" de chiquilín te miraba de afuera"

" de chiquilín te miraba de afuera"
cafe de Garcia

domingo, 24 de mayo de 2015

"EL CARNIZA CANTOR"

De pibe le gustó cantar. A los nueve años aprendió el oficio de carnicero y con el tiempo tuvo puesto propio en un mercado de la esquina de Azara y Gualeguay. Sus inquietudes artísticas se ven concretadas en lo inicios del año 1928, en forma un tanto casual. Así lo cuenta el propio cantor: «Un amigo mío, Miguel Colantone, que era vendedor de discos en la casa Max Glücksmann, me presentó a Roberto Firpo, que estaba seleccionando cantores. Fui y canté en su propia casa, le gusté y firmamos contrato. Debuté con su orquesta en el Teatro Casino, recuerdo haber cantado “Alma de bohemio” y “Ya no cantas chingolo (Chingolito)”». La primera incursión en un estudio discográfico, para el sello Odeon, fue exactamente el 8 de febrero del mencionado año, ese día registró cuatro tangos: “Lamentos”, “Lechuza”, “¿Sos aquella mascarita?” y “Despedida”. La orquesta de Firpo intervenía en los recordados concursos organizados por Max Glüsckmann en el Palace Theatre de la calle Corrientes, como los temas a aprender en poco tiempo superaban su capacidad, recurrió a un apuntador cada vez que debía hacerlo. Esta tarea la cumplió Miguel Bucino, buen bailarín y mejor amigo de tantos tangueros. Teófilo dijo en un reportaje: «Grabábamos tres veces por semana y la empresa nos pagaba 25 pesos por disco.» Si bien él, alguna vez mencionó que con Firpo superó las 400 grabaciones, quienes estudiaron los registros de la casa grabadora contabilizaron aproximadamente 140 títulos, hasta el 21 de noviembre de 1929, fecha en que finaliza sus actuaciones con el maestro. “Tristezas”, “No es más que yo”, “Ahora no te quiero” fueron los últimos estribillos. Cuando dejó la orquesta de Firpo es reemplazado por Carlos Varela. Enseguida, intentó unas presentaciones a dúo con Néstor Feria pero muy pronto se separan. Al tiempo, se incorporó al sello Victor para intervenir en las orquestas de la empresa, así desfila por la de Adolfo Carabelli, por la Orquesta Típica Porteña, por la Orquesta Victor Popular, por Los Provincianos, por la de Carlos Marcucci y también por la propia Orquesta Típica Victor. A mediados del año 1931, se traslada al sello Brunswick para cumplir similar función, poner su voz en las formaciones de la casa que se lo requieran. Graba con Julio De Caro los valses “Sueño de juventud” y “Serenata de ayer”, los títulos más destacados. Con Edgardo Donato cerca de treinta temas, de ellos destaco la ranchera “Con tarjeta de cartón”, muy curiosa porque su letra está basada en un hermoso poema de Raúl González Tuñón. También lo hace con Ricardo Brignolo y más de 20 registros con Osvaldo Fresedo. También estuvo con la Rondalla Los Baturros y cuando el sello Brunswick desaparece, luego de un incendio, retorna a Victor. Llegó su momento de cantor solista y como tal se presentó en diversos locales y en radio. En 1934, volvió a grabar con la orquesta de Carabelli y con la Típica Victor. En esta última, con la curiosidad de grabar, con letra de Andrés Baldesarri, el tango “Derecho viejo” de Arolas, al que Gabriel Clausi le creó otra letra en 1974 y fuera llevada al disco por Nelly Omar. De la primera, posiblemente la de Teófilo haya sido la única versión y sólo canta un fragmento. Esto ocurrió el 1° de junio de 1934. Cuatro años mas tarde, el pianista Rodolfo Biagi se independizó de Juan D’Arienzo y formó su orquesta, su primer vocalista fue Teófilo Ibáñez. Actuó ocho meses entre 1938 y 1939, período en el cual nos legaron 8 recordados registros: los tangos “Gólgota” y “Alma de bohemio”, los valses “Viejo portón”, “La loca de amor” y “Lejos de ti” , la milonga “Campo afuera” y, por último, el tango “La novena”, de Miguel Bonano y Alfredo Bigeschi, donde al final, solamente recita una parte de la letra. El total de sus grabaciones supera los 260 registros. Se alejó pronto del medio artístico, aunque siguió cantando en rueda de amigos y en diversas reuniones. Fue autor de algunos títulos, entre ellos: “El mundo está loco”, “Siempre soñar” y uno que sobresalió por encima de todos y que está en la galería de las obras clásicas de nuestra música popular, el vals “La vieja serenata”, con la justa letra de Sandalio Gómez. Aquellos versos que evocan los barrios de su tiempo y los castos amores juveniles declarados al pie de alguna ventana: «Mujer, mujer, no te olvides, de aquel que fue tu cantor.

domingo, 10 de mayo de 2015

UN CANTOR DE BARRIO

Durante su adolescencia, se hizo llamar Armando Barrié y bajo ese seudónimo formó un dúo con su amigo Carlos Fiorina. Ambos tocaban la guitarra y Armando era la voz principal. Se presentaban en reuniones barriales, familiares o simplemente de amigos. Solían ir con sus guitarras a fiestas de casamientos a pesar de no haber sido invitados y terminaban cantando y animando la reunión. Al final, se repartían la propina obtenida. Por esos tiempos, todo tipo de evento era válido para hacerse conocer y ganarse unos pesos. De joven integró la orquesta de Francisquín, una formación quilmeña muy reconocida por aquel entonces en el barrio. En 1934, Carlos Gardel cantó en el teatro Cristoforo Colombo de Quilmes. Armando, desde pequeño, ya era un gran admirador del Zorzal Criollo. No sólo tuvo el lujo de verlo cantar, sino que pudo conocerlo y saludarlo personalmente en la plaza que estaba frente al teatro. Le dio la mano y Gardel le firmó un autógrafo. Era aún un adolescente cuando empezó a dar sus primeros pasos profesionales en los cabarets del barrio de La Boca, entre ellos, en el Charleston, ubicado en la calle Don Pedro de Mendoza y Necochea. Era un ambiente bastante pesado en comparación a otros cabarets de Buenos Aires. Por la cercanía con el puerto, estaba frecuentado por marineros y por oscuros personajes de la ribera. Con el tiempo, fue progresando en la calidad de los escenarios, haciendo exitosas presentaciones en el famoso Café de los Angelitos. Tanto fue así que, en el año 1946, cuando Enrique Campos dejó la orquesta de Ricardo Tanturi, gente de confianza del director recomendó a Armando para hacer una prueba. Interpretaba muy bien los tangos de Campos, pero terminó rechazando la oferta debido a que Tanturi quería que imitara al cantor uruguayo, sin darle la posibilidad de hacerlo con su estilo propio. Es interesante destacar que no solo cantaba tangos, milongas y valses, también le gustaba mucho interpretar folklore. Por esos tiempos, a modo de solista, en su costado folklórico se hacía llamar Armando Duval. En 1957, fue convocado por Fulvio Salamanca, quien había formado su propia orquesta, luego de estar 17 años junto a Juan D'Arienzo. Realizó la prueba interpretando “El Tigre Millán”, Fulvio se dio cuenta que ese tango no iba con su estilo, así que lo probó con otros temas y lo contrató. Desde ese momento, por iniciativa del director, el cantor pasó a llamarse Armando Guerrico, nombre que conservaría para siempre. Se convirtió en el cantante emblemático de la orquesta y el que más discos grabó, dejando 20 exitosos registros. Sus primeros temas fueron “Mano cruel” y “Adiós corazón”, en 1957, hasta llegar a los cuatro últimos, en julio de 1961, “Quereme corazón” de Cayetano Ziccaro y Enrique Josis, “Dónde estás cariño”, “Y el último beso” y “La uruguaya y la porteña”. En 1963, dejó la orquesta de Salamanca y continuó su carrera como solista, realizando trabajos con varias agrupaciones entre ellas, la de Oscar de la Fuente y la de Roberto Zanoni. Con Zanoni formó Los Cuatro para el Tango con Armando Guerrico. Realizaron giras y grabaron dos discos de larga duración. En 1967, grabó con Oscar de la Fuente: “Bomboncito” y “No digas que no”, una guarania en tiempo de tango del director acompañante y Lorenzo Spanu, en el sello Doma. Y de los mismos autores, dos años más tarde, registraron “Melodía para una novia”, en el sello Forever. En este mismo sello, llevó al disco una serie de rancheras acompañado por la orquesta de Daniel Lomuto. Lamentablemente, estas cintas se extraviaron y nunca salieron a la venta. Nunca dejó de cantar folklore y, cuando podía, se presentaba a cantar en alguna fiesta o reunión. En el año 1970 realizó su última presentación profesional, interpretando música nativa en el escenario de Mi Refugio, a metros de Radio El Mundo. Para la sorpresa de muchos, lo hizo con el nombre artístico de Armando Duval. Luego se retira definitivamente y muere a los 91 años.

jueves, 7 de mayo de 2015

UN POETA POPULAR

Enrique Dizeo nació en la ciudad de Buenos Aires, el 26 de julio de 1893, hijo de Francisco Dizeo y Francisca Bruno. ¿Estudios cursados?, los primarios y nada más. Luego la calle, permanente escenario de sus correrías de muchachito inquieto, transitando esos barrios de infancia que fueron, en diferentes momentos, San Cristóbal, Boedo o Parque de los Patricios. Trabajó en distintos lugares, sin oficio, y siempre ocasionalmente. La bohemia, aunque sin desbordes, lo atrapó tempranamente, pero mantuvo ciertos códigos de conducta que lo apartaron de la pillería o el malandrinaje. Y así, desde muy jovencito, la calle, el verso y la tertulia nochera concluyeron por definir su personalidad. Su inclinación por la poesía popular, a la que accedió más por instinto, sensibilidad y una natural y despierta inteligencia, tuvo sus primeras manifestaciones en un centro con veleidades artísticas: Los hermanos Fachabruta, conjunto carnavalesco donde dio a conocer sus primeros garabatos rimados. Y fue precisamente a través de ese conjunto que vio la luz su primer tango, el que alcanzó cierta notoriedad: “Romántico bulincito”, con música de Augusto Gentile. De ahí en más, salvo algún esporádico empleo, su pasión y su profesión fue el tango. También el mundo del turf —los burros— (los caballos pura sangre) sería el otro ámbito donde se desarrolló su vida. Y así, como producto de esa mezcla de poeta y trovero de esquina, comenzó su producción autoral, a la que Gardel habría de darle, en la década del 20, difusíón y afirmación. Y alcanzó a dominar un lenguaje que tiene estrecha relación con el lunfardo, en donde también lo ciudadano se confunde con lo arrabalero en armónica aleación, para ofrecer pinturas y expresiones de auténtico carácter porteño. Sin embargo, con estos favorables antecedentes, cuando un conjunto de intelectuales como José Gobello, Luis Soler Cañas, León Benarós y Nicolás Olivari a la cabeza, se autoconvocaron para crear la Academia Porteña del Lunfardo y lo invitaron para firmar el acta fundacional, Enrique Dizeo desestimó esa invitación y no concurrió a refrendar aquel importante documento. Suponemos que su falta de disciplina y cierto desorden en su vida privada fue lo que incidió para que tomara esa decisión. Vivió y murió soltero, aunque se le conocieron algunas aventuras amorosas, ninguna de las cuales consiguió atarlo al matrimonio. Una de esas mujeres estuvo a punto de lograrlo. Fue una relación última, de casi veinte años, «pero se mancó en el final». Quedó empedernidamente célibe, pero en soledad. Sus últimos años los vivió en el barrio de Floresta, en la calle Candelaria 201. Murió en Buenos Aires el 6 de mayo de 1980.