" de chiquilín te miraba de afuera"
martes, 28 de enero de 2014
LA ÑATA GAUCHA
Azucena Maizani 1902-1970
A comienzos de 1922 la compañía de César y Pepe Ratti, del teatro Apolo, publicó un réclame pidiendo señoritas para El rey del cabaret, de Manuel Romero, Azucena Maizani, entre muchas aspirantes, consiguió un papel de cabaretera: Aparecía una única vez en escena; en tono de cuplé cantaba una brevísima letrilla que ilumina la seductora y voluptuosa figura de la francesita: «je suis Mimí, je suis Mimí/la alegre y loca/así me llamo en Francia/pero nací en La Boca». Actuó en películas mudas y cantó para la orquesta de Francisco Canaro en el Pigall. Después de esas mínimas apariciones, Alberto Vacarezza la convoca para el elenco de su sainete. A mí no me hablen de penas y escribe especialmente para ella Padre nuestro, musicalizado por Enrique Delfino. Era la primera vez que se escribía un tanto para una intérprete femenina. El 23 de junio de 1923, el día del estreno, el público que colmaba El Nacional la ovacionó y tuvo que repetir ese tango en cinco oportunidades. Esa noche, y asociada a ese tango, nació la fama de la Maizani.
Azucena Josefa Maizani nació el 17 de noviembre de 1902 en Buenos Aires. Hasta los cinco años vivió en Palermo, en una casa de la calle Guatemala. Su precaria salud la obligó a trasladarse, al cuidado de unos parientes a la Isla Martín García. De regreso a Buenos Aires, a los diecisiete años, trabajó como costurera en una camisería del Abasto.
Tras el éxito de Padre nuestro, intervino al lado de Florencio Parravicini en Cristóbal Colón en la Facultad de Medicina. La radio y los discos grabados con Canaro afirmaron el éxito de «La Ñata Gaucha». Su voz, como entre sollozos y quejas, encontró una modulación definitiva para el tango: el énfasis puesto en el sentimiento y el privilegio de la letra sobre la música. Su estilo se adapta naturalmente a las composiciones de mayor intensidad dramática. Solía presentarse en público vestida de hombre y su incomparable voz alcanzaba momentos de rara virilidad.
Envuelta en un aire de mujer fatal, tuvo una vida amorosa rodeada de acontecimientos oscuros y dolorosos. Su primer matriomonio fracasó al morir un hijo recién nacido; se casó después con el compositor uruguayo Roberto Zerrillo; su tercera pareja, Ricardo Colombres, se suicidió de un balazo; muchos le adjudicaron un secreto romance con Gardel y, durante los primeros años del ’40, la prensa cuestionó severamente la enigmática paternidad de su hija María Alicia.
Mano a mano, Hacelo por la vieja, Esta noche me emborracho, Yira yira, junto con sus propios tangos, Pero yo sé y La canción de Buenos Aires, constituyeron los hitos más celebrados de su repertorio. Realizó varias giras por Europa, EE.UU. y Latinoamérica.
Se despidió del público en 1962 en un homenaje realizado en el teatro Astral, cantando su primera gran interpretación: Padre nuestro. Ocho años después, el 15 de enero de 1970, la «gloria femenina del tango» moría en Buenos Aires.
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