Blomberg, Héctor Pedro
Letrista
(18 marzo 1889 - 3 abril 1955)
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina
Su abuelo paterno era un marino noruego y su madre (Cecilia López), según nos relata Eduardo Moreno, era una excelente escritora y traductora, de nacionalidad paraguaya y sobrina del mariscal Francisco Solano López. Esta mujer que vivió hasta los noventa y siete años constituyó, posiblemente, el principal estímulo de su vocación poética.
Inició estudios en la facultad de Derecho, pero esta no lo sedujo y pronto la abandonó. Los viajes, en cambio, fueron una constante en su vida.
Un día del año 1911 caminaba por el puerto cuando avistó un barco listo para partir hacia Noruega. Marchó a su casa, preparó lo necesario y se embarcó. Retornó dos años más tarde, con las imágenes de muchos países recorridos y un sinnúmero de versos, que al tiempo fueron considerados en las revistas populares de la época, como Caras y Caretas y Fray Mocho. Tras ellos sus primer libro de poemas La canción lejana (1912). Le sucedieron otros títulos, por años olvidados: A la deriva (1920), Gaviotas perdidas (1921) y algunos otros. En el año 1929 se publicó una recopilación de sus artículos periodísticos que se tituló Las puertas de Babel.
Pero el poeta devino en escritor popular, lugar donde se sintió cómodo e inspirado. La poesía dejó de ser su principal expresión, es posible que la haya considerado una necesidad de su primera juventud, pero también que haya sido atraído por el aplauso fácil y el dinero rápido que la poesía nunca le daría.
Su amistad con Carlos Schaeffer Gallo lo transportó a un mundo diferente, el teatro y la radio. Escribió relatos para Radio Splendid en 1929. Tenían otro contenido que el de sus poemas, ya no eran imágenes de marineros y tierras exóticas. Los episodios que fue creando eran bien de tierra firme y reflejaban los hechos que habían ocurrido algunas décadas antes de su propio nacimiento, incluso en las mismas calles que lo vieron crecer.
Con una mezcla interesante de realidad y ficción, tratando de evitar resquemores que pudieran aparejarle inconvenientes políticos, sus personajes fueran inventados, especialmente para sus obras. Así surgieron sus historias de Unitarios y Federales, las acciones de la feroz Mazorca del Brigadier Juan Manuel de Rosas y los amores prohibidos por ideas desencontradas.
El equilibrio consistía en que los malos no eran tan malos, ni los buenos tan buenos. El escritor había encontrado la temática que no abandonaría más, que signaría finalmente toda su obra. Y el público le respondía entusiasmado por aquellas acciones grandilocuentes que se desarrollaban en escenarios donde transitaban personajes bien caracterizados y definidos de la historia reciente. La lucha entre el mal y el bien, la condición feroz de unos y la nobleza y la bondad de otros y el amor siempre presente, sufrido y recatado, propio de la época.
Junto a Schaeffer Gallo a Carlos Max Viale Paz y al afamado actor Elías Alippi llegó al teatro, al «género chico», como se definía al sainete, propuesta cultural de consumo masivo, vehículo dramático y romántico con toques humorísticos y con el especial atractivo de sus canciones. Esto último, lo impuso Alberto Vaccarezza, director de una compañía teatral con su obra Barcos Amarrados, escrita en colaboración con Pablo Suero, donde el galán también era cantor y, en este caso en particular, nada menos que Ignacio Corsini.
Corsini y Blomberg se hicieron muy amigos y el cantor le propone la colaboración de su guitarrista Enrique Maciel para musicalizar sus versos. De esta comunión surge su primera y más difundida obra: “La pulpera de Santa Lucía”, que comenzó con una frustración para luego lograr la gloria.
El Caballero Cantor la estrena en Radio Prieto en 1929, luego pasa al teatro y a los estudios de grabación. En pocos meses se vendieron más de doscientas mil copias. Fue sin duda la canción emblemática de Corsini.
Con Enrique Maciel construyó toda su obra, excepto el vals “Novia del mar” que lo hizo en colaboración con Otto Wiengreen y la ranchera “Bajo la santa Federación”, en colaboración con Salvador Merico. Todas fueron llevadas al disco por Ignacio Corsini con las guitarras de Rosendo Pesoa, Enrique Maciel y Armando Pagés.
Los títulos que fueron grabados por Corsini fueron: “El adiós de Gabino Ezeiza” (milonga), “La pulpera de Santa Lucía” (vals), “La mazorquera de Monserrat” (tango), “Violines gitanos” (tango), “Tirana unitaria” (tango), “La viajera perdida” (tango), “La que murió en París” (tango), “Siete lágrimas” (canción), “La guitarrera de San Nicolás” (vals), “No quiero ni verte” (vals), “Los jazmines de San Ignacio” (canción), “La canción de Amalia” (vals), “La china de la Mazorca” (canción) y “Me lo dijo el corazón” (tango).
La obra poética de Blomberg durmió mucho tiempo en las bibliotecas y en 1950 fue rescatada entre otros por el poeta Raúl González Tuñón, que reconoció la existencia de una deuda lírica con Blomberg.
Alguien lo describió como un flaco alto y silencioso, similar a los marinos nórdicos que navegaban por su imaginación. Un hombre caballero y buen amigo cuya personalidad se sintetiza en la siguiente anécdota: su libro A la deriva fue considerado ganador del primer premio municipal de poesía de 1920. El segundo lugar le correspondió a Alfonsina Storni. Cuando Blomberg se entera, momentos antes de la proclamación oficial, le dijo al jurado «Las damas primero». El jurado aceptó su sugerencia y se cambió el orden de premiación. Alfonsina resultó la ganadora.
Eduardo Moreno nos comentó otra anécdota sobre este buen amigo: «Cuando fue corresponsal en París del diario La Razón, lo acompañó una chica en el rol de secretaria. Una muchacha muy preparada, egresada de filosofía y letras, que antes había sido empleada en el diario Última Hora, donde colaboraba con Samuel Linnig (el autor de “Milonguita (Esthercita)”). En París la chica se encargaba de difundir por todos los medios las notas que Blomberg escribía sobre el tango. El destino quiso que durante su estadía la muchacha enfermara y falleciera muy pronto. Este desdichado suceso lo inspiró para escribir “La que murió en París”. Se llamaba Alicia Elsa French y era descendiente del prócer de la Revolución de Mayo, Domingo French».
Ni Charlo, ni Gardel grabaron temas de Blomberg. Solamente Magaldi, una vez, con la canción “La parda Balcarce”, registrada el 28 de septiembre de 1932. Héctor Blomberg fue sin dudas el letrista exclusivo de Ignacio Corsini.