" de chiquilín te miraba de afuera"

" de chiquilín te miraba de afuera"
cafe de Garcia

jueves, 29 de enero de 2015

"BARQUINA"

Barquina fue uno de los personajes característicos de “la fauna porteña”, cuyo verdadero nombre era Francisco Antonio Loiácono. Por su andar compadrito, Carlos Muñoz (el Malevo Muñoz) lo bautizó Barquinazo, que el mismo Loiácono acortó en el sobrenombre que lo popularizó. Barquina hizo el cursum honores en el diario Crítica donde ingresó como ascensorista, después fue secretario de Ulyses Petit de Murat y, finalmente, hombre de confianza de Natalio Botana. Logró recomponer la amistad entre Carlos Gardel y Carlos de la Púa, distanciados a raiz de una nota publicada por éste con motivo de haber cantado Gardel una canzoneta, y en la que le aconsejaba: «¡Largá la mandolina, Carlitos!». Salvó de un mal trance a muchos de sus amigos incluyendo a Petit de Murat, al que consiguió arrebatar de los verdugos torturadores de la Sección Especial de la Policía. Le dedicaron varios tangos, entre ellos “Barquinazo” de Roberto Firpo y “Dos lunares” de Francisco Canaro. Loiácono es el autor de las letras de los tangos “Cantor de mi barrio” y “N.P.”, ambos musicalizados por Juan José Riverol, que fueron grabados por la orquesta de Aníbal Troilo, aquél con la voz de Roberto Goyeneche y éste cantado por Raúl Berón. Por su apodo es recordado por Cátulo Castillo en el tango “A Homero” con música de Aníbal Troilo: Vamos, vení de nuevo a las doce... Vamos, que está esperando Barquina... Vamos, ¿No ves que Pepe esta noche, no ves que el viejo esta noche no va a faltar a la cita?... (Donde dice Pepe y el viejo, se refiere a José Razzano).

viernes, 16 de enero de 2015

EL MAESTRO KAPLÚN

Se llamaba Israel Kaflún y había nacido en Balvanera, en un inquilinato. Su padre, Leiser Kaflún, venido de Besarabia, se ganaba pobremente la vida como vendedor ambulante de gorras y sombreros, que llevaba en un gran cesto de mimbre. Clara Finkel, su mujer, también era besárabe. Los dos primeros hijos de la pareja murieron de escarlatina. El tercero en llegar al mundo fue Israel. Unos inquilinos negros, que ocupaban otra pieza del caserón, se encariñaron con el chico, y a ellos se debió que su nombre cambiara por el de Raúl. Les parecía que así lo llamaba Clara: «¡Srul! ¡Srul!», porque de esa manera sonaba Israel en idisch. Además de enviarlo al «jeider» (escuela primaria judía) de la sinagoga de la calle Paso, también lo mandaron a aprender violín con el maestro Marcos Sadoski. Más tarde seguiría sus estudios musicales con José Fraga y por último con el alemán y muy prestigioso Edmund Weigand. Cuando estaba terminando la primaria se presentó a un aviso del diario que pedía violinista. Al llegar se halló con una cola de veinte aspirantes, todos bastante más maduros que él. Pero lo escucharon tocar y se ganó el puesto, retribuido con 125 pesos mensuales. Así comenzó a acompañar películas mudas en los cines, tocando piezas clásicas con un pequeño ensamble. Su encuentro con el tango ocurrió recién en 1926, cuando Julio Rosenberg le ofreció formar parte de la banda de jazz del cine-teatro Astral, que se inauguraba en Corrientes 1639. Allí, en el palco de la típica estaba el sexteto de Miguel Caló, al que pronto se integró. Del piano se encargaba Armando Baliotti, alias “Escombrito”, que fue uno de los más íntimos amigos de Kaplún. Con Roberto Maida como cantor estrenaron "Esta noche me emborracho", de Enrique Santos Discépolo. Tiempo después Caló partió hacia España con Cátulo Castillo y Kaplún pasa al cuarteto que armó Baliotti, en el cine Moderno, de San Juan y Boedo. Como el pequeño conjunto gustaba, el empresario decidió transferirlo a su mejor sala, el cine Los Andes, también en Boedo, y proponer que se ampliara a sexteto. Esto ya ocurría en 1928, cuando se acercaba la era del cine sonoro, con su terrible amenaza de desempleo para los músicos, que acabarían refugiándose en cafés y cabarets, y en la expansión de la radiofonía. Su debut en el éter fue a través de Radio Prieto en el '28, pasando en los años siguientes por diferentes estaciones. El sexteto de Baliotti llevó sus tangos al Salón Imperio, de Maipú y Lavalle. En 1931 volvieron al Los Andes, convertidos en la Típica Criolla Baliotti. En 1932 y 1933 halló sitio en el Trío Puloil, que acompañaba a los participantes en un concurso radial de vocalistas auspiciado por ese polvo limpiador e irradiado por la onda de Splendid. Caló en el fuelle y el inspirado Luis Brighenti, autor de “Ensueño”, en el piano completaban el terceto. Aquel certamen consagró a Hugo Gutiérrez como vencedor, y detrás de él a Andrés Falgás. Entre tanto, Caló rearmó su sexteto para actuar en el café El Nacional, con Kaplún y Pedro Sapochnik como violines, Brighenti de pianista y la voz de Carlos Dante, que aún no era el descollante cantor que sería con Alfredo De Angelis. Kaplún volvió con Baliotti cuando éste, en sociedad con Ginzo, estructuró una orquesta para el certamen de tango que el diario Crítica celebró en el Luna Park y que ganó “El mareo”, de Julio De Caro. En 1934 comenzó Raúl una nueva decisiva etapa con Caló, que empezó a grabar en Odeón, registrando doce discos hasta 1938, sin ningún instrumental. La orquesta intervino en la película “La vida es un tango”, estrenada en febrero de 1939, en una de cuyas secuencias puede verse a Kaplún. A lo largo de la década del '30, tan crítica para la Argentina como para el tango, maduraban músicos que, como Aníbal Troilo, Alfredo Gobbi, Osvaldo Pugliese, Pedro Laurenz y Juan DArienzo, entre otros, iban abriendo el camino hacia el nuevo auge, que despuntó años antes de 1940. Un nombre clave fue el del violinista Argentino Liborio Galván, que hacia 1935 comenzó a escribir arreglos para unas pocas orquestas, entre ellas la de Miguel Caló. En el “Libro del tango”, Horacio Ferrer remarca la preferencia de Galván por la cuerda, con una modalidad de «solos breves y variados, generosamente dibujados». Oscar Zucchi refiere, sin embargo, que los músicos aseguraban que «lo escrito por ese negrito esmirriado no se podía tocar». Gran parte de los ejecutantes no estaban a la altura de lo que el tango empezaba a reclamar de ellos. Ésta fue, precisamente, la oportunidad histórica que le permitió a Kaplún quedar ino como el iniciador del virtuosismo violinístico en el tango. José Gobello va incluso más allá en su “Crónica general del tango”. Al preguntarse cuándo arrancó realmente el renacimiento tanguístico de 1940, lanza varias hipótesis, y entre ellas ésta: «¿Por qué no en 1937, cuando Raúl Kaplún ejecutó, en la orquesta de Miguel Caló, el primer arpegio lucubrado por Argentino Galván?» Según refiere Luis Adolfo Sierra en “Historia de la orquesta típica”, Galván explotó las notables aptitudes técnicas de Kaplún, «escribiéndole los pasajes solistas con dificultades tales que exigían al máximo su gran destreza interpretativa.» Al mismo conjunto de Caló ingresó luego, como segundo violín, Enrique Mario Francini, quien desarrolló el virtuosismo de Kaplún y lo llevó por un camino diferente hasta la cumbre, mientras la orquesta sufría una extraordinaria transformación bajo la influencia del pianista Osmar Maderna, que crearía el estilo diáfano que la identificó. Para Raúl, admirador de Elvino Vardaro y de Alfredo Gobbi, había llegado el momento de buscarse otro lugar. Lo halló en 1942 en la orquesta del pianista Lucio Demare, que desde 1938 desenvolvía una modalidad que fundía marcación rítmica y temperamento sentimental, a tono con las ansias de bailar y vivir o soñar romances que palpitaban en el público. Contando con el talento del bandoneonista y arreglador Máximo Mori. Además de su violín Kaplún le aportó a Demare algunos tangos por él compuestos, como "Canción de rango", cantado por Roberto Arrieta en 1942, “Una emoción", registrado en 1943 con Raúl Berón, ambos con letra de José María Suñé. También prendió "Qué solo estoy", con letra del locutor Roberto Miró, que Demare registró con Berón, así como Carlos Di Sarli con Alberto Podestá, para constituir una frecuente pieza de repertorio en lo sucesivo. Menos perduración logró "Nos encontramos al pasar", nuevamente con Suñé, aunque se trate de un tango de inusual valor. Además de la grabación por Demare con Horacio Quintana en 1945, fue llevado al surco por Fiorentino con Astor Piazzolla en un registro antológico. Kaplún acusó años después a Héctor Stamponi de haber plagiado este tango para componer “Quedémonos aquí”. SADAIC comprobó que había seis compases coincidentes, pero Raúl se abstuvo de querellarlo. La primera obra conocida de Kaplún fue el vals “Recordando a Musmé”, con letra de Manuel Ferradás Campos, editado en 1935. Otro de sus valses, compuesto en 1942, fue “Nunca supe por qué”, con versos de Luis Rubistein. Con Víctor Lamanna escribió en 1952 el tango “Casa de Carriego”, que cantó Héctor Mauré. Hasta abril de 1946 había compartido con Demare las presentaciones en Radio El Mundo, en el Palermo Palace y en los cabarets Novelty y Casanova, además de las grabaciones en Odeón. Cuando el autor de "Malena" decidió viajar a Cuba, Kaplún se separó del conjunto para formar orquesta propia en junio de ese año, con el cantor Horacio Quintana como carta de triunfo y confiando los arreglos a Julio Ceitlin y, ocasionalmente, a Máximo Mori, quien a veces encabezaba la fila de bandoneones, integrada por Juan Kusta y por los hermanos Jorge y Mario Luongo. Otro bandoneonista fue el excéntrico e indisciplinado Ramón Acevedo, que se hacía llamar Robert Brigg. Debutaron en el café El Nacional, para pasar luego al Tango Bar y al Sans Souci, mientras actuaban por radio Belgrano, pero la relación entre director y cantor no fue buena y el binomio se deshizo. Recién llegaría al disco en 1950, con lo que se perdieron aportes tan importantes como los de Hugo Duval y Roberto Goyeneche en esa etapa inicial de su carrera, cantando piezas como “Se lo conté al bandoneón”, con la que debutó, o “Mi tango triste”. Con sólo dieciséis años de edad, el Polaco rindió su prueba ante Kaplún en el cabaret Montecarlo cantando “Corrientes y Esmeralda”, y no dejó dudas. «A este pibe no me lo pierdo», pensó el maestro y lo incorporó a la orquesta para actuar en radio y en el Ocean, un dancing del Bajo. Después de cada actuación lo hacía dormir en un sofá hasta el cierre, y entonces lo acompañaba hasta la parada del tranvía, como le había prometido a la madre del muchachito. Hasta que una afección de garganta lo apartó por un tiempo y fue reemplazado por Juan Carlos Jordán. Éste intervino en el primer disco de los cuatro que Kaplún grabó para el sello TK, en una cara "Audacia", de Hugo La Rocca y Celedonio Flores, y "Tierra querida", de Julio De Caro, en una de las mejores entre las múltiples versiones que tuvo este tango. Jordán poseía un rasgo muy personal: desafinaba parejo. Si de entrada erraba medio tono en un tango, mantenía ese desvío de modo constante. Esto podía suceder en cualquier momento, en el estrado de la confitería Adlon, de Florida y Tucumán, o incluso saliendo al aire por Radio Belgrano o Splendid. Entonces Kaplún se le acercaba para guiarlo, nota por nota, con su violín, apartándose del arreglo. Kaplún se había casado en 1933 con Amelia Altman, de apenas 17 años. Durante las épocas de mucho trabajo que sobrevinieron, Berta y Lidia, las dos hijas de los Kaplún, lloraban desconsoladamente al sentirse abandonadas por el padre, casi siempre ausente. Pero cuando regresaba les traía pizza de Las Cuartetas y helados de El Vesubio, como para que todo le fuera perdonado. Tal vez incluía en ese perdón aquel mundo de la noche, en el que sucedían cosas de las que nunca hablaba, que se suponían prohibidas, indecentes, que la familia debía ignorar aunque se diese por seguro que él atravesaba incontaminado todo aquello

martes, 13 de enero de 2015

LA VOZ PROFUNDA Y PEQUEÑA DEL TANGO

Luis Cardei fue un cantor de tangos que nació en el barrio de Villa Urquiza de Buenos Aires, Argentina el 3 de julio de 1944 y falleció en la misma ciudad el 18 de junio de 2000 luego de una carrera profesional en la que se destacó por su peculiar estilo interpretativo. Era hijo de Catalina Fontanella y Luis Eduardo Cardei, tenía una salud muy frágil pues padecía hemofilia, que le fue detectada a los 8 años, sufrió varias operaciones al punto que algunos años no pudo caminar y, finalmente quedó con una renguera. Los espacios naturales del niño –fútbol, juegos en el barrio- que su salud le vedaba los llenó escuchando mucha radio, en especial tangos: conocía todos los repertorios e imitaba a todos los cantores. Pese a esos problemas tenía un carácter animoso y, estimulado por sus amigos, se presentó en muchos concursos de tango de los barrios de Chacarita, La Paternal y Villa Urquiza en los que recibió aplausos pero nunca ganó. Tuvo distintos trabajos, desde levantar quiniela –que hizo durante más de diez años- hasta vendedor en tanto en paralelo seguía con el tango. Con su amigo bandoneonista Antonio Pisano cantaba, con pobre retribución, en cabarets de barrio y, más adelante, en locales gastronómicos como La guitarrita y El rincón de los artistas, de Villa del Parque y, finalmente, en "La esquina de Arturito", una cantina de Parque Patricios donde lo hizo durante 13 años, hasta que en 1994 fue descubierto y dio un salto a la popularidad cuando los dueños del Foro Gandhi y El Club del Vino le propusieron cantar para otros públicos. Tenía 50 años de vida y tango. A partir de allí, y en sólo 6 años, grabó tres discos, tuvo numeroso público que incluía a intelectuales y famosos. En el curso de un largo artículo dedicado al fenómeno que estaba encarnando el cantor en el corazón de la “bohemia de tango en Buenos Aires”, fue llamado Le boiteaux fascinant "el rengo fascinante" por la publicación francesa Le Monde. En 1997, cuando ya había grabado dos discos, el director Pino Solanas lo llamó para cantar en su película "La nube" y esa participación dio origen a un nuevo apodo: el nuevo Goyeneche. Durante su vida Cardei debió recibir numerosas transfusiones de sangre en razón de su hemofilia; a raíz de una de ellas contrajo una hepatitis C que provocó su fallecimiento el 8 de junio de 2000. Se había casado y tenía un hijo, Alfredo, nacido en 1975.

domingo, 11 de enero de 2015

EL MOROCHO Y EL ORIENTAL

Por mediación de un amigo, conoce en 1911 a Carlos Gardel en casa de un pianista apellidado Gigena situada en la calle Guardia Vieja del barrio del Abasto. Unido a Gardel, Francisco Martino y Saúl Salinas recorre la provincia de Buenos Aires y La Pampa en breves giras, donde les va mal monetariamente, pero les sirve para templar sus voces y sus vocaciones artísticas. Invitado por su amigo Pancho Taurel una noche del verano de 1913 a cantar en una rueda de amigos, acude acompañado por Gardel a la confitería "Perú" y de allí a una casa de la calle Viamonte a cenar. Luego de la cena y entusiasmada la reunión con el canto a dos voces de ambos, resolvieron seguirla en el "Armenonville", donde a la postre fueron contratados para actuar en ese renombrado cabaret, lugar donde quedó formalizado el que sería más famoso de todos los dúos criollos, el de Gardel-Razzano. Al año siguiente, 1914, debutan en el teatro "Nacional" como fin de fiesta en la compañía de Elías Alippi y Francisco Ducasse. Después otras compañías, otros teatros, giras al interior, Montevideo y también San Pablo y Río de Janeiro, en Brasil. Con el comienzo de la impresión de discos en la Odeón Nacional en 1917, el dúo ya está firmemente encaminado, hasta que da el formidable salto a España en 1923 con la compañía teatral de Matilde Rivera y Enrique de Rosas, para actuar en los teatros "Apolo" y "Price" de Madrid. En el año 1925 deja de cantar pero sigue al lado de su compañero como asesor varios años más, hasta que se distancian definitivamente. Reaparece grabando algunos discos por 1929 y al tiempo visita Cuba como secretario artístico de Charlo. Respecto a sus condiciones de autor y compositor, las mismas son discutibles, pues buena cantidad de las canciones que figuran como pertenecientes al dúo, son de otros autores, compositores, poetas, payadores, etc. o del acervo popular. De su correspondencia con su antiguo compañero mientras éste actuaba en el viejo mundo, reproducimos una carta que Carlos Gardel le enviara desde París: "Mi viejo y querido Pepe. Ayer estuve dos horas, entre copas, charlas y jarana, en «El Garrón» de la Rue Fontaine. Es un bodegón como los del Once, ni más ni menos. Pero en estos días se llena de franchutes, de americanos, hasta de japoneses, con un cargamento impresionante de plata. La fiebre del tango los lleva allí. Yo me acordaba de aquel debut del dúo Gardel-Razzano, en el viejo «Armenonville»... ¿Te acordás del julepe que tenía? Ahora aquí, convertido de repente en un señor, me doy cuenta de que, con todas las fulerías que pasamos, en el viejo «Armenonville» estábamos entre gente igual a nosotros, que sentían el tango tanto como nosotros mismos. Aquí, en cambio, el gotán es una moda pasajera y caprichosa como todas. Enteráte: para cantar tangos, hay que vestirse de gaucho. Y bueno, para no cambiar de tema, te sigo contando. «El Garrón» de que te hablo es propiedad de Pizarro, aquel bandoneonista que me presentaste hace tiempo. Su socio no es otro que el mismísimo Tano Genaro, que cada día toca mejor el bandoneón y está teniendo un éxito fabuloso aquí en París. En suma: un montón de argentinos alrededor de una mesa hablando del lejano y querido Buenos Aires. Al rato todos lagrimeaban... En tu carta me pedís que te cuente algo de mis actuaciones. Vos sabés que me gusta poco hablar de mí mismo, pero en fin. ...Estoy actuando en el famoso teatro «Empire». El empresario, hombre que es un verdadero lince para los negocios, me trabaja de fino. Como mi contrato con él termina dentro de pocos meses, ha empezado a mandarme regalos, a tratarme como si yo fuera el Maharajá de la India. Quiere que el contrato se estire unos meses más. Yo le dije que va muerto. Tengo que ir a Estados Unidos a filmar. A propósito, parece que la película se va a llamar «Melodía de Arrabal» o algo por el estilo. El flaco Le Pera está escribiendo el argumento, que es una maravilla. En cuanto a plata... todo lo que diga es poco. ¡Qué lejos están aquellos doscientos pesos por noche que solían pagarnos en Buenos Aires años atrás! Habrá más que suficiente para varias boleteadas en San Isidro, a manos de nuestro querido Leguisamo. Pero sobre todo, y eso lo sabés igual que yo, hermano, para que la vieja pueda darse todos los gustos, todos los lujos que le han faltado siempre. Eso es todo por ahora, pero créeme si te digo que no me olvido un momento de José Razzano, amigazo flor, a quien le envía su fraternal saludo, Carlos Gardel".

martes, 6 de enero de 2015

POR CUATRO DÍAS LOCOS

Rodolfo Aníbal Sciammarella, conocido como Rodolfo Sciamarella2 (Buenos Aires, Argentina, 8 de octubre de 1902 – 24 de junio de 1973)1 fue un pianista, compositor y autor argentino. Entre sus obras se encuentran, entre otras, No te engañes corazón, tango que supuso su estreno como compositor en 1926, Besos brujos, Vieja recova, Che Bartolo, Dos en uno, Qué fácil es decir, Hacelo por la vieja, Llévatelo todo, Pura sangre, De igual a igual y el Himno de las Américas. También colaboró en varias películas argentinas con sus creaciones. Exiliado a México con la caída de la presidencia de Juan Domingo Perón en 1955,3 y luego a España en 1962. En este último país continuó su carrera como compositor e intérprete de piano. En la actualidad y tras su fallecimiento, su obra sigue difundiéndose y sus principales éxitos forman parte del repertorio de muchas orquestas. Es también conocido por haber compuesto el jingle original del anuncio de Turrones El Lobo 5 "El Lobo, qué buen turrón/El Lobo, qué gran turrón/El Lobo es un manjar/Es el turrón que endulzará su paladar/El Lobo. Qué gran turrón", Filmografía Musicalización Por cuatro días locos (1953) Rebelión en los llanos (1953) A La Habana me voy (1951) Al compás de tu mentira (1950) Alma de bohemio (1949) El ídolo del tango (1949) Avivato (1949) Un tropezón cualquiera da en la vida (1949) La rubia Mireya (1948) El tango vuelve a París (1948) Recuerdos de un ángel (1948) Cristina (1946) La tía de Carlos (1946) Cinco besos (1945) La calle Corrientes (1943) Ven mi corazón te llama (1942) Elvira Fernández, vendedora de tienda (1942) El tesoro de la isla Maciel (1941) Un bebé de París (1941) Melodías de América (1941) Luna de miel en Río (1940) Isabelita (1940) El astro del tango (1940) De México llegó el amor (1940) La luz de un fósforo (1940) Los muchachos se divierten (1940) Mandinga en la sierra (1939) El sobretodo de Céspedes (1939) Los pagarés de Mendieta (1939) Kilómetro 111 (1938) Pampa y cielo (1938) El último encuentro (1938) Papá Chirola (1937) Besos brujos (1937) Muchachos de la ciudad (1937) ¡Tango! (1933) Compositor del tema musical Perón, sinfonía del sentimiento (1999) El fabricante de estrellas (1943) En el último piso (1942) Peluquería de señoras (1941) Si yo fuera rica (1941) Isabelita (1940) El ángel de trapo (1940) Ambición (1939) Adiós Buenos Aires (1938) Sol de primavera (1937) Ayúdame a vivir (1936) Guionista Los muchachos de mi barrio (1970) Por cuatro días locos (1953) Nace un campeón (1952) A La Habana me voy (1951) La barra de la esquina (1950) Piantadino (1950) Alma de bohemio (1949) Un tropezón cualquiera da en la vida (1949) Banda sonora Tango (1998) (guionista: "Quién hubiera dicho") La dama del velo (1949) (guionista: "No Te Perdono Más")

viernes, 2 de enero de 2015

MANUEL PIZARRO

nació en Buenos Aires (barrio de Almagro, en la calle Billinghurst 877), el 23 de noviembre de 1895 y falleció en Niza, Francia, el 1 de noviembre de 1982. De muy chico ayudó a la economía familiar trabajando como aprendiz en un taller mecánico ubicado en Sarmiento y Laprida. Con respecto a su comienzo y a la primera parte de su trayectoria en la música, él mismo nos contó: «Una de mis hermanas, como era costumbre en la época, estudiaba piano. A mí ese instrumento no me decía nada, la mayor de mis ambiciones era llegar a medio oficial en el taller donde trabajaba. Pero ocurrió que al lado de casa, estaba la peluquería de Don Leonardo y un día, al pasar por el frente, escuché una música que me cautivó. Me asomé y comprobé que provenía de un extraño instrumento, que un señor de grandes bigotes pulsaba suavemente sobre sus rodillas. Enseguida me enteré que ese señor era el famoso Juan Maglio Pacho, que vivía cerca, en Bulnes y Lavalle. A partir de ese momento todos los días que pasaba por el local preguntaba cuando vendría Pacho. «Luego de demostrar repetidas veces mi interés, Maglio accedió a enseñarme, yo tenía 14 años y desafiaba la firme oposición de mi padre, para quien los músicos eran vagos y mal entretenidos. Poco después con la complicidad de mi abuela obtuve mi propio bandoneón, su precio fue muy alto para la época, $ 200. «Pacho fue para mí un gran maestro. Me encaminó y me enseñó el teclado. Me gustaba también como ejecutaba cuando tocaba solo. Me agradaba su sonido y el matiz que le daba, por momentos fuerte, suave en otros. Tocaba bien con las dos manos. «A los pocos meses me fui independizando y ya no concurría tan seguido a verlo. Le llevaba la partitura de piano para que me marcara los acordes abriendo y cerrando. A todo esto, había comenzado a estudiar teoría musical con Carlos Hernani Macchi, gran flautista de la Guardia Vieja, que también era profesor de piano. Comencé mi carrera en un baile de patio a la vuelta de mi casa. Me pagaron diez pesos. Luego con mi hermano Domingo que tocaba la guitarra, hicimos muchos bailes de ese tipo y los fines de semana tocábamos en un café que estaba en Humahuaca y Agüero, era el O’Rondeman. El dueño era Yiyo Traverso y allí muy seguido cantaba Gardel mucho antes que le llegara la fama. A veces lo acompañé con mi bandoneón en algunas piezas criollas, pero me resultaba muy difícil seguirlo, a raíz del fraseo tan particular que ya empleaba, fue por 1910. «Mi debut fue al lado de mi maestro Juan Maglio cuando actuaba con su cuarteto en el Café Gariboto, de San Luis y Pueyrredón. Lo acompañaban José Bonano «Pepino» (violín), Leopoldo Thompson (piano) y Macchi (flauta). Yo era su reemplazo cuando llegaba tarde. Esto fue por 1913. Maglio era muy mujeriego y si encontraba una que le gustara, desaparecía por dos o tres días. Esto sumado a que perdía en las carreras, fue su perdición. A Thompson lo reemplazó Luis Suárez Tapia. Thompson era también guitarrero y por supuesto uno de los primeros contrabajistas. Al terminar en el Gariboto, Pacho se compró un café en la calle Paraná al que llamó Café Pacho. Quien lo alimentó para ponerlo fue la propia Casa Tagini, su productora, que aportó doce mil pesos. Y Suárez Tapia fue su socio. El resultado fue desastroso, porque la gente iba a escucharlo y dos por tres desaparecía. «Como compositor empecé en 1914 con el tango “Batacazo”. En 1915 integré un trío con Francisco Canaro y el Negro Ortiz en guitarra. Los parroquianos llamaban a Canaro «la coctelera», por la forma en que se movía al tocar y Ortiz, con el cuello de la camisa tan alto y duro, apenas podía mover la cabeza. «Poco tiempo después, formé parte de un cuarteto que incluía a Tito Rocatagliatta, Ernesto Ponzio y al pianista Nelson Paulos (su nombre era Niels Jorge Paulos, hermano menor de Peregrino Paulos) Nelson, aunque era casi una criatura, componía con mucha facilidad cosas tan lindas como “El distinguido ciudadano” e “Inspiración”. Como era tan joven no les daba importancia, razón por la cual, eran firmadas por su hermano.» (al respecto hubo opiniones desencontradas entre los investigadores, ya que son obras atribuidas a Peregrino, pero constituyen un dato confiable por venir de quien viene). «Era un desastre como se emborrachaban, uno más que el otro. Y yo, tranquilo en el medio. Además no había ninguna disciplina. ¿Ponzio?... era un matón. ¿Cómo violinista?... Tocaba muy poco, pero era un audaz. Tito Roccatagliata sí tenía escuela y conocimientos musicales y fue el creador de los pizzicattos. Después, volví a tocar con Tito junto a Juan Carlos Rodríguez, buen pianista y autor del tango “Queja indiana”, como segundo violín estaba Esteban Rovati. Con ellos viajamos a Huinca Renancó (La Pampa) para tocar en una escuela por el 25 de mayo. Nos acompañaba el dúo Ángel Greco-Ignacio Riverol. Fuimos contratados por tres días, pero las borracheras de Tito y sus enredos con las mucamas del hotel, hicieron que a los dos días el representante, conocido como El gaucho Casanave, nos dijera: «La orquesta está muy bien, pero terminan hoy mismo». Nos pagaron igual los tres días y nos mandaron de vuelta. «Me tocó el servicio militar en la isla Martín García. Finalizado ese capítulo de mi vida, toqué en el Tabarín de la calle Suipacha con la orquesta de Eduardo Arolas. Formaba pareja con él, el pianista era Pascual Cardarópoli quien por entonces, hacía furor con un tango suyo, “La sonámbula”. Luego estaban Rafael Tuegols y Julio De Caro, que era un pibe, en violines. Había un violoncello, El Alemán Fritz. «Arolas no era un gran técnico, pero tenía garra, era fuerte y ello se manifiesta en su orquesta que era más rítmica que la de Pacho. Más tarde toqué con El Rengo Ernesto Zambonini, violinista, fue en el Café La Morocha. Varias veces toqué con Vicente Greco. «En 1918, fui a Córdoba, cumpliendo una gira, me acompañaron Humberto Canaro (piano) y los violinistas Rovati y un muchacho de mi barrio de apellido Pizella. Actuamos en un café de camareras Las Delicias, allí conocí a Ciriaco Ortiz de pantalones cortos, quien actuó después en mi orquesta. «De regreso toqué en el Bar Maipú, ahí estuve dos años junto a cinco músicos franceses, una noche uno de ellos me demostró como tocaban el tango en Francia. A partir de entonces alenté la esperanza de viajar para hacerles conocer el genuino tango criollo. Hasta que una noche caminando por la calle Corrientes me crucé con Pirincho Canaro. Me dijo que por encargo de la empresa Lombart, se hallaba buscando músicos para ir a tocar a Francia, era 1920. Canaro me encargó formar una orquesta. Acepté y al otro día lo fui a buscar al Tano Genaro Espósito. El contrato era para actuar en el Tabarís, de Marsella, durante un año a cincuenta francos por día. Genaro aceptó y luego se lo propuse a los franceses que tocaban conmigo, sólo uno se anotó, Víctor Jachia, era de Marsella, tenía su familia allí y llevaba doce años de ausencia. «Partimos en el paquebote Garona, el 15 de agosto de 1920. El destino quiso que en medio del viaje Jachia se enfermara y falleciera, su cuerpo fue arrojado al mar».