" de chiquilín te miraba de afuera"

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cafe de Garcia

domingo, 11 de enero de 2015

EL MOROCHO Y EL ORIENTAL

Por mediación de un amigo, conoce en 1911 a Carlos Gardel en casa de un pianista apellidado Gigena situada en la calle Guardia Vieja del barrio del Abasto. Unido a Gardel, Francisco Martino y Saúl Salinas recorre la provincia de Buenos Aires y La Pampa en breves giras, donde les va mal monetariamente, pero les sirve para templar sus voces y sus vocaciones artísticas. Invitado por su amigo Pancho Taurel una noche del verano de 1913 a cantar en una rueda de amigos, acude acompañado por Gardel a la confitería "Perú" y de allí a una casa de la calle Viamonte a cenar. Luego de la cena y entusiasmada la reunión con el canto a dos voces de ambos, resolvieron seguirla en el "Armenonville", donde a la postre fueron contratados para actuar en ese renombrado cabaret, lugar donde quedó formalizado el que sería más famoso de todos los dúos criollos, el de Gardel-Razzano. Al año siguiente, 1914, debutan en el teatro "Nacional" como fin de fiesta en la compañía de Elías Alippi y Francisco Ducasse. Después otras compañías, otros teatros, giras al interior, Montevideo y también San Pablo y Río de Janeiro, en Brasil. Con el comienzo de la impresión de discos en la Odeón Nacional en 1917, el dúo ya está firmemente encaminado, hasta que da el formidable salto a España en 1923 con la compañía teatral de Matilde Rivera y Enrique de Rosas, para actuar en los teatros "Apolo" y "Price" de Madrid. En el año 1925 deja de cantar pero sigue al lado de su compañero como asesor varios años más, hasta que se distancian definitivamente. Reaparece grabando algunos discos por 1929 y al tiempo visita Cuba como secretario artístico de Charlo. Respecto a sus condiciones de autor y compositor, las mismas son discutibles, pues buena cantidad de las canciones que figuran como pertenecientes al dúo, son de otros autores, compositores, poetas, payadores, etc. o del acervo popular. De su correspondencia con su antiguo compañero mientras éste actuaba en el viejo mundo, reproducimos una carta que Carlos Gardel le enviara desde París: "Mi viejo y querido Pepe. Ayer estuve dos horas, entre copas, charlas y jarana, en «El Garrón» de la Rue Fontaine. Es un bodegón como los del Once, ni más ni menos. Pero en estos días se llena de franchutes, de americanos, hasta de japoneses, con un cargamento impresionante de plata. La fiebre del tango los lleva allí. Yo me acordaba de aquel debut del dúo Gardel-Razzano, en el viejo «Armenonville»... ¿Te acordás del julepe que tenía? Ahora aquí, convertido de repente en un señor, me doy cuenta de que, con todas las fulerías que pasamos, en el viejo «Armenonville» estábamos entre gente igual a nosotros, que sentían el tango tanto como nosotros mismos. Aquí, en cambio, el gotán es una moda pasajera y caprichosa como todas. Enteráte: para cantar tangos, hay que vestirse de gaucho. Y bueno, para no cambiar de tema, te sigo contando. «El Garrón» de que te hablo es propiedad de Pizarro, aquel bandoneonista que me presentaste hace tiempo. Su socio no es otro que el mismísimo Tano Genaro, que cada día toca mejor el bandoneón y está teniendo un éxito fabuloso aquí en París. En suma: un montón de argentinos alrededor de una mesa hablando del lejano y querido Buenos Aires. Al rato todos lagrimeaban... En tu carta me pedís que te cuente algo de mis actuaciones. Vos sabés que me gusta poco hablar de mí mismo, pero en fin. ...Estoy actuando en el famoso teatro «Empire». El empresario, hombre que es un verdadero lince para los negocios, me trabaja de fino. Como mi contrato con él termina dentro de pocos meses, ha empezado a mandarme regalos, a tratarme como si yo fuera el Maharajá de la India. Quiere que el contrato se estire unos meses más. Yo le dije que va muerto. Tengo que ir a Estados Unidos a filmar. A propósito, parece que la película se va a llamar «Melodía de Arrabal» o algo por el estilo. El flaco Le Pera está escribiendo el argumento, que es una maravilla. En cuanto a plata... todo lo que diga es poco. ¡Qué lejos están aquellos doscientos pesos por noche que solían pagarnos en Buenos Aires años atrás! Habrá más que suficiente para varias boleteadas en San Isidro, a manos de nuestro querido Leguisamo. Pero sobre todo, y eso lo sabés igual que yo, hermano, para que la vieja pueda darse todos los gustos, todos los lujos que le han faltado siempre. Eso es todo por ahora, pero créeme si te digo que no me olvido un momento de José Razzano, amigazo flor, a quien le envía su fraternal saludo, Carlos Gardel".