" de chiquilín te miraba de afuera"

" de chiquilín te miraba de afuera"
cafe de Garcia

viernes, 26 de agosto de 2016

"UN DESCANSO DOMINICAL QUE FUE OVIDIO CÁTULO "

Ovidio Cátulo González Castillo Nacimiento Argentina 6 de agosto de 1906 Buenos Aires Muerte 19 de octubre de 1975 Buenos Aires, Argentina Ocupación Letrista y compositor. Su padre José González Castillo, de ideología anarquista, pretendió inscribirlo en el Registro Civil como Descanso Dominical González Castillo, pero como se lo negaron sus amigos le convencieron para que cediera y entonces le anotó con el nombre con el que finalmente pasó a la historia. Pasó parte de su infancia en Chile, donde su padre debió exiliarse a causa de sus ideas anarquistas y regresó a la Argentina en 1913. Por su parte Cátulo estuvo afiliado al Partido Comunista. A sus 17 años compone Organito de la tarde, su primer tango, al tiempo que practica boxeo, llegando a ser campeón argentino de peso pluma y preseleccionado para las olimpíadas de Ámsterdam. En 1926 viaja por primera vez a Europa, donde luego va a dirigir su propia orquesta. Durante la década del `30, obtiene una de las cátedras del Conservatorio Municipal Manuel de Falla. Hacia 1950 llegará a ser director de dicho conservatorio, cargo con el que se jubiló. Durante los ´40 y 50´, cuando el tango vuelve a su apogeo, se consagra a la poesía y escribe con los compositores más destacados: Mores (Patio de la Morocha), Pontier (Anoche), Pugliese (Una vez), Piana (Tinta roja y Caserón de tejas), y su gran colaborador desde 1945: Aníbal Troilo (María, La última curda, Una canción). Se dedicó al periodismo en diversas revistas, publicó el libro Danzas Argentinas (1953), hizo canciones para distintas películas, escribió el sainete lírico El Patio de la Morocha (con música de Troilo), fue secretario y presidente de SADAIC en distintos ciclos. En 1953 fue designado presidente de la Comisión Nacional de Cultura de la Nación. En 1955 la dictadura autodenominada Revolución Libertadora (Argentina) lo despoja de todo lo que había conseguido. Su esposa, Amanda Pelufo, se refiere en estos términos a aquella época: “Lo teníamos todo y de pronto, en 1955, nos quedamos sin nada. Cayó Perón, llegó la Libertadora y a Cátulo lo echaron de todas partes. Ya no pudo tener cátedras, ni dirigir SADAIC, ni estar en Cultura. Ni siquiera pudo cobrar sus derechos de autor porque SADAIC, precisamente, fue intervenida. En el peor momento hasta llegaron a prohibir que se pasaran sus temas por radio. No le perdonaron nada. Para empezar que un tanguero estuviera en Cultura. Después que haya sido el primero en llevar el tango al Colón… Vendimos todo y nos recluimos. Cátulo escribía tangos, pintaba al estilo de Quinquela y sobre todo descubrió su amor por los animales. Llegamos a tener 95 perros, 19 gatos y dos corderitos: Juan y Domingo” . A raíz de la persecución de la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu debió abandonar su profesión. Siendo incluido en las listas negras junto a decenas de tangueros como Hugo del Carril, Nelly Omar, Héctor Mauré, Anita Palmero, Chola Luna, entre otros, fueron perseguidos por sus ideas políticas y prácticamente nunca más volvieron a trabajar hasta su caída.3 Con el deshielo de los 60, vuelve a plena actividad. Sigue componiendo, escribiendo guiones radiales, trabajando en SADAIC. Publicó la novela Amalio Reyes un hombre, que llevó al cine Hugo del Carril. También publicó Prostibulario, acerca del cual se cartea con Perón, en 1971. Su obra resulta indiscutible por el éxito alcanzado: “María”, El último café”, “La última curda”, “La Calesita”, “Café de los Angelitos”, “Desencuentro”, “Y a mi qué”, “A Homero”, “Arrabalera”, “Mensaje”, “Tinta roja”, “Patio mío”, “Caserón de tejas” y tantos otros. En 1974, lo designan Ciudadano ilustre de la ciudad de Buenos Aires. Al recibir el galardón, Cátulo relató esta breve fábula: “El águila y el gusano llegaron a la cima de una montaña. El gusano se ufanaba de ello. El águila aclaró: `Vos llegaste trepando, yo volando´. ¿Pájaros o gusanos? – inquiría Cátulo – he aquí una pregunta clave”. Falleció el 19 de octubre de 1975.

viernes, 12 de agosto de 2016

"EL CIEGUITO ASPIAZÚ"

Aspiazú, Bernardino Eusebio Guitarrista y violinista (20 mayo 1865 - 15 noviembre 1945) El 9 de julio de 1879, vivía con su madre, en el entonces pueblo de Flores, cuando decidió asistir a los festejos que por la fecha patria se realizaban en la Plaza del Congreso, donde abundaban los fuegos de artificio y las bombas de estruendo. Como muchachito curioso, se acercó demasiado a los elementos pirotécnicos y la desgracia se ensañó con él. Una de las bombas explotó dentro del mortero que las lanzaba y un fogonazo le dio en el rostro. Las lesiones le produjeron una irreversible ceguera. El fin del siglo XIX lo tiene actuando junto a Luis Teisseire, Carlos Hernani Macchi y el violinista Julián Urdapilleta. Recordaba que por los años 90 en lo de Hansen no se conocía el tango, allí sólo se ejecutaban canzonetas y trozos de ópera. Recibiendo el doble de paga se incorporan a este local dejando el Kiosco, y allí ellos introducen el tango. Por entonces, se produce un grave incidente en el cual está presente. Es posible un fallo de su memoria pues ya habían transcurrido más de 40 años, él afirmaba que se produjo en Hansen, pero el parte policial informó que fue en el Kiosco, el 22 de diciembre de 1901. En ese lugar, el habitual concurrente Juan Carlos Argerich le propinó un botellazo a José Traverso (Cielito) y, luego de una batahola, se apagaron las luces, sonó un disparó y el muchacho fue muerto. Según Aspiazú, escuchó que Argerich, un niño bien, le pidió a Roque Rinaldi que tocaran “La tirana”, pues quería bailarlo, el músico respondió que no lo sabían, ese tema lo hacía Genaro Vázquez. «—El que no toca “La tirana” no puede ser buen músico», agregó el joven. «—Son músicos y de los buenos», terció Traverso. A partir de allí, la pelea. Muchos fueron presos, los músicos durante ocho días, Traverso recibió una condena por diez años, que pasados dos fue conmutada y convertida en destierro, por lo que tuvo que marcharse a Uruguay. «De regreso pasamos al Tambito —recordaba— y allí se trabajaba sólo en el verano, en el invierno salíamos a la campaña». En este ir y venir por los tradicionales lugares aledaños al bosque de Palermo, conoce a Ernesto Ponzio, a Juan Carlos Bazán, a Enrique Saborido, a Alcides Palavecino y a Roberto Firpo. Este último, con no más de 13 años, ya había compuesto el tango “Don Alberto [d]”. También actuó en los quilombos de San Fernando y otra vez en el Kiosco hasta 1910, cuando fue demolido. «Ramos Mejía fue un profeta, en 1883 me dijo: “Te aseguro que el bandoneón va a llegar al Colón”. Se refería al viejo teatro inaugurado el 25 de abril de 1857 y demolido en 1888. En el Kiosco nos vino a ver un señor que nos invitó a su casa. Poseía un aparato novedoso, el fonógrafo, que permitía escuchar cilindros. Con Miguel Logiovine, Genaro Vázquez y Valentín Sánchez grabamos unas cuantas piezas». En 1913, fallece su esposa y abandona parcialmente la música para dedicarse al cuidado de sus hijos, aunque debe mantenerse y para ello, durante varios años, se presenta en ciudades del interior, de modo especial se cita la parrilla de Giandulia, de la ciudad de Rosario, conocida como La Carmelita. Pero cuando Ernesto Ponzio, que estaba preso, sale de la cárcel en 1928 y se une al Gordo Bazán, allí está nuevamente, frente a un público más numeroso y entendido. Hasta alrededor de 1933 permanecieron unidos. En 1932, integra una orquesta en el Teatro Nacional, para la obra El tango porteño, de Pascual Carcavallo.