" de chiquilín te miraba de afuera"

" de chiquilín te miraba de afuera"
cafe de Garcia

jueves, 26 de marzo de 2015

EL PIBE DE ZÁRATE

Nació en Zárate, pequeña ciudad portuaria sobre el río Paraná, 150 kilómetros al norte de Buenos Aires, en el seno de una familia de músicos y cantores, varios de los cuales ganarían fama. Se inició de niño formando dúo con su hermano mayor, José, quien también desarrolló una carrera en el tango, aunque de menor trascendencia. De timbre similar al de Raúl, no pocos oyentes inexpertos lo confunden con éste. Berón hizo pie en Buenos Aires a través de la radio, actuando en varias emisoras como cantor solista con guitarras. Era la época en que la programación radial estaba cubierta con artistas en vivo durante toda la jornada, lo que daba a cientos de ellos la oportunidad -apenas si remunerada- de hacerse oír. La mayoría no trascendía, pero no fue el caso de Berón, incorporado en 1939 por Caló, bandoneonista cuyo conjunto contaba desde hacía dos años con un arreglador excepcional, el ya mencionado Argentino Galván, y que pronto renovaría sus filas con jóvenes músicos de talento, como el pianista Osmar Maderna o el violinista Enrique Mario Francini. Berón debutó con Caló en el disco (sello Odeón) el 29 de abril de 1942, grabando un enorme éxito: "Al compás del corazón", tango muy peculiar de Domingo Federico y Homero Expósito. Al dorso, "El vals soñador". Entre los 28 temas que registró con esta orquesta sobresalen "Entre sueños", "Lejos de Buenos Aires", "Tristezas de la calle Corrientes", "Tú" y "Mi moro" (estos dos últimos en una etapa posterior, en 1949 y 1950, respectivamente), aunque no hay ninguna grabación desdeñable. Dejó a Caló, a cuya formación volvería más de una vez, para integrarse a la orquesta del pianista e inspirado compositor Lucio Demare. Con este grabó versiones antológicas de tangos como "El pescante", "En un rincón", "Una emoción", "Qué solo estoy", "Y siempre igual" y el vals "No nos veremos más". Aunque este último pertenece a Demare, no fue Berón quien entonó en esa orquesta los tangos más célebres de su director, como "Malena" o "Mañana zarpa un barco". Pero sí cantó y grabó "Tal vez será su voz", con letra de Homero Manzi. Este tango se llamaba "Tal vez será mi alcohol", pero la censura, implantada tras el golpe militar del 4 de junio de 1943, no admitió la ebriedad del protagonista. Otra etapa significativa -pero en cierto modo frustrada- en la trayectoria de Berón fue la de su vinculación con Francini-Pontier, el binomio formado por el violinista Francini y el bandoneonista Armando Pontier, surgidos de la orquesta de Caló y que, como el cantor, provenían de Zárate. A ese nuevo conjunto le cupo inaugurar en 1945 el Tango Bar, café con palco orquestal que se convertiría en un templo del género. Berón grabó con esa agrupación, de muy avanzada concepción musical, entre 1946 y 1949 un total de 13 temas como solista, además de otros tres a dúo. Sin embargo, su repertorio fue relativamente pobre, marcando un vivo contraste con los temas que le fueron confiados a Roberto Rufino. Lo más interesante de la discografía de Berón con Francini-Pontier es "Y dicen que no te quiero", "Como tú", "Remolino" y "Uno y uno". Sobrevino entonces la brillante incursión de Berón en la orquesta de Troilo, probablemente la más venerada del tango. Aquella conjunción produjo versiones admirables, como las de algunas viejas páginas, entre ellas "De vuelta al bulín" e "Ivette", u obras nuevas como "Discepolín", conmovedor homenaje en vida que Troilo y un moribundo Manzi le rindieron a Enrique Santos Discépolo, el genial letrista de "Yira, yira" y "Cambalache", que fallecería pocos meses más tarde. Por esos años la voz del cantor, sometida a un empleo incesante por el abrumador éxito de Troilo, comenzaba a dar señales de fatiga. También conspiraron contra la calidad de sus registros las insatisfactorias condiciones técnicas del sello TK, en el que había pasado a grabar la orquesta. Salvo un reencuentro en 1963 con Caló, Berón no volvió a incorporarse a ninguna orquesta. De toda esa etapa crepuscular pueden destacarse registros suyos de "Yo quería ser feliz" y "Por qué soy reo", con Galván como acompañante.

domingo, 22 de marzo de 2015

BIENVENIDO OTOÑO PORTEÑO

Comenzamos el otoño en nuestro país y es una de las estaciones del año más recurrentes en los paisajes poéticos reflejados por el tango En el otoño, la melancolía se agiganta: "El Otoño te trajo, mojando de agonía, tu sombrerito pobre y el tapado marrón... Eras como la calle de la Melancolía, que llovía...llovía sobre mi corazón..!" Así dice Catulo Castillo en los versos de María, tambien un viejo vals de José Rial titulado "Rosas de otoño" es uno de los éxitos de Carlos Gardel con Francisco Canaro y luego del mismo Canaro con la voz de Nelly Omar Tu eres la vida, la vida dulce, llena de encantos y lucidez; tú me sostienes y me conduces hacia la cumbre de tu altivez. Tú eres constancia, yo soy paciencia; tú eres ternura, yo soy piedad Tú representas la independencia, yo simbolizo la libertad. Tú bien lo sabes que estoy enfermo y en mi semblante claro se ve que ya de noche casi no duermo, no duermo nada ¿sabes por qué? Porque yo sueño cómo te aprecio, de que a mi lado te he de tener... Son sueños malos, torpes y necios, pero, mi vida, ¡qué voy a hacer! Yo sufro mucho, me duele el alma y es tan penosa mi situación que muchas veces, por buscar calma, llevo mis dedos al diapasón... De tu desprecio nunca hagas gala porque, si lo haces, ¡pobre de mí!... Quereme siempre, no seas tan mala... Vamos, ingrata, ¡no seas así! El poeta Héctor Negro publicó en su libro “Cantaré hasta el fin” del año 2010, este poema: ENTRESUEÑO DE OTOÑO Estrellísimas chispas de azotea Merodean la noche con luz de ojos de gato, Mientras baja por las húmedas paredes -sigilosamente- La niebla con pasos de araña. Se apaga la luz de la última ventana despierta Y un viento filoso arrastra hojas secas y amarillas Que ensayan remolinos dorados En algunos recodos donde se esconde el frío. En la calle vagan sombras difusas que cruzan el otoño Apurándose hacia no se sabe donde Y focos fugaces horadan la neblina Lustrando sus lomos con el aire húmedo. Tan solo hay un calor que crece En un beso furtivo que une dos cuerpos En el hueco de un umbral Y se advierte como un aura Que se impone victoriosa Sobre todos los intentos de los pozos de la noche, Del silencio emboscado Y del bostezo de la monótona pereza de una calle Que se agobia con el cansancio de su gente. En los años cincuenta el maestro Enrique Mario Franchini compuso su inolvidable "Tema otoñal" que grabó con un sentido solo de violín y unos años después Astor Piazzolla imaginó las cuatro estaciones porteñas.

UN BAILARIN MUY PICARO

"EL CACHAFAZ" Su nombre real era Ovidio José Bianquet, aunque para algunos su nombre era Benito. Aquí entra a tallar don José Gobello y en un artículo da su opinión: «Ese fue un apodo que ganó de chico y por una confusión. Vivía en la calle La Rioja en el barrio de Balvanera sur cuando a la seccional de policía denunciaron que alguien había roto un vidrio de un negocio de una pedrada. Lo acusan y se llega hasta su casa, la madre, una cordobesa, no lo puede creer y ante el policía sólo atina a exclamar: «No puede ser si él es buenito, es buenito». «La autoridad entendió Benito y así pasó el informe, Benito Bianquet». (Ver nota Los bailarines famosos..., donde hay otra opinión) ¿Y por qué El Cachafaz? Según Gobello, nuevamente, que de muchacho fue atropellador con las mujeres y supo propasarse algunas veces. Una de ellas se quejó ante su padre y dicen que exclamó furioso: «¡Mi hijo es un cachafaz!» Los muchachos del barrio o todos los que fueran hicieron el resto. Había nacido el 14 de febrero de 1885 en la esquina de Boedo e Independencia, hoy barrio de Boedo. En 1911 viajó a los Estados Unidos y de regreso en 1913 instaló una academia de baile. Entre 1910 y 1929 tuvo de compañeras, en el amor y en el baile, a Emma Bóveda y Elsa O'Connor, más tarde destacada actriz dramática del teatro y del cine. Luego Isabel San Miguel y desde 1933 exclusivamente como compañera de danza a Carmencita Calderón. En 1919 anduvo por París, dicen que para actuar en el mítico El Garrón, donde se hacía conocer el músico argentino Manuel Pizarro junto a sus hermanos, pero el modo de vida europeo y él no iban de acuerdo y por tal motivo regresó. Dice Gobello que dio lecciones de baile muy bien pagas a gente de la alta sociedad y termina con una reflexión acertada: «Haya sido realmente el máximo bailarín de tangos o no lo haya sido, por tal se lo tendrá siempre». Falleció al fin de una actuación en la ciudad de Mar del Plata el 7 de febrero de 1942. Reportaje de la periodista Irene Amuchástegui a Carmen Calderón al cumplirse 55 años de la muerte de El Cachafaz. Diario Clarín, Buenos Aires, 7 de febrero de 1997. «Tenía un don especial —cuenta Carmencita— elegancia y un compás único. Fue un gran creador de pasos, pero también tenía muchos «cortes» (figuras) en común con José Giambuzzi, El Tarila. «Don Benito los hacía impecables, sin encorvarse y con una delicadeza que le quitaba lo soez al tango, al baile. Porque hay que decir que el tango, a veces, es un poquitín bastante asqueroso, hay cortes donde la mujer mete la pierna entre las piernas del hombre. «Él lo hacía con prestancia. Era el mejor. «Vestía saco negro y pantalón fantasía (a rayas negras y grises) para el tango con cortes y para el tango de salón vestía de smocking. «No era buen mozo, era feo como noche oscura y esa cara picada de viruela, pero su forma de ser era suave y simpática. Ahora, cuando se enojaba temblaban todos. «Nunca uso revólver, de un cachetazo los dejaba dormidos. «Lo conocí en el Club Sin Rumbo (que aún existe). Fui con mis hermanas menores a quienes crié al morir mi madre. «Estaba sentada y alguien me insistió para que bailara con un hombre que estaba allí. Supe que era El Tarila, acepté y al terminar la pieza me dijo: «¿Usted aceptaría ser mi compañera y la compañera de El Cachafaz?» Cuando escuché ese nombre me prendí como abrojo. «Debuté con don Benito en el Cine-teatro San Fernando, tocaba la orquesta de Pedro Maffia, el mejor bandoneonista. Trabajamos mucho para las compañías de revistas de Francisco Canaro. También viajamos, pero allí El Cacha la pasaba mal, extrañaba mucho, porque él era de dormir todas las noches en la casa de la mamá. Además le gustaba llegar todas las tardes a la seis al café de Corrientes y Talcahuano donde ocupaba siempre la misma mesa y recibía a sus amigos, entre ellos Gardel. «Bailamos la última noche, fue en un local llamado El Rancho Grande, en Mar del Plata. Terminamos de actuar y me fui a un cuarto con la patrona para escuchar por radio un partido de fútbol entre Argentina y Uruguay. De pronto se asomó y me dijo: «Carmencita, la espero después del partido para tomar medio whisky.» —siempre me trató de usted—. Al ratito entró una mujer a los gritos para decir que don Benito estaba tirado en el patio. Cuando lo vi tirado en el suelo pensé que era sólo una caída.

sábado, 14 de marzo de 2015

"LA BOCA YA TIENE DIENTES" CARLOS BAHR

Carlos Andrés Bahr nació en Buenos Aires, en la calle Almirante Brown, pleno barrio de La Boca, en inmediaciones de la vieja cancha de River Plate (club de fútbol). Fueron sus padres don Augusto Bahr (alemán oriundo de Hamburgo) y Colette Dierken (francesa). Antes de Carlos Andrés, habían nacido dos hermanos, Guillermo y Emma. El padre, marino, era propietario de un barco ballenero, y cuando se desencadenó la primera guerra mundial, en 1914, partió para Europa con su nave para ponerse al servicio de su patria. La partida fue lo último que se supo del marino. Supuestamente habría llegado a Hamburgo, pero ahí se perdió todo rastro. Su nieto, Carlos Alberto Bahr, ha realizado innumerables gestiones a través de la Cancillería y otros organismos, pero sin resultado positivo. ¿Torpedearon el barco? ¿Fue aceptado en la Armada Alemana? ¿Qué fue lo que ocurrió con este hombre y su nave? Un misterio que quedó en la familia y al cual ésta sigue procurándole una respuesta. Este suceso resintió la economía hogareña, y los Bahr se mudaron a Bernal (suburbio de la ciudad de Buenos Aires). Carlos concluyó los estudios primarios y luego fue ganado por la calle. Desempeñó algunas ocupaciones ocasionales; incluso estuvo en la escuela de máquinas de la Marina de Guerra. Pero la bohemia, la lectura y la literatura lo atraparon temprano. Dejó la casa y se aventuró en la calle, viviendo como podía y en donde podía, sin domicilio fijo, escribiendo siempre. Periodismo, teatro, poesía especialmente, pero sin ningún resultado trascendente. Y así, desordenadamente, fue formándose. Leía con voracidad todo cuanto llegaba a sus manos y logró, con tenacidad de autodidacta, alcanzar un importante nivel intelectual (por su cuenta logró dominar tres idiomas: alemán, francés e italiano). De esa época de bohemia y juventud es la siguiente quijotada: cuando comenzó la guerra civil española, decidió irse a España para luchar en favor de la República. Llegó hasta Montevideo (República Oriental del Uruguay), donde pensaba embarcarse, pero no logró pasar la revisación médica, pues le detectaron una afección pulmonar y fue enviado de vuela a su patria. Después de este regreso es cuando comienza su firme orientación hacia la canción popular. Es a mediados de la década del 30, y al llegar el año 1940 se inscribe en la lista de los más destacados letristas del tango que jerarquizaron su literatura. Es también en ese tiempo que su vida comienza a ordenarse. En Radio Porteña conoce a la cancionista Lina Ferro, vinculación que luego se extiende a un trato más asiduo en la Academia PAADI, de sus amigos Luis Rubistein y Fidel Pintos, donde Lina Ferro estudiaba. Al final, pese a la diferencia de edad —ella era bastante menor que él—, terminaron enamorándose. Se casaron en l942 y se fueron a vivir al barrio de Almagro, en Medrano y Corrientes; más tarde se establecieron definitivamente en Pringles y Corrientes. De ese matrimonio nacieron dos hijos Carlos Alberto e Inés Maria. Y una inexplicable contradicción. Pese a haber sido Carlos Bahr autor de una enorme producción, con un alto porcentaje de gran difusión y popularidad, no obtuvo de SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores) nunca una retribución acorde con la importancia, en calidad y cantidad de esa obra. Para atender las necesidades de su familia tuvo que ayudarse siempre con otras actividades. Como también estuvo familiarizado con la entomología, fabricó y vendió personalmente cuadros con mariposas disecadas, comercializó porcelanas y otras cosas, en fin, permanentemente tuvo que ayudarse con ingenio, habilidad y perseverancia para vivir con decoro. Posiblemente, el haberse ocupado con mejor disposición del destino de su trabajo, y acomodado un poco sus exigencias a la burocracia y a la política las cuales ha estado sometida siempre la gran institución recaudadora, le hubiesen reportado una mejor defensa por parte de ésta de sus intereses autorales. Pero este tipo de gestiones para Bahr —un hombre con estrictas normas de ética y de conducta— significaban, desde su óptica, una especie de renunciamiento a esos códigos. Y siguió produciendo y quedándose en casa. Así fueron pasando los años, adaptado a la austeridad que le imponía una modesta jubilación y a las magras liquidaciones de SADAIC. Pero exteriorizando siempre la dignidad que caracterizó todos los actos de su vida. Su vocación literaria, ya manifiesta cuando tanteaba otras disciplinas para las que no encontró el campo apropiado, lo fue arrimando paulatinamente hacia la canción popular. Con un bandoneonista de su barrio, Alfonso Gagliano, se inició con sus dos primeros títulos “Cartas viejas” (vals) y el tango “Algo bueno”. Esto ocurría por 1934 o 1935. Un año después, su vinculación con otro bandoneonista Roberto Garza (José García López), le hizo tomar más confianza y seguridad. Con él compuso su primer éxito, el tango “Fracaso”, que llevó al disco Mercedes Simone el 21 de abril de 1936 («Llevao por un ansia que quiere ser muerte/ castigo mis noches con vago ademán,/ y fallan mis manos que buscan perderte/ porque en cada impulso te vuelvo a encontrar»). Este acercamiento a Roberto Garza —entonces integrante del conjunto que secundaba a Mercedes Simone— fue el peldaño donde pisó fuerte Bahr en sus primeros intentos. A “Fracaso” le siguió otro tango, “Maldición”, siempre en yunta con Garza, del cual La Negra Simone dejó un buen registro el 1 de septiembre de 1936. Hasta que en l938 Bahr obtuvo el primer premio en un concurso de milongas organizado por SADAIC, con una obra compuesta con el bandoneonista José Mastro (José Mastropietro), titulada “Milonga compadre”, que llevó al disco Pedro Laurenz, el 12 de mayo de 1938, con la voz de Juan Carlos Casas («Me largó un candombero,/ me agarró un mayoral,/ y entre blancos y negros/ aprendí a milonguear»). Cuando arranca la famosa década del 40 comienzan también los títulos consagratorios de Carlos Bahr. Uno tal vez, en el pique de esa primera hornada, podría ser “Desconsuelo”, un tango con música de Héctor Artola, bandoneonista y director al cual estaría asociado en muchos éxitos (“Precio”, “Tango y copas”, “Gracias”, “Marcas”, etc.) Seguirá toda la década produciendo impactos a granel, conectado con los más importantes compositores y muy cerca de los músicos de las más importantes orquestas, junto a los cuales irá produciendo sus trabajos más trascendentes. De todas esas vinculaciones la más estrecha posiblemente haya sido la que mantuvo con el grupo de Miguel Caló, con cuyos integrantes alcanzó no pocos sucesos: “Mañana iré temprano”, “Pecado”, “El mismo dolor”, “Canción inolvidable” (Francini); “Cada día te extraño más”, “Corazón no le hagas caso”, “Cuando talla un bandoneón” (Pontier); “Caricias perdidas” (Stamponi); “Valsecito”, “Con la misma moneda” (Caló); “De vuelta”, “Estás conmigo”, “Como una de tantas” (Lázzari); “Sin comprender”, “Siempre”, “Quise ser un Dios” (Nijensohn); “Cosas del amor” (Domingo Federico). De ese acercamiento a la orquesta de Miguel Caló —entre otros tantos éxitos que se dieron a conocer a través del conjunto y en ese tiempo—, quedó uno como modelo de lo que es un tango canción. Me estoy refiriendo a “Mañana iré temprano”, cuya música pertenece a Enrique Fancini. Esta hermosa melodía del entonces primer violín de la orquesta de Caló, tan sentida, tan pulcra, tan dolida podríamos decir, encontró el tratamiento literario en Carlos Bahr que su bellísima profundidad reclamaba. La sugerencia de esas notas era de tristeza y no podía recibir el aporte de una historia que no respirara el mismo clima. La obra, tan estupendamente concebida, llegó al disco el 10 de agosto de 1943, y contribuyeron a su exaltación otros dos factores. Primero, el admirable arreglo instrumental de Osmar Maderna, con amplio lucimiento de los tres instrumentos básicos de la orquesta de Caló: bandoneón (Armando Pontier), violín (Enrique Francini) y piano (Osmar Maderna). Y segundo, la magnífica interpretación vocal de Raúl Iriarte, que dio con el énfasis justo para expresar esa historia. Nada de desbordes dramáticos ni de acentuaciones lloronas, tentación a la que podrían haberlo inducido los versos. Sin embargo, la angustia y la aflicción del protagonista fueron expuestas únicamente por intermedio de la voz.

miércoles, 4 de marzo de 2015

PANCHO LAGUNA

Nombre real: Lomuto, Francisco Juan Seudónimo/s: Pancho Laguna Pianista, director y compositor. (24 noviembre 1893 - 23 diciembre 1950) Durante varios años trabajó en casas de música, tocando las piezas que requerían los clientes. Su primer tango fue bien recibido y esto lo alentó para componer otros, que rápidamente llegaron al disco: “El inquieto” y “La rezongona”, que fueron grabados en EE.UU para el sello Victor por el conjunto Ferrer-Filipotto. Poco más tarde los mismos músicos le registran “Río Bamba” y “El chacotón”. Francisco Canaro, en 1915, le graba “La rezongona” y “Dardánelos”. Roberto Firpo, en 1917, “La revoltosa”. Pero el éxito le llegó con “Muñequita”, con letra de Adolfo Herscheld, que estrenó en 1918, en el teatro, la actriz María Luisa Notar. También fue la primera obra que le grabara Gardel. El tema en cuestión también lo grabó en Estados Unidos las Orquesta Típica Select. Junto con su amigo Francisco Canaro fue promotor en la idea de constituir un organismo que protegiera los derechos autorales. Cuando fallece su padre debe hacerse cargo de la manutención de la familia, y se dedicó a trabajar de lleno en la música. La idea de formar una orquesta lo encontró con la suficiente autocrítica como para reconocer que necesitaba ponerse a punto. Para ello recurrió a su amigo Francisco Canaro. Este actuaba en el cabaret Royal Pigall y le solicitó un barato, lo que en la pintoresca jerga de los músicos significaba que se le permitiera tocar en la orquesta como práctica. Canaro accedió porque además de la amistad Lomuto tocaba bien, con buen ritmo. Al poco tiempo se largó como solista de piano y también a dúo con su hermano Enrique que tocaba el armonio. Tuvieron actuaciones en la primitiva radiotelefonía, en este caso Radio Sudamericana, ubicada en el Pasaje Roverano de Avenida de Mayo 560, a metros de la Plaza de Mayo. Y en el año 1922 formó un dúo de pianos con Héctor Quesada, llegando por primera vez al disco con ocho temas. Ese mismo año forma un conjunto para actuar en los cruceros de turismo que viajaban desde Brasil hasta el sur de nuestro país, Tierra del Fuego, en el buque Cap Polonio. El nombre de este barco fue título de un nuevo tango suyo. En el sexteto actuaban músicos de la talla de Manuel Pizarro y Pedro Polito, ambos bandoneonistas y Agesilao Ferrazzano y Miguel Tanga en los violines. Ya en 1923, forma su primera orquesta para actuar en tierra firme y llegar al disco. Sus músicos fueron: los bandoneonistas Vicente Romeo y Ángel Ramos, los violinistas Lorenzo Olivari y Esteban Rovati, Ángel Corleto en el contrabajo y su hermano Enrique al piano. Más tarde, ingresó Ricardo Luis Brignolo como primer bandoneón y tuvo una gran repercusión. En las grabaciones colaboraban, a manera de refuerzo, Eduardo Armani en el violín, Minotto Di Cicco en el bandoneón y el pianista Alberto Castellanos. Francisco Lomuto fue un músico muy responsable, que reconocía los límites de su técnica y por tal motivo, tempranamente, dejó de tocar el piano para dedicarse exclusivamente a la función de director de orquesta. Actúa en los salones más cotizados de la época y, siguiendo como siempre los pasos de Canaro, suma a la naturaleza típica de su orquesta, el ritmo del jazz, denominando a su conjunto «típica y jazz band». A raíz de esto agrega nuevos músicos y nuevos instrumentos: el pistón, el saxofón, la trompeta, el clarinete, que pasaron a ser, al decir de los muchachos, la sección «cañerías». En 1926, se incorporó el bandoneonista de 16 años Daniel Álvarez, conocido con el apodo de Sardina, por su contextura delgada. Este músico le dio gran personalidad y fuerza a la orquesta, permaneciendo con hasta 1933. En 1927, aparece un nuevo éxito, el tango “Cachadora”, con letra de Pancho Laguna, que no era otro que el propio Lomuto. Con la aparición del cine sonoro las orquestas tangueras pierden un importante lugar de trabajo, algunas desaparecen, otras se incorporan a los palquitos de los numerosos cafés y otras como la de Lomuto, llegan a las salas de baile o escenarios teatrales. En esta época las orquestas aumentan el número de sus integrantes, por la mala acústica de los lugares donde actuaban. Así los ejemplos de Lomuto, y de las orquestas de Firpo y de Canaro. Su orquesta tuvo una personalidad muy definida, un buen ritmo, estilísticamente ortodoxa, que no estuvo en la búsqueda creadora, sino más bien en lograr una adecuada propuesta bailable, de grata musicalidad. En otro orden de cosas, se destacó también por sus curiosos finales con la séptima disminuida a manera de rúbrica. Por 1929, eran importantes los aportes de los músicos Luis Zinkes, Haroldo Ferrero y el ya mencionado Daniel Álvarez, en la línea de bandoneones. Entre los violines, además de Armando Gutiérrez y Carlos Taverna, se destacaba Leopoldo Schiffrin (El mujic), padre del compositor y arreglador de música cinematográfica Lalo Schiffrin. El piano estaba a cargo de Oscar Napolitano, el contrabajo era Alfredo Sciarreta, el clarinete Carmelo Águila, el pistón, el venezolano Natalio Nappe (pistón) y Desio Salvador Cilota su percusionista. Es uno de los músicos preferidos de la sociedad argentina, sus orquestas deleitaron al público del Club Progreso, del Club Mar del Plata, del Trocadero, de la Escuela Naval, es decir, a lo más granado de la elite de nuestro país. Siguiendo, como siempre, los pasos de su amigo Canaro, en 1932 comienza en el teatro con comedias musicales. La primera fue La Vuelta de Miss París, con la compañía de Pierina Dealessi. En la cual la actriz Iris Marga estrena su tango “Papanatas” (con letra de Antonio Botta) y el cantor Fernando Díaz, “Aunque perezca mentira” (con letra y música de Lomuto). Más tarde, en el teatro Smart (hoy, Teatro Blanca Podestá) estrena La Gran Milanesa Nacional, después La Fiesta del Tango, donde actúan también las orquestas de Pedro Maffia y Edgardo Donato. En 1933, Descanso Dominical, donde se estrena “La canción del deporte” y el exitoso tango “Si soy así”, ambos temas de Lomuto y Antonio Botta. En ese año, Martín Darré reemplaza a Daniel Álvarez como primer bandoneón y arreglador de la orquesta. Este cambio mejora sustancialmente la calidad musical de la formación, por las innovaciones que impone Darré. El 1 de agosto de 1936 se crea SADAIC y Lomuto es designado presidente del Comité Organizador. El 19 de mayo de 1937, se estrena la película Melgarejo, con Florencio Parravicini y Mecha Ortiz, allí aparece con su orquesta y el cantor Jorge Omar que estrena “No cantes ese tango”, de Lomuto con letra de Rodolfo Blas Arrigorriaga. En 1938, también actúa en La Rubia del Camino, de Manuel Romero, con los actores Paulina Singerman y Enrique Serrano. En esta oportunidad se estrenan “La canción del camino” y “Muchachita de campo”, ambos con letra de Manuel Romero. En 1947, realiza una gira por España y es su cantante Chola Luna. Su última orquesta fue sin dudas la mejor, la más evolucionada y afiatada. La línea de bandoneones la integraban Federico Scorticati, Alfredo Cordisco, Manuel Álvarez y Domingo Greco. Los violines estaban a cargo de Carlos Taverna, Ernesto Gianni, José Carli y Otelo Gasparini. El pianista era Juan Carlos Howard, el contrabajo Alberto Celenza y sus cantores Alberto Rivera y Miguel Montero. Francisco Lomuto grabó con su orquesta, entre 1922 y 1950, más de 950 temas. Fueron sus estribillistas más importantes Charlo —compartido con la orquesta de Francisco Canaro—, Fernando Díaz y Jorge Omar. También estuvieron el Príncipe Azul, Jorge Torres, Luis Cáceres, el dúo Alberto Acuña-René Díaz y los ya mencionados Alberto Rivera y Miguel Montero.

domingo, 1 de marzo de 2015

JOSÉ GARCÍA Y SUS ZORROS GRISES

Transcurría al año 1930, época en que diferentes emisoras porteñas trasladaron sus estudios a los teatros, ofreciendo espectáculos variados y atrayentes, pero marcaron el principio de la decadencia de los artistas del micrófono. José García que más que profesor era un amigo de sus alumnos, observó el éxito circunstancial de tales espectáculos y se dedicó a formar una orquesta típica integrada por animosos muchachos, que la convirtieron en un interesante matiz del espectáculo que se brindaba en el teatro San Martín de entonces. En vísperas de debutar se concretó un detalle importante, el de la indumentaria de los componentes de la orquesta. En aquel tiempo se vendían unos trajes de franela gris a un precio tentador, pues no llegaban a los treinta pesos, y la orquesta se uniformó inmediatamente. El público recibió a ese núcleo de muchachos cordialmente y, como consecuencia del color de los trajes, los denominó «los grises». Aceptó García tal denominación pero, al poco tiempo, ya no le satisfizo y entonces se le ocurrió anteponer lo de «zorros». De allí nació el nombre de José García y sus Zorros Grises, utilizando el tango de Rafael Tuegols “Zorro gris” como presentación y cortina musical. El primer conjunto de 1936 estaba constituido por la siguiente nómina de músicos: Juan Carlos Barbará (piano); Rodolfo Morán (contrabajo); Francisco Caamaño (pistón); Hipólito Morán, Juan Aprobat, Domingo Perego y Mario Lali (violines); Héctor González, Alfredo Ponce, Roberto Quiroga, Luis Mastorini y Alfredo González (bandoneones); Augusto Gothier y Nilda Wilson (cantores). Como director, José García, quien inicialmente ejecutaba el violín y posteriormente llevó la batuta solamente. Fue ese un conjunto bien disciplinado, perfectamente afiatado que a fines de la década del '30, compitió con las mejores orquestas de la época en un momento en que todas ellas se fueron renovando como en el caso de Juan D'Arienzo, Miguel Caló, Osvaldo Fresedo, Francisco Canaro y cuando se iniciaban las orquestas de Aníbal Troilo, Ricardo Tanturi, Carlos Di Sarli y Lucio Demare. Perteneció la orquesta de los Zorros Grises a los conjuntos denominados rítmicos, con compás bien remarcado y con la particularidad de agregar al género netamente típico, otros alegres ritmos bailables no tradicionales como corridos, rumbas, boleros, marchas, etcétera, lo que le dio gran aceptación del público y gran popularidad. En 1938 su pianista Juan Carlos Barbará dejó a los Zorros Grises y creó su famosa orquesta característica. Lo reemplazó Rodolfo Lozano. Las principales actuaciones del conjunto se pudieron apreciar también en confiterías y bailes de Carnaval de los grandes clubes deportivos con gran suceso, manteniendo siempre su afiatado estilo. En radio se consagró en el llamado Palacio de Belgrano 1841 que ocupaban tres emisoras, y luego de debutar en Radio Porteña, fue contratado como artista exclusivo de Radio Belgrano. En 1941, figuraba como cantor del conjunto Carlos Alberti, al año siguiente se incorporó Alfredo Rojas, que fue su cantor más popular y estable, cuyo verdadero nombre es Asdrúbal Sterla Webster, excelente y agradable voz de buena potencia y perfecta modulación. El conjunto cambió varios de sus músicos en 1943 y la formación quedó así: Carlos Figari (piano); Rodolfo Morán (contrabajo); Elías Slom, Rodolfo Filoso, Carlos Deambroggio e Ítalo Morán (violines); Nicolás Castillo, Luis Masturini, Héctor González y Pablo García (bandoneones); Alfredo Rojas (cantor). Ese fue el momento de su máxima popularidad. La orquesta llegó tardíamente al disco. Fue contratada por el sello Odeon y el 23 de enero de 1942 grabó el tango de Horacio Pettorossi “Fea”, que cantó Alfredo Rojas. Entre esa grabación y el 16 de abril de 1945, grabaron 40 temas de los cuales, 33 fueron cantados por el mencionado Rojas, 1 por Nilda Wilson, 2 a dúo por Rojas y Wilson y 4 fueron instrumentales. Otros cantores que lo acompañaron en su última época —1945 a 1947— fueron: Luján Cardillo, Osvaldo Cordó y Alberto Santillán. Como compositor, José García hizo 28 temas, destacándose los tangos: "No pudo ser”, “Nocturno de tango”, “Esta noche de luna”, “Si escucharas mis amores”, “Jesús de Nazareth” y “Desolación”; el vals “María Triniá” y un corrido que le reportó la mayor popularidad y beneficio económico titulado “El mentiroso”. Director de una de las mejores orquestas típicas, en lo que respecta a su calidad artística, se retiró de la actividad en 1950 y, como otros tantos valores, fue y es injustamente olvidado.