangología, disciplina que cultivaría sistemáticamente Luis Adolfo Sierra. Dos artículos memorables, publicados en el matutino porteño La Prensa (cuando éste ya había sido expropiado y entregado a la Confederación General del Trabajo), “Tango y Tanguismo” (7 de junio de 1953) y “El tango, sus poetas y sus cantores” (9 de agosto de 1953) invitan a considerarlo como tal. Él mismo fue letrista, el primero de Astor Piazzolla con quien colaboró en Fugitiva, Marrón azul, Mandrágora y Rosa-río. También lo hizo con otros músicos, tales como Juan Carlos Cobián (Ida y vuelta), Sebastián Piana (Milonga para el caudillo, Ensayo de Adolfo Alsina), Julio De Caro (Caín y Abel), Argentino Galván (Luna rota), Roberto Selles (Cenizas en el tiempo, El cebolla, El pistolero muerto) y otros muchos. En la Academia Porteña del Lunfardo ocupó el sillón que está puesto bajo la advocación de Carlos Gardel; y es oportuno señalar que como autor de tangos ha escrito letras como “Fugitiva”, considerada un verdadero hito en el historial de las letras tangueras. se contó entre los diez escritores que el 21 de diciembre de 1962 firmaron el acta fundacional de la Academia. Más tarde se excluyó de la institución, que lo designó Académico Emérito mediante la resolución del 6 de junio de 1992.

viernes, 19 de febrero de 2016

MARVIL

Martínez Vilas, Elizardo Letrista y compositor (24 noviembre 1902 - 8 mayo 1976) Lugar de nacimiento: Buenos Aires Argentina Su iniciación en la letrística tanguera comienza a mitad de la década del treinta y transcurre durante 20 años. Tempranamente, logró piezas muy difundidas: “La vida me engañó” y “Se lustra señor”, de la década del cuarenta, y “Cómo nos cambia la vida”, de la siguiente. Fueron muchos e importantes los músicos que colaboraron con él en la musicalización de sus versos: Atilio Bruni, Mario Demarco, Arturo Gallucci, Manuel Vidal, Oscar Herrero, Elías Randal, Manuel Sucher, Mariano Mores, José Dames, Antonio Rodio, entre otros. Además, con letra y música que le pertenece, el tango “Y sonó el despertador”, de logrados y graciosos versos. Un párrafo aparte merecen dos tangos, de los muchos que llegaron al disco: “Así se baila el tango”, inmortalizado por Alberto Castillo con su orquesta dirigida por Enrique Alessio, para el sello Victor en 1942 y “Se lustra señor”, interpretación monumental de Ángel Vargas y su orquesta dirigida por Eduardo Del Piano en 1947, que ya había registrado con gran éxito Castillo en el año anterior, conformando dos versiones que se sacan lustre. Particularmente, entiendo que no estamos en presencia de un poeta literario significativo, pero sí de un gran autor tanguero. Él supo interpretar la época que le tocó vivir, con humor y sensibilidad, retratando el paisaje de su juventud con típicas acuarelas llenas de ternura y con el sello de los años cuarenta. Valgan dos ejemplos como muestra: “Corbatita voladora” y “Buzón”, a los que habría que agregar los dos títulos mencionados en el párrafo anterior. Me lo dice el corazón, si me quiere que me quiera así mismo como soy... (“Corbatita voladora”) Buzón... siempre en la esquina mirando si pasa la misma de ayer. (“Buzón”) El vals “En un rincón de Hungría”, lleva música de César Ginzo y es una de sus primeras obras. Lo registró Francisco Canaro con la voz de Roberto Maida, en 1937 para el sello Odeon. Además, es autor de otros valses que fueron editados fonográficamente: “Amar y soñar”, musicalizado y registrado por Roberto Rufino, en 1953; “La perinola”, con música de Ángel Condercuri, con una versión de Miguel Caló y el dúo Roberto Mancini y Alfredo Dalton, en 1956 y “Has llegado”, de Edgardo Donato con la voz de Roberto Morel, en 1955. Del resto de su obra podemos destacar: “Abismo”, “Agravios”, “Alegría [b]”, “Amor amor”, “Astillas”, “Cabecita descocada”, “Carta para Renée”, “Cipriano”, “Color de rouge”, “Cómo pude hacerte mal”, “Corazón”, “Corazón cobarde”, “Descorazonado”, “Desconsuelo”, “Dilema”, “El mate amargo”, “Esta noche hay una fiesta”, “Gusto a vos”, “Heridas”, “Lluvia [b]”, “Me quema los labios”, “Mi linda chiquita”, “Muñeca mía”, “Oiga rubia”, “Porque no te tengo más”, “Soy un yo yo”, “Tan solo tú”, “Tengo que estar loco”, “Tu boca era un clavel”, “Un loco se escapó”, “Una flor de percal”. Fueron muchas las voces que interpretaron sus tangos. A los ya recordados Castillo y Vargas, podemos mencionar a Oscar Larroca, Alberto Morán (y su bella versión de “El mate amargo”), Roberto Rufino (que colaboró con la música de “Cómo nos cambia la vida”), Enrique Campos, Alberto Marino, Juan Carlos Godoy, Héctor Mauré, entre otros cantores consagrados.

domingo, 14 de febrero de 2016

"DON ENRIQUE"

Pianista, director y compositor (22 julio 1912 - 6 noviembre 2005) Lugar de nacimiento: Rosario (Santa Fe) Argentina. Desde muy joven actuó como solista en radios y en una de ellas, LT8 integró un trío estable durante varios años, lo acompañaban Luis Chera (bandoneonista) y Salvador Esquinazzi (violín). Posteriormente forma la orquesta Conti-Munné, junto al bandoneonista Julio Conti. Debutaron exitosamente en el cabaret Les Ambassadeurs. Alrededor de 1935 o 1936, realiza esporádicos viajes a Buenos Aires citado por Elvino Vardaro para formar una orquesta que debutaría en LR3 Radio Belgrano. Orquesta con dos pianos, el otro a cargo de José Pascual, también Jorge Argentino Fernández y Ángel Domínguez en bandoneones, Hugo Baralis en violín y arreglos de Mario Maurano. Fracaso. Los encargados de la emisora los vetaron rápido pues «es una orquesta que toca muy difícil». Este concepto para con Vardaro ha hecho que su estilo haya sido escuchado sólo en una grabación que no se comercializó: “Tigre viejo”. El único disco de pasta 78 rpm —de prueba— que se halla en poder del coleccionista Héctor Lucci, y numerosas copias que salieron del mismo son las que a veces podemos escuchar. En 1938, decide instalarse en Buenos Aires y como otros muchachos que vienen a probar suerte con la música recala en la Pensión La Alegría, aquella de la calle Salta 321. Y nace su amistad con Emilio Barbato. Fue una época de escasos trabajos y mucho estudio, especialmente sobre conciertos a dúo de pianos. Esto despertó el interés de LT8 y viajaron en varias oportunidades para dar conciertos de música clásica. Volviendo a la época de su residencia en la popular pensión, completó sus estudios superiores con el ilustre maestro Teodoro Fuch. En cuanto a su trabajo como músico integró numerosas orquestas, podemos citar Manuel Buzón, Antonio Rodio, la última etapa de Pedro Maffia —cuando en ella cantaba Alberto Gómez—, Mariano Mores, Martín Darré, etcétera. Luego fue contratado por LR1 Radio El Mundo para inaugurar su filial de ese tiempo, LS10 Radio Libertad. Allí permaneció nueve años acompañando a los intérpretes que en ella se presentaban. Algunos de sus componentes fueron: Federico Scorticati, Claudio González, A. Mancini, A. Leivinsohn, Rafael del Bagno, Rolando Cao, entre otros. Como compositor citaremos los siguientes títulos que llegaron al disco: “Corazón no le digas nadie” (letra de Luis Castiñeira) que grabó Osvaldo Fresedo con Oscar Serpa el 28 de diciembre de 1944 y Lucio Demare con Horacio Quintana el 24 de agosto de 1944; “Maleza” (letra de Cátulo Castillo), que grabó Osvaldo Pugliese con Alberto Morán el 28 de mayo de 1945 y Fresedo con Serpa el 6 de noviembre de ese mismo año; “Qué cosas tiene la vida” (letra de Roberto Lambertucci), que grabó Miguel Caló con Roberto Arrieta el 4 de abril de 1946; “La canción más triste” (letra de Roberto Lambertucci), grabada por Alberto Marino con su orquesta el 23 de mayo de 1947; Carlos Di Sarli con Alberto Podestá el 28 de mayo de ese año y, en 1952, nuevamente Di Sarli con Oscar Serpa; “Aquí en la tierra” (letra de Carlos Bahr) por Rodolfo Biagi con Hugo Duval el 9 de septiembre de 1958; “Amor mío” (con Carlos Bahr) también por Biagi con Duval el 12 de noviembre de 1958; “La pena de James Dean” (letra de Carlos Bahr) grabada por Jorge Caldara con Miguel Martino el 13 de noviembre de 1958.

martes, 9 de febrero de 2016

EL CANTOR NACIONAL MARAMBIO

Juan Carlos Marambio Catán, (Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, Argentina, 30 de julio de 1895 – Mendoza, Argentina, 15 de febrero de 1973) Marambio Catán fue un cantor nacional formado con la experiencia y el carácter trashumante. En el Paraguay hizo sus primeras armas en el espectáculo junto al mencionado Nunziata; a esta incursión casi secreta le siguió otra no menos olvidada, ya en Argentina, cantando con Saúl Salinas durante algunos meses. Corría el año 1915; Marambio Catán se hacía llamar Carlos Núñez y de ahí que este conjunto se promocionara primero como Salinas-Núñez, cambiado luego por Salinas-Catán al parecer por sugerencia del payador Gabino Ezeiza. Ese mismo año los dos cantores, que habían recibido fuertes influencias de los dúos mexicanos que difundían en el país los discos Columbia Record (Rosales-Robinson, por ejemplo), se separan; Marambio Catán sigue un tiempo como solista. Viaja a Mendoza y se convierte en maestro de escuela; reaparece más tarde en San Juan, junto a Carlos Montbrun Ocampo, quien todavía lejos de su famoso conjunto De las Alegres Fiestas Gauchas lo convence para formar el dúo Marambrun, que no prosperó. Ya entrada la década del veinte puede hallárselo junto a otro cuyano, Alfredo Pelaia, con quien mantiene una relación fructífera (y que se registra en varios discos que van de 1924 a 1928); y muchos años después, ya con dos tercios de su carrera cumplida, llega a integrar un dúo con otro músico de la región: Hilario Cuadros, el director de Los Trovadores de Cuyo. Estas actividades hablan claramente de sus preferencias, que lo llevarían a fluctuar entre el tango y el folclore con igual afianzamiento. Fue un auténtico difusor del cancionero nativo de carácter cuyano-pampeano, según correspondía al modelo de aquella época en que la mayoría de los cantores alternaban la música ciudadana con la de tierra adentro. A la par de su vida como cantante, y muchas veces en feliz conjugación, Marambio Catán se desarrolló como actor de teatro pasando por las grandes compañías de entonces. Con ellas recorrió una parte significativa de América Latina, por lo general en cuadros de revistas musicales. Como ocurriera una década atrás en aquella gira junto a Salinas, la disolución llegó antes de lo esperado y Marambio Catán siguió solo, ascendiendo por la costa del Pacífico desde Perú hasta Colombia, emprendiendo desde allí el camino de regreso. Tiempo después, unido a orquestas de tango (Julio De Caro, Eduardo Bianco, Juan Cruz Mateo) para continuar luego como solista, visitó Europa y Egipto. De todas las inquietudes de Marambio Catán, es imposible obviar su contribución como autor. Por ella es recordado hoy, en un dictamen que no es injusto, pero sí apresurado cuando toda su fama en este sentido se apoya en el recuerdo de tres o cuatro obras. “Acquaforte”, con música de Horacio Pettorossi, su creación más conocida y que fuera un éxito en los repertorios de Gardel y Magaldi, nació en el Viejo Continente; agréguense las letras de varios tangos que son más frecuentes en versiones instrumentales, como “El monito”, “Buen amigo” o “El choclo (Marambio Catán)”, y el amplio resto corresponde a canciones que no tuvieron la difusión que quizá merecían. También dejó tangos, valses y otras composiciones que como autor le pertenecen por completo, tanto en música como en letra. Su labor discográfica no fue tan breve como podría sugerir su virtual olvido como intérprete, pero la falta de reediciones lo convirtió en un artista casi inaccesible más allá de determinados circuitos. Este hecho, sumado a una probable falta de aggiornamento, le quitó la proyección hacia planos más actuales, y de ahí que quedara circunscripto a una época pasada. El 26 de mayo de 1924 hizo sus primeras grabaciones para la compañía Victor, acompañado por la orquesta de Augusto Berto (los tangos “Perjura” y “Tengo celos”, disco Nº 77.387); al poco tiempo ya alternaba sus placas como solista —secundado por orquesta o por guitarras— con otras del dúo Pelaia-Catán. Más adelante formaría un dúo norteño con Andrés Chazarreta, dejando en marzo de 1931 para el mismo sello cuatro registros prácticamente desconocidos. Cerca de esta última fecha también pasó por Columbia, pero el título no llegó a publicarse y hoy se conoce gracias a la aparición de un disco de muestra (información suministrada por Fabio Cernuda). En 1932, grabó en España integrando el Trío Buenos Aires, que completaban Juan Cruz Mateo y Carlos Vega. Todo esto, más su trabajo en las radioemisoras porteñas, lleva a pensar que fue un artista en constante ocupación. Luego de una última tournée por provincias y países de América, (con el bandoneonista Carlos Marcucci y números de baile a cargo del Vasco Casimiro Aín), y tras intervenir como actor y cantante en una obra teatral de Samuel Eichelbaum, decidió retirarse. Sin estridencias, como había sido su carrera. Fue en 1943; la fecha puede parecer prematura, pero no extraña si se tiene en cuenta que para esa época la figura del cantor nacional había declinado. Marambio Catán tuvo para la historia de la música argentina algunos privilegios accidentales: como autor de una de las letras de “El choclo (Marambio Catán)”, tuvo constante presencia en las partituras, aunque pocos intentaran cantarla; le cupo en suerte estrenar el primer tango de Discépolo, titulado “Bizcochito” y rara vez exhumado desde aquel lejano 1924; fue protagonista de una extraña polémica entre los que intentaron discernir si era él u otro el intérprete de cierta propaganda de Geniol. Superando estos detalles, queda un artista digno de ser indagado, que va desde el poeta lo suficientemente descriptivo en “Acquaforte” hasta el cantor experimentado y solvente, según lo atestiguan crónicas y grabaciones. Falleció en Mendoza.

martes, 2 de febrero de 2016

"MAESTRO VIOLINISTA"

Violinista, director y arreglador (2 de abril de 1914 - 4 de febrero de 2002) Nombre completo: Víctor Hugo Baralis A los 14 años debutó en Radio Cultura y en la orquesta de Minotto Di Cicco, que actuaba en el legendario cabaret Armenonville. Luego de participar en distintos conjuntos acompañando a cancionistas y cantores, se integró a la orquesta nativa dirigida por el bandoneonista y compositor Rafael Rossi. Eran sus compañeros, los músicos: Elvino Vardaro, Vicente Spina, Ismael Gómez, José Galarza y la cancionista Herminia Velich. En 1933, se produjo un acontecimiento muy importante en el tango, el gran violinista Elvino Vardaro creaba su famoso sexteto, formado por los bandoneones de Aníbal Troilo y Jorge Argentino Fernández, el piano de José Pascual, Pedro Caracciolo en contrabajo y en los violines, el propio director y el joven Baralis. En 1935, la mayoría de sus integrantes se pasaron a la formación de Ángel D'Agostino: Pichuco, Baralis, Fernández y Caracciolo. El cantor era un muchachito: Alberto Echagüe. Dos años después, luego de un breve paso por la orquesta del bandoneonista César Ginzo, Baralis regresa con Vardaro. Al año siguiente, su amigo Troilo, quien ya había formado su propia orquesta, lo convocó a ella. Esta unión no sólo lo identificaba con la misma sensibilidad musical, también, con los códigos de vida y la bohemia tan especial de esa generación. La participación se extendería hasta el mes de agosto de 1943. El alejamiento fue producto de un enojo de Troilo con Orlando Goñi, motivado por la indisciplina laboral del pianista. Lamentablemente, la noche de la determinación del desahucio, también Baralis había faltado, por lo tanto, el director les mandó los telegramas de despido a los dos. No obstante esto, la amistad perduró hasta la muerte de Troilo. Después de este episodio, fue convocado por Juan Carlos Cobián a sumarse a su orquesta. Estuvo muy poco tiempo, porque su amigo Francisco Fiorentino, quien también se había desvinculado de Troilo, le ofreció la conducción de su orquesta, pero Hugo decide pasarle la batuta a Astor Piazzolla, quedando él como primer violín. Luego, esa agrupación se transformó en la primer orquesta de Astor, cuando Fiorentino decidió tomar otros caminos y se alejó de la misma. Baralis continuó allí, hasta 1951, salvo un breve paso con Francisco Rotundo. En ese año, se puso al frente de la dirección de la orquesta de Alberto Marino, debutando en discos Odeon, el 21 de mayo, con la grabación de los tangos: “Margot” y, en el reverso: “Domani”, de Cátulo Castillo y Carlos Viván. La relación Baralis - Marino duró un año, pero antes de disolverse, dejaron grabados cuatro temas más, entre ellos, el éxito más popular de Marino como solista, “Venganza”, una canción brasileña de Lupicínio Rodrigues, traducida al castellano por el escritor Augusto Roa Bastos. Los otros tres: “Mi vieja viola”, “Noche de luna” y “Viejo cochero”. En 1953, debutó en Radio Belgrano dirigiendo su propia orquesta. Al año siguiente, fue invitado por Juan Canaro a participar de su gira a Japón, junto a otros músicos de gran jerarquía, entre ellos: Arturo Penón, Emilio González, Alfredo Marcucci, Osvaldo Tarantino y los cantores María De La Fuente y Héctor Insúa, al regreso de ese viaje, compone el tango “Anone”, que en japonés quiere decir: escuchen. En 1955, fue músico fundador del histórico Octeto Buenos Aires, de Piazzolla, que lo completaban Enrique Francini, Atilio Stampone, Leopoldo Federico, Horacio Malvicino, José Bragato y Juan Vasallo. Entre 1956 y 1957, fue el primer violín de la orquesta de José Basso y, entre 1960 y 1961, participó del cuarteto Estrellas de Buenos Aires, junto a Armando Cupo, Jorge Caldara y Quicho Díaz, reemplazado algunas veces, por Ángel Alegre y la voces de Marga Fontana y Héctor Ortiz.

lunes, 1 de febrero de 2016

"UN LITORALEÑO TANGUERO"

Osvaldo Sosa Cordero (1906-1986) fue una personalidad multifacética de Argentina, considerado como una de las máximas expresiones culturales de la Provincia de Corrientes y uno de los grandes precursores de la música folklórica argentina y en especial de la música litoraleña, aunque también compuso tangos, candombes y milongas. Fue músico, compositor, escritor, periodista, dramaturgo y dibujante. Escribió el libro Romancero Guaraní, donde se encuentra el conocido poema "Corrientes tienen payé". Autor de más de 250 canciones, su tema más famoso es "Anahí", que fue incluido en el repertorio a ser transmitido en las escuelas argentinas en 1943. Otras canciones conocidas de su autoría son "Alma guaraní", "Nendivei" ("contigo", en idioma guaraní), "Naranjerita", "Charol", etc. Integró el directorio de SADAIC, la Junta de Estudios Históricos de Santiago y la Academia Argentina de Idioma Guaraní, entre otras entidades. En 1985 recibió el Premio Konex reconociéndolo como una de los cinco poetas más importantes de la historia de la música folklórica argentina, junto a Atahualpa Yupanqui, Armando Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana y Félix Luna. Nació el 6 de julio de 1906 en Concepción, cabecera del departamento Yaguareté Corá, en la provincia de Corrientes. De niño se radicó en la Ciudad de Buenos Aires. Entre las canciones de música litoraleña: "Anahí", "Alma guaraní", "Nendivei", "Naranjerita", "Camba Cuá", "Litoraleña", "La Chonga", "Yuyito ’e la Sierra", "El Encadenado", "El Caté", "El Milagro", "Juan Payé", "Correntina", "Boquita de miel", etc. Entre las canciones de música del Gran Buenos Aires (tangos, milongas y candombes): "De pura cepa", "Charol", "Mozambique", "Yumbambé", "Café"; "Pialando Leguas", "Yo llevo un Tango en el alma", "Santa Paula", "Ahí va el dulce", "Para Corrientes", "Vieja Canzoneta", "Para Corrientes", etc.