" de chiquilín te miraba de afuera"
sábado, 20 de febrero de 2016
"DE MANDRIA NO TENIA NADA"
Brancatti, Francisco
Letrista, cantor, guitarrista, y compositor
(2 julio 1890 - 4 junio 1980)
Esta gran figura de la música popular nació en Montevideo. Se fue muy joven a Buenos Aires. Allí actuaría con los payadores Gabino Ezeiza y José Betinotti, al amparo de su facilidad para improvisar. Conoció en Montevideo a Juan Pedro López (famoso payador uruguayo), a quien insinuó el viaje a la Argentina luego de oírlo cantar, presentándose juntos en exitosas veladas.
Se vincula Brancatti con León Lara —uruguayo, de Florida—, considerándolo con dotes admirables dominando ampliamente la guitarra, que le permitía dar conciertos de música clásica, matizando sus presentaciones en el canto criollo a dúo.
Brancatti-Lara recorren todo el interior argentino y en 1916 son contratados en Tucumán (ciudad del norte argentino, donde se declaró la Independencia en 1816) para amenizar las fiestas del Centenario. Se presentan luego en Salto y Artigas (Uruguay), entrando al Brasil por Santa Ana, después Paraná, Santa Catalina, Río de Janeiro, San Pablo, Santos y gran parte de Mato Grosso. Los acompaña un éxito resonante, artístico y pecuniario. En esa larga actuación en Brasil, Brancatti traducía las letras al portugués, para que todos las entendieran. Siempre triunfando, viajan a Europa, actuando en España y Portugal.
Al retornar a Buenos Aires, se integran al conjunto criollo Los de la Leyenda. Posteriormente el dúo Brancatti-Lara retorna brevemente a su patria, contratados por Glucksmann para su cadena de salas de cine y luego por la Compañía Oliver. El 2 de julio de 1918, actúa en La Comedia junto a la Compañía cómica de Cotorrita Ramos. Se registra también su presencia en una brillante temporada en el Teatro Royal de la calle Bartolomé Mitre.
Después de más de ocho años de intenso trajinar en las giras, en vísperas de cumplir un compromiso en La Bolsa de Rosario (provincia de Santa Fe), Brancatti plantea a Lara la disolución del dúo, que éste acepta muy apenado. León Lara forma otro, en Rosario con Néstor Feria. Brancatti en tanto, vuelca su inquietud en los versos, donde ya perfilaba un inconfundible estilo, aunque esporádicamente también crea músicas.
En 1924, le pone letra a “Tacuarembó” sobre música del bandoneonista Alberto Rodríguez, también uruguayo e integrante por entonces del excelente conjunto de Osvaldo Fresedo y con la colaboración de Juan Velich hacen su entrada triunfal al tango con “Amigazo”, tema antológico, música de Juan de Dios Filiberto que fue dado a conocer en el primer concurso del disco Nacional realizado en el Cine Grand Splendid por la orquesta de Roberto Firpo.
Comparte también con Velich los versos de “Mandria”, en 1926, cuya música pertenece al pianista argentino Juan Carlos Rodríguez y se constituye también tema perdurable a partir de la incomparable versión de Rosita Quiroga.
Se crea por entonces la Compañía de Comedias Victor, con el único fin de realizar grabaciones. Allí libreta y actúa Brancatti, con Herminia y Juan Velich, Rosita Quiroga y otros. Alguna vez también interviene Gerardo Matos Rodríguez.
Nos ubicamos en 1928, cuando a instancias de Francisco Brancatti, insistiendo mucho, Libertad Lamarque registra la ranchera “Mate amargo”, con música de Carlos Bravo (que era un funcionario de la grabadora). La pieza se constituyó en un verdadero suceso, provocando una fabulosa venta del disco y que el género fuera moda por casi una década. “Mate amargo” también fue cantada por niños con una letra escolar. La voz de Brancatti es la que luce en los floreos de la famosa interpretación de Libertad Lamarque.
En su inmensa mayoría, las letras de Brancatti para el tango fueron de corte campero, de enorme dramaticidad y gran sugestión, como por ejemplo “Justicia criolla”, “En la vieja pulpería”, “Contramarca”, “Echando mala”, luciéndose también con versos de carácter delicado y de ambiente ciudadano: “Alas caídas”, “Aquel Don Juan”, “Sangre bohemia”, “Canción del olvido”.
En 1930, entonces para el sello Odeon, forma parte de la Compañía de Juan Velich, realizando comedias de distinto carácter, ciclo que finaliza en 1934.
Dirige un conjunto criollo musical con el nombre de Los Chacareros, en 1944, donde además hacía diálogos con su esposa. Después, va espaciando su labor artística, conservando en cambio su deseo de creación de versos.
Intercambiamos fraterna correspondencia con don Francisco Brancatti en nuestra época de funcionario público. Un gran compañero, familiar de Brancatti nos puso en contacto y, el 10 de noviembre de 1973, lo visitamos en su casa, en la localidad de Estanislao Zeballos de la Provincia de Buenos Aires, encuentro grato y muy emocionante para nosotros.
Nos encontramos con una maravillosa persona, humilde en su grandeza e interesado por el destino de su patria. Cinco años atrás había llegado a sus manos la obra Con divisa blanca, de Javier de Viana. El libro le inspiró en forma tal que lo versificó. Viejo admirador del Partido Nacional, volcó allí su permanente inquietud poética.
Figura patriarcal en los círculos criollos, respetado y querido por todos, se produjo su lamentable deceso el 4 de junio de 1980. Se iba una gran figura, casi en silencio, sin el homenaje que aún le debe la música popular.
"UN PROCER DEL TANGO"
Juan Carlos Aráoz de Lamadrid –quien abrevió el nombre, para no alardear de su honrosa ascendencia– nació en Buenos Aires, en el barrio de Flores, el 30 de octubre de 1910 y murió en la misma ciudad el 16 de agosto de 1965. Era sobrino nieto del famoso general de la independencia Gregorio Aráoz de Lamadrid (1795-1857).
En su juventud se desempeñó como cantor y bailarín de tangos, además de boxeador. Pronto se inició en el periodismo, en la redacción del vespertino Crítica, fundado por el uruguayo Natalio Botana en 1913. También escribió en las revistas literarias de la época, entre ellas, Conjugación de Buenos Aires que co-dirigió con Edgar Bayley.
Dejó dos libros de versos: Hombre sumado (1958; segunda edición, 1969) y Pequeña rosa lunfarda (1981). Su poesía –él lo dijo– congeniaba el formalismo técnico e idiomático y “la violencia desbordante del lunfardo, el argentino, el porteño y la neología invencionista”.
Fue Lamadrid, como lo ha señalado José Gobello, un precursor de la tangología, disciplina que cultivaría sistemáticamente Luis Adolfo Sierra. Dos artículos memorables, publicados en el matutino porteño La Prensa (cuando éste ya había sido expropiado y entregado a la Confederación General del Trabajo), “Tango y Tanguismo” (7 de junio de 1953) y “El tango, sus poetas y sus cantores” (9 de agosto de 1953) invitan a considerarlo como tal.
Él mismo fue letrista, el primero de Astor Piazzolla con quien colaboró en Fugitiva, Marrón azul, Mandrágora y Rosa-río. También lo hizo con otros músicos, tales como Juan Carlos Cobián (Ida y vuelta), Sebastián Piana (Milonga para el caudillo, Ensayo de Adolfo Alsina), Julio De Caro (Caín y Abel), Argentino Galván (Luna rota), Roberto Selles (Cenizas en el tiempo, El cebolla, El pistolero muerto) y otros muchos.
En la Academia Porteña del Lunfardo ocupó el sillón que está puesto bajo la advocación de Carlos Gardel; y es oportuno señalar que como autor de tangos ha escrito letras como “Fugitiva”, considerada un verdadero hito en el historial de las letras tangueras.
se contó entre los diez escritores que el 21 de diciembre de 1962 firmaron el acta fundacional de la Academia. Más tarde se excluyó de la institución, que lo designó Académico Emérito mediante la resolución del 6 de junio de 1992.
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