" de chiquilín te miraba de afuera"

" de chiquilín te miraba de afuera"
cafe de Garcia

martes, 22 de abril de 2014

LA MOROCHA DE BUENOS AIRES

Laura Ana Merello (Buenos Aires, 11 de octubre de 1904 – Buenos Aires, 24 de diciembre de 2002), mejor conocida en el mundo artístico por su seudónimo Tita Merello, fue una actriz y cantante argentina de tango y milonga. Nacida en un sitio precario, sus inicios profesionales sucedieron en el teatro. Su primer papel en cine fue en ¡Tango! —el primer filme sonoro argentino—, junto a Libertad Lamarque. Luego de realizar una serie de películas a lo largo de la década de 1930, se consagró como actriz dramática en La fuga (1937), dirigida por Luis Saslavsky. A mediados de los años 1940, se radicó en México, donde filmó Cinco rostros de mujer, por la cual obtuvo el premio Ariel, el más relevante a nivel local; al regresar, protagonizó Don Juan Tenorio y Filomena Marturano, que posteriormente fue llevada al teatro. Su período de mayor popularidad sucedió en la década siguiente, cuando encabezó filmes como Los isleros, considerada su mejor interpretación, Guacho y Mercado de Abasto. Otros de sus trabajos más recordados son los de Arrabalera, Para vestir santos y El amor nunca muere.5 Fue una de las cantantes surgidas en la década de 1920 que, junto con Azucena Maizani, Libertad Lamarque, Ada Falcón, Mercedes Simone y Rosita Quiroga, crearon la modalidad vocal femenina en el tango.6 Principalmente, fue recordada por los temas musicales «Se dice de mí» y «La milonga y yo».7 Si bien nunca se casó ni tuvo hijos, mantuvo una apasionada relación sentimental con el actor Luis Sandrini, de quien se separó en 1948. A partir de los años de 1960, la mayoría de sus trabajos estarían dirigidos por Enrique Carreras. Fue una asidua partícipe del ciclo Sábados Circulares; mientras tanto, continuó haciendo cine, con películas como Amorina. Su papel en 1974 como la Madre María, dirigida por Lucas Demare, fue muy elogiado al igual que su colaboración con Alejandro Doria en Los miedos (1980). Se retiró del cine en 1985, pero continuó actuando en teatro, TV y radio; incluso, fue distinguida como «Ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires» en 1990.8 9 Sin embargo, sus cuadros depresivos, agravados por su avanzada edad, la alejaron casi totalmente del espectáculo aunque continuaba, mediante vía telefónica, con sus charlas radiales y televisivas. Falleció a los 98 años en la Nochebuena de 2002, en la Fundación Favaloro.10 Al momento de su muerte, contaba con más de treinta películas filmadas, veinte obras teatrales estrenadas, nueve actuaciones televisivas, tres ciclos radiales y varias participaciones en espectáculos de revista.

sábado, 19 de abril de 2014

EL MAESTRO CALDARA

Jorge Caldara Bandoneonista, director y compositor (17 de septiembre de 1924 - 24 de agosto de 1967) Fue sin duda un ejecutante sensitivo y un compositor de nota saliente. Refiriéndose a él Julián Centeya nos dejó el siguiente concepto: «Su bandoneón dominado en el paréntesis de sus manos, deja de ser una "cosa" para adquirir toda la propiedad comunicadora de carne y espíritu». Nació en la esquina de Anchorena y Córdoba, en la porteñísma zona del Abasto. Cuando el pibe cumplió 4 años, sus padres -Mario y María- se mudaron al barrio de La Paternal, instalándose en una casa ubicada en la calle Paramaribo 2219 (hoy Fragata Presidente Sarmiento), junto a sus hermanos Alberto y Nélida. Desde muy pequeño se sintió atraído por la música, siendo el piano su instrumento preferido. Pero su padre -tanguero rabioso- lo convenció que se dedicara al bandoneón y lo llevó a un profesor del barrio. La crisis de los años '30 lo obligó a abandonar sus estudios musicales para contribuir al mantenimiento del hogar. Para ello se empleó en una fábrica de cartón y luego en una de balancines. Con las nociones musicales que había adquirido se largó a trabajar como profesional, con sólo 14 años, en la orquesta del "Cieguito Tarantini", que se presentaba en las tardes en el Café El Nacional, de la calle Corrientes. Esas actuaciones no fueron del todo felices porque Jorge no tenía la experiencia necesaria en el manejo del instrumento. Enseguida se dio cuenta de sus limitaciones y buscó el perfeccionamiento con dos grandes músicos: Minotto Di Cicco y Carlos Marcucci. Más tarde, también recurrió a Félix Lípesker. Ya con varias horas de estudios encima, Jorge se abocó a la tarea de formar una orquesta típica barrial. No tenía siquiera 15 años pero tenía muchas ambiciones de triunfar. Aquella agrupación que se llamó "Orquesta Juvenil Buenos Aires", estaba integrada por compañeros de estudios y tenía como cantor a Juan Dionisio Tobares, que más tarde triunfaría con el nombre artístico de Rodolfo Galé. Con esta formación llegó al centro para presentarse los martes, como cambio de la orquesta de Aníbal Troilo, en el famoso Café Germinal de Corrientes al 900. En busca de nuevos horizontes los músicos de la orquesta se fueron alejando y Jorge no tuvo más remedio que tratar de ubicarse en otro conjunto. Entonces, fue contratado por Francisco Lauro para integrar su Orquesta Típica Los Mendocinos, así bautizada porque actuaba en el restaurante "Un rincón de Mendoza". Por ese conjunto pasaron, además de Caldara, intérpretes que luego fueron importantes directores, como Bernardo Blas, Juan Sánchez Gorio, Astor Piazzolla y Alfredo De Angelis. En 1939, pasó a integrar la fila de bandoneones de la orquesta que dirigía el violinista Alberto Pugliese, hermano mayor de Osvaldo. Ese año Alberto se presentaba en los grandes bailes que se realizaban durante el verano en el predio de la Sociedad Rural de Palermo y también por Radio Del Pueblo. Por esa orquesta pasaron las voces de Roberto Beltrán "Leoncito" y Héctor Pacheco. Durante mucho tiempo fue la atracción del cabaret "Cote D'Azur", ubicado en la calle 25 de Mayo entre Corrientes y Lavalle. En 1944, al llegar a los 20 años, Caldara tuvo que dejar la orquesta para cumplir con el servicio militar en el Regimiento de Patricios de Palermo. Pasado un tiempo, consiguió autorización para seguir trabajando. Fue así que pasó a formar parte de la orquesta del bandoneonista Emilio Orlando, que se presentaba por Radio El Mundo, con el cantor José Berón. Las actuaciones de Jorge junto a Orlando fueron perfeccionando su técnica y lo convirtieron en un "fueye cadenero", a pesar de ser el segundo bandoneón de la orquesta. El gran salto lo dio al poco tiempo, cuando ingresó a la orquesta de Osvaldo Pugliese, a raíz de un cambio general en su fila de bandoneones. Se habían ido Alessio, Quiroga y Roscini y entraron en sus lugares: Caldara, Gilardi y Castagnaro. El propio Pugliese confiesa que luego de probar distintos instrumentistas lo eligió a Jorge, porque era justo lo que necesitaba, un elemento de vigorosa personalidad y capaz de arrastrar, dentro del estilo de la agrupación, al resto de los fueyes. Actúo con el maestro durante más de 10 años y en ese periodo tocó en Radio El Mundo, grabó varias obras de éxito, animó bailes y realizó giras. La hinchada del conjunto lo distinguió mucho y supo valorar la jerarquía que ofrecía aquella dupla fuera de serie que formaron con su colega Osvaldo Ruggiero. En esta etapa demostró también, sus grandes condiciones de compositor, que Pugliese supo aprovechar, estrenándole y grabándole sus tangos "Patético" (1948), "Pastoral" (1950), "Pasional" (1951) y "Por pecadora" (1952). Caldara sentía gran cariño y admiración por Pugliese, a quien homenajeó con su tango "Puglieseando" y su versión tan particular de "La yumba". Sin embargo, al final de 1954 se desvinculó de la orquesta, inducido por su familia que estaba angustiada por las consecuencias derivadas de la filiación política del maestro. Todavía en la orquesta de don Osvaldo, ocurrió algo imprevisto. Jorge conoce en una reunión social a la cancionista japonesa Ranko Fujisawa, de visita en Argentina. Esta, después de escucharlo interpretar el bandoneón, lo invita a Japón para que allá formara su propia orquesta. Ranko era, además, la mujer de Shampei Hayakawa, el director de la Orquesta Típica Tokio. Jorge se sintió muy halagado por esa invitación, pero prefirió quedarse y seguir actuando junto al maestro Pugliese. Pero tiempo después, Ranko regresó a nuestro país y volvió a formularle a Caldara la misma invitación. Esta vez, Jorge estaba en libertad de acción y no lo pensó mucho, partió a Japón con toda su familia. Recordemos que ya se había producido la exitosa gira de Juan Canaro que abrió las puertas al tango argentino en Japón. Y por ello, el público lo recibió con beneplácito. El bandoneonista no viajó con una orquesta, sino que la orquesta la formó allá con los elementos locales, tras una rigurosa selección. Cuando la agrupación estuvo perfectamente afiatada, Jorge comenzó sus presentaciones. El debut se produjo por Radio Tokio, pasando luego a las emisoras Nipon, Binca y N.H.K. En televisión actuó por el canal J.O.R.K. y en el teatro lo hizo en el Kokusai, en el Nibiahai, donde realizó conciertos de tango a sala llena. Lo mismo que Juan Canaro, Caldara fue contratado por Odeón para registrar algunas grabaciones con su orquesta de músicos japoneses. Llevó al disco dos tangos orquestales: "Lorenzo", de Agustín Bardi y "Jueves", de Udelino Toranzo y Rafael Rossi. De regreso en Buenos Aires, después de un laborioso año en Japón, formó su propio conjunto con las voces de Raúl Ledesma y Carlos Montalvo. Durante 1955 y 1960, alternaron por su formación: Rodolfo Mansilla en piano; Norberto Samonta, bajo; Alberto Caracciolo, Alfredo Marcucci, Armando Rodríguez, Jacinto Nieves, Elbio Garbuglia, Carlos Niesi, Daniel Lomuto, Ricardo Varela, en bandoneones; Cesar Rilla, Juan Potenza, Norberto Bernasconi, Roberto Gallardo, Armando Cabrera, Alfio Messina, Eduardo Walzak, Fernando Suárez Paz, en violines. El debut se produjo en Radio Splendid. En esa oportunidad, abrió la audición con el tango "El irresistible". Volvió al sello Odeon y registró un par de grabaciones con las voces de Ledesma y Montalvo. Al año siguiente, fue requerido por Radio El Mundo, en cuya cartelera figuraban las mejores orquestas típicas del momento. A fines de 1957 se retiró Raúl Ledesma, lo remplazó Horacio Dugan y después a este, Miguel Martino. En 1960, sin abandonar la dirección de su orquesta integró el cuarteto "Estrellas de Buenos Aires", junto al violín de Hugo Baralis, el piano de Armando Cupo y el contrabajo de Quicho Díaz. Este pequeño conjunto realizó exitosas giras por América, destacándose en la televisión peruana y dejaron algunas grabaciones para Odeon, hoy prácticamente imposibles de conseguir. Las dificultades que tuvo el género, a partir de los años 60, obligaron a los directores a transformar sus grandes orquestas en quintetos, cuartetos o tríos. Sin embargo, Jorge Caldara se jugó y formó una orquesta en sociedad con los cantores Ricardo Ruiz y Rodolfo Lesica. Grabaron para Music-Hall un disco simple, con el tango "Mi malacara y yo", cantado a dúo por Ruiz y Lesica, y del otro lado el tango "Mis consejos", con la voz de Lesica. Al poco tiempo se alejó Ricardo Ruiz y la agrupación pasó a llamarse "Caldara-Lesica". El rubro continuó grabando para el mismo sello, dejando éxitos como "Nochero soy", "Mi bandoneón y yo" y "La yumba", todos instrumentales y "Confesión", "Ríe payaso" y "Por la vuelta" cantados por Lesica. Luego graba un larga duración con una orquesta más grande, constituida por: Rodolfo Mansilla (piano); Jorge Caldara, Miguel Incardona, Omar Nacir y Carlos Goliat (bandoneones); Félix Molino, Antonio Agri, Antonio Magnético, Fernando Suárez Paz, Carlos Arnaiz, Mario Grossi y Mario Abramovich (violines); José Federighi (violoncello); Fernando Romano (contrabajo). En 1966 Lesica se retiró y es reemplazado por Roberto Echagüe, hijo de Alberto, quien permaneció durante un año, grabando solamente dos tangos; "La novia ausente" y "Madame Ivonne". Fue reemplazado por Raúl Funes. De su obra autoral se destacan los instrumentales: "Bamba", dedicado a su hija, "Papilino", dedicado a su hijo, "Tango 05", dedicado a la Fuerza Aérea Argentina, "Mi bandoneón y yo", "Cuando habla el bandoneón", ambos en colaboración con Luis Stazo, "Sentido", en colaboración con Daniel Lomuto, "Con T de Troilo", "Patético", "Pastoral", "Puglieseando" y "Patriarca". Entre los tangos cantados: "Gorrión de barrio", su primer tango, "Muchachita de barrio" con letra de Mario Soto, "Solo, Dios, vos y yo", dedicado a su esposa, con letra de Rodolfo Aiello, "Estés en donde estés" letra de Martínez, "Pasional", su obra más popular, "Por pecadora" y "Profundamente", los tres con versos de Mario Soto, "No ves que nos queremos", con Abel Aznar y "Paternal", con Norberto Samonta. En 1963, inesperadamente, tuvo una tremenda noticia, los médicos le diagnosticaron "mal de Hodgkin" (cáncer en los ganglios linfáticos). La lucha entre la vida y la muerte duró cuatro años. Falleció en 1967, pocos días antes de cumplir 43 años.

viernes, 18 de abril de 2014

GABO Y EL ZORZAL

García Márquez vuelve a incluir la figura de Gardel. En este caso, y haciendo referencia a su infancia, lo describe así: “Hasta donde recuerdo, mi vocación por la música se reveló en esos años por la fascinación que me causaban los acordeones con sus canciones de caminantes. Algunas las sabía de memoria, como las que cantaban a escondidas las mujeres de la cocina porque mi abuela las consideraba canciones de la guacherna. Sin embargo, mi urgencia de cantar para sentirme vivo me la infundieron los tangos de Carlos Gardel, que contagiaron a medio mundo. Me hacía vestir como él, con sombrero de fieltro y bufanda de seda, y no necesitaba demasiadas súplicas para que soltara un tango a todo pecho. Hasta la mala mañana en que la tía Mama me despertó con la noticia de que Gardel había muerto en el choque de dos aviones en Medellín. Meses antes yo había cantado Cuesta abajo en una velada de beneficencia, acompañado por las hermanas Echeverri, bogotanas puras, que eran maestras de maestros y alma de cuanta velada de beneficencia y conmemoración patriótica se celebraba en Cataca. Y canté con tanto carácter que mi madre no se atrevió a contrariarme cuando le dije que quería aprender el piano en vez del acordeón repudiado por la abuela” (pp. 116-117). Más adelante, puede leerse: “Otra conquista de aquella época fue el permiso de mi padre para ir solo a la matiné de los domingos en el teatro Colombia. Por primera vez se pasaban seriales con un episodio cada domingo, y se creaba una tensión que no permitía tener un instante de sosiego durante la semana. La invasión de Mongo fue la primera epopeya interplanetaria que sólo pude reemplazar en mi corazón muchos años después con la Odisea del espacio, de Stanley Kubrick. Sin embargo, el cine argentino, con las películas de Carlos Gardel y Libertad Lamarque, terminó por derrotar a todos” (pág. 159). Y luego: “Hasta entonces, lo único que el mundo entero sabía de Medellín era que allí había muerto Carlos Gardel, carbonizado en una catástrofe aérea. Yo sabía que era una tierra de grandes escritores y poetas” (pág. 527).

jueves, 17 de abril de 2014

SENSIBILIDAD GARDELIANA

Nació en Buenos Aires en 1923. Su verdadero nombre era Adolfo Tudisco. Su registro de tenor y su timbre emparentado con el de Carlos Gardel, lo condujeron a la imitación del modelo en los tiempos de su debut como solista, hacia mediado de los años cincuenta.Era dueño de una musicalidad envidiable, en la que se advierte una tremenda sensibilidad gardeliana, casi natural, no buscada ex profeso. Con un timbre, un fraseo y una coloratura especial que hacía que algún sector del público opinara que quería parecerse al "Zorzal". . La calidad de su registro de barítono y su exquisita media voz, era mucho más que una simple imitación, en todo caso puedo reconocer que hizo una recreación exagerada del espíritu y expresividad de Gardel, pero no una copia. Tanto es así, que cuando se aparta del repertorio gardeliano, sin abandonar el estilo suyo de siempre, uno redescubre a una de las voces más importantes de su época. Nació en el barrio de Boedo. Sus padres fueron inmigrantes italianos que llegaron a la Argentina muy jóvenes y formaron una familia numerosa con ocho hijos, cinco varones y tres mujeres. Fue lustrabotas, repartidor de pan y peón en un frigorífico. De los hermanos varones dos serían cantantes, él y su hermano Aquiles, quien se inició como cantor de tangos con la orquesta de Roberto Dimas, pero donde realmente se destacó fue en la gran orquesta de jazz "Santa Anita - Ritmo en el alma", con el nombre artístico de Alberto Deval. El 24 de junio de 1935, la muerte de Carlos Gardel produciría un impacto tremendo en Adolfo, a pesar de sus 12 años de edad. Recuerdan sus hermanos mayores que al ver sus fotos y al escuchar su voz repetía: «a este hombre hay que cantarle y sentir como si su voz estuviera escondida en nuestra garganta». Poco a poco fue desarrollando su vocación, su voz estaba presente en cualquier reunión social que se desarrollaba en el barrio. Allí vivían dos hermanos de apellido Cirulli, que actuaban en los bares de la zona, donde animaban a los concurrentes junto a las llamadas vitroleras, Adolfo logra que lo escuchen los Cirulli y en forma inmediata pasa a formar parte del grupo, hasta que otro vecino, el destacado pianista Enrique Mora lo incorpora a su cuarteto. Anteriormente como vocalista, había actuado con Jorge Fernandez en 1944, y después pasó por las agrupaciones de Manuel Buzón, la orquesta Sucher-Landi, la de Joaquín Do Reyes y Miguel Caló. Pero el espaldarazo se produjo con Horacio Salgán con quien ha dejado muestras como “ Sueños Querido”, “Yo te bendigo”, y “Pobre Colombina” que merecen recordarse, lo mismo que sus interpretaciones de “Barrio de Tango”, “Farol”, “María” y “La casita de mis viejos” con acompañamiento de la orquesta de Osvaldo Pugliese. En Miami y otras ciudades del Estado de Florida ha actuado en infinidad de recitales. Oportunamente fue invitado por la Sociedad Argentina en Miami para actuar en 1989 en la Cena de Gala del 9 de Julio en el Hotel Intercontinental y en la celebración del Día del Tango con motivo de la Cumbre de Presidentes de América realizada en Miami en el Teatro M. Artime hace pocos años. En el libro de Memorias del maestro Francisco Canaro, publicado en 1956, éste se refería a Horacio Deval en los siguientes términos: “ Jóven cantor surgido de la última hornada, perseverante en el estudio y de inmensa vocación por el tango, posee méritos que le han reportado una temprana popularidad. Fiel devoto, como ningún otro, del arte de Carlos Gardel, ha seguido su huella procurando imitar al “Zorzal Criollo” en su estilo sentimental y en su modalidad expresiva y cadenciosa. Con entusiasta perseverancia ha aprendido las canciones y tangos predilectos de Carlitos, de los que sin el genio de éste, da una versión que recuerda a nuestro inmortal cantor”.

martes, 15 de abril de 2014

EL NEGRO DE ORO

Nació en la ciudad de San Miguel de Tucumán (norte de Argentina) el día de la Independencia. En 1924 la familia se traslada a la ciudad de Córdoba, para luego radicarse definitivamente en Buenos Aires, en el barrio de Saavedra. Yo era vecino y fui compañero de escuela de dos de sus hermanos: Juan y Enrique. Este último buen cantor, con un gran parecido físico y de voz a su hermano Miguel. Era frecuente que junto a sus hermanos lo viéramos ensayar en la cocina con los tres hermanos Mircó, guitarristas que acompañaban a varios profesionales y aficionados que actuaban en los clubes del barrio, especialmente en el "Federal Argentino" organizados por Roberto Cassinelli y Raúl Outeda. Era el año 1938 y Miguel Montero, con el seudónimo Alberto Luna (su apellido materno) que al poco tiempo dejó de usar, debutó en Radio Del Pueblo acompañado por las guitarras de los hermanos Legarreta y José Di Napoli. Por el barrio ya andaba de serenatas y en cuanto lugar lo dejaban cantar. Su debut en el barrio fue en el Club All Boys en 1936. En 1940 lo fui a ver al club Saavedra, que aun está en la calle Pinto a la vuelta del All Boys, donde se realizaba un festival benéfico. En el programa figuraban Lopecito, que era un recitador, el actor Pepito Petray (tío abuelo del cantor Héctor Petray) y el cantor uruguayo Carlos Roldán, quien aún no había debutado con Fresedo, ni con Canaro. Miguel cantó con las guitarras acompañantes de Roldán, "Carnaval de mi barrio" y el vals "La ofrenda del trovero". Al finalizar, Carlitos Roldán lo felicito efusivamente, augurándole un gran porvenir en el tango... y no se equivocó. Omití decir que las primeras "rascadas" del "Negro de oro", como lo bautizara Roberto Cassinelli, fue como cantor de las típicas del barrio: la de Eliseo Minotti y la de Miguel Brunetti. En los albores del cuarenta pasa a la orquesta de Pedro Maffia, ya como cantor profesional. En el 42 actúa en radio El Mundo y en 1943, al regresar de los Estados Unidos Juan Carlos Cobián, lo elige como su cantor y actúa con él. Dedicado a su profesión de pintor y decorador, que realizaba con su padre y hermanos, abandona el canto por unos años. En 1949 Juan Carlos Howard, pianista de la orquesta de Francisco Lomuto, que actuaba por su cuenta cuando se lo permitía el director, lo contrata como cantor y luego se lo presenta a Lomuto y este lo integra a su formación en reemplazo de Carlos Galarce. Debuta junto al otro cantor de la orquesta, Alberto Rivera, en radio Belgrano y graba su primer disco en la Victor: "Muñequita", tema del propio Lomuto y letra de Adolfo Herschel, al que siguen cinco registros más. Su actuación con esta orquesta duró hasta la muerte de Lomuto, ocurrida el 23 de diciembre de 1950. Entonces, ingresa a la orquesta de Roberto Dimas y después a la de Carlos Demaría, con quien graba en el sello Pampa un solo tema: "Esta noche me emborracho". En 1953 es vocalista de Mario Demarco, para actuar en radio Splendid, y éste lo recomiendo a don Osvaldo Pugliese, quien lo contrató e intentó cambiarle el nombre. El cantor se opuso a dejar de usar su apellido, en homenaje a su padre, recientemente fallecido. Debuta con Pugliese, el 16 de julio de 1954 en el club Huracán y, por rara coincidencia, el último baile con Pugliese lo realizó también en Huracán, el 6 de agosto de 1959. El tango "A la luz del candil" es su primera grabación con Pugliese, el 14 de julio de 1954, con quien totaliza dieciséis registros como solista y cuatro en dúo con Jorge Maciel. Su última grabación con el maestro fue el tango "Dicha pasada", el 19 de noviembre de 1958. Sin duda, su mayor creación con don Osvaldo fue el tango de Eduardo Marvezzi "Antiguo reloj de cobre", que se convertiría en su "caballito de batalla". Por esta grabación el sello Odeón le entregó a Sara, su viuda, un disco de oro por haber vendido más de 35.000 ejemplares. Su debut como solista fue en radio Splendid, con su propia orquesta dirigida por el bandoneonista José Libertella, a quien sucedieron en la batuta: Eduardo Corti, Aquiles Roggero, Oscar Castagniaro, Armando Cupo, Juan José Paz y Ángel Domínguez. Grabó también, en colaboración especial, dos temas con la orquesta de Miguel Caló (1966) y otros dos con la de Mariano Mores (1961 y 1969). En 1971 grabó dos discos de larga duración con acompañamiento de guitarras y, en 1973, un larga duración titulado "Los cosos de Buenos Aires", que contenía 12 temas, con la orquesta de Horacio Salgán. Finalmente, acompañado por la orquesta de Pascual Mamone, graba para el sello Odeon 12 versiones en 1974. Miguel Montero realizó giras por casi todas las provincias argentinas y por el exterior: en 1963, Centroamérica; en 1966, Venezuela; en 1968, Chile y en 1971 Estados Unidos. Fue compositor de los tangos "Pa' la muchachada", con letra de Carlos Johnson y que grabara con Pugliese; "La noche tiene ojos negros", letra de Roby; "Celos por quererte", con Ángel Domínguez; "Carbonilla", con Aldo Queirolo y J. D'Arino; "Qué diablos pasa", con Juan Fontana y la milonga "No te hagás el pituquito", con letra de Reynaldo Yiso. Miguel Montero falleció de un infarto el 29 de agosto de 1975 a las nueve, mientras desayunaba en la cama. Había regresado el día anterior de Tucumán, su provincia natal, y al día siguiente tenía que actuar en el club Atlanta... no pudo ser

domingo, 13 de abril de 2014

LA DAMA DEL TANGO

SIMONE, MERCEDES Cancionista, compositora, letrista, actriz. (Villa Elisa, 21 de abril de 1904- Buenos Aires, 2 de octubre de 1990) 1. Infancia y juventud de Mercedes Simone Mercedes Simone nació en la localidad platense de Villa Elisa y de chica se trasladó con su familia al centro de La Plata, donde trabajaba su padre. Asistió en la capital bonaerense a una escuela religiosa, donde comenzó a cantar canciones sacras con el coro escolar. También de niña, cantó para el arzobispo de La Plata, Monseñor Alberti. Al terminar la primaria estudió costura y trabajó como tal en el taller de la tienda “La Francesita”, que estaba ubicada en la calle 14 entre 62 y 63 de La Plata. Pasó después a trabajar con sus 14 años, a la imprenta “Benavídez” también de La Plata, en calidad de encuadernadora. En esa casa de imprenta conoció a Pablo Rodríguez, guitarrero y cantor aficionado que fuera pronto su novio y después su marido. Mercedes casó con su compañero del cual nació su hija Dorita Matilde. 2. Primeros pasos en el arte Rodríguez trabajaba en la imprenta por la mañana y por las noches, hacía presentaciones artísticas a dúo con su amigo Longo o bien, con Falcón o Rocha, en distintos cafetines de La Plata, Villa Elisa y alrededores, a efectos de poder ganar un dinero extra. Aparentemente, el dúo Rodríguez-Longo (el más reconocido), -aunque también cantó con los otros dos-, era bastante bueno. Cantaban valses y canciones criollas y tenían cierto suceso en la zona platense. Más tarde, hicieron un recorrido por algunas provincias, regresando a La Plata con una buena diferencia económica. Con el dinero juntado, Rodríguez que había dejado la imprenta, instaló una peluquería en Villa Elisa, pero no dejó de cantar por las noches. En alguna oportunidad, Mercedes, -quien cantaba de manera aficionada-, reemplazó a Longo por encontrarse éste enfermo y su actuación gustó mucho. Estamos hablando del año 1925, aproximadamente. En ese sentido, Mercedes comenzó a trabajar más seguidamente con su marido hasta que dejaron la imprenta y la peluquería, para dedicarse de lleno al canto criollo. A principios de 1926, fueron contratados por la confitería “Los Dos Chinos” de la localidad de Bahía Blanca. El éxito de la cancionista fue tan grande, que inmediatamente fue llamada por el “Teatro Odeón” de la precitada ciudad bahiense. La gira del dueto Rodriguez-Simone (que completaba el guitarrista Rocha, ya que Longo abandonó las giras por problemas de salud), extendió su éxito hacia Tres Arroyos, Tandil, Olavarría y Azul. Nuevamente volvió a Bahía Blanca, donde su voz, era requerida otra vez. De regreso a La Plata, Mercedes Simone cantó en su ciudad y fue escuchada por el gran compositor, guitarrista y cantor Alfredo Pelaia, quien se encontraba de gira por allí. Este le recomendó a Rodríguez que su señora, cantara tangos como solista y viajara a Buenos Aires, ya que Pelaia notaba condiciones meritorias para el triunfo de la cantante en los escenarios porteños. 3. Su consagración en Buenos Aires. Sus primeros éxitos en el tango Rodríguez vendió la peluquería y se convirtió en guitarrista y representante de su esposa. Viajaron a Buenos Aires, con el visto bueno de Pelaia y consiguieron debutar nada menos que en el palco del Café “El Nacional” de la calle Corrientes a mediados de 1926. Mercedes cantaba tangos, valses y canciones criollas, acompañada por su marido y Reynaldo Baudino en guitarras. Compartía cartel con la orquesta de Ernesto De La Cruz. El critico, autor y director teatral Julio Escobar (intimo amigo de Alfredo Le Pera en las lides teatrales de entonces), escuchó cantar a Mercedes y le ofreció un contrato para sumar su concurso cantoral a la compañía que estaba organizando para una temporada en el teatro “Ópera”. Las actuaciones de Simone fueron tan aplaudidas que en poco tiempo, fue llamada para cantar en la compañía de Pepe Arias y Pepita Muñoz en el teatro “Nacional”, donde Mereces cantaba el tango de Modesto Papávero: “Leguisamo solo”. Hacia 1927, cantó también en el cine “Hindú” y cuando fue escuchada por Rosita Quiroga, la gran cancionista arrabalera, la recomendó al señor Casas de la casa Víctor, para que la sumara al sello grabador. Fue así como el 15 de diciembre de 1927, Mercedes grabó su primer disco en las etiquetas del perrito Nipper, con las guitarras de Pablo Rodríguez y Baudino, haciendo los tangos “El morito” del contrabajista Oscar Roma y el poeta gardeliano Eugenio Cárdenas; y “Estampa rea”, del músico y actor Eduardo De La Bar y el gran Alfredo Navarrine. En ese año, siguieron de lleno las grabaciones en la Víctor y Mercedes Simone, ya consagrada en el mundo del tango, fue desfilando su arte por los tablados del “Empire”, el “Porteño” y el “Florida” entre otros lugares de importancia. En 1928 pasó como cancionista a la compañía de Gloria Guzmán en el “Esmeralda” (luego “Maipo”), y debutó para los micrófonos de radio Splendid. Ligada a Gloria Guzmán, fueron contratadas para actuar luego en Santiago de Chile, luciéndose Mercedes con sus tangos en el país trasandino, quien a partir de entonces reclamara sus discos y sus presentaciones públicas, en la medida que fue llamada permanentemente para actuar en dicha plaza. En 1929, Mercedes Simone fue contratada para cantar en el Uruguay, donde triunfó rotundamente en los escenarios de Montevideo. Desde 1930, y siempre en la Victor, también comenzó a grabar placas secundada por los músicos del sello. A los tangos, sumaba pasodobles, rancheras y fox-trots. De esta época, podemos recordar entre sus primeros éxitos los tangos “Oiga agente”, “Pelechaste”, “Yo soy la milonguera”, “Chorra”, “Recostado en un farol” (sublime interpretación), “Dominio” de Elvino Vardaro (notable tango), “Pifiaste”, “Vieja calesita”, “Inocencia” (uno de sus mayores éxitos de esos días), como los valses: “Tu jardín”, “Remembranzas”, “Silenciosamente”, “Rie, payaso, rie”, o “Tu imagen que vuelve”; como los fox-trots: “Estambúl”, “La nieta de japonesita”, o “Zapateado entrerriano” y “Dejémonos de pavadas”, como piezas folklóricas. Entre los pasodobles que hizo famosos se encontraban: “La copla andaluza”, “Por to lo arto”, el cuplé “Carmen la chalequera” y la tarantela: “Se casa Marietta”. Entre las rancheras más conocidas estaba: “El gaucho Don Ramón” (…no sirve pa’ hacer el amor…, rezaba la letra). (Analizaremos la discografía como el repertorio inédito o no grabado, en el sector correspondiente). De esta suerte, llegamos ya a la década del treinta, la cual seguiré desmenuzando en la segunda parte de este ensayo.

domingo, 6 de abril de 2014

EL TAITA DEL ARRABAL

Era un malevo buen mozo de melena recortada; las minas le cortejaban pero él las trataba mal. Era altivo y le llamaban el Taita del Arrabal. Pero un día la milonga lo arrastró para perderlo: usó corbatita y cuello, se emborrachó con pernot, y hasta el tango arrabalero a la francesa bailó. La linda vida antigua por otra abandonó y cuando acordarse quiso perdido se encontró. Pobre Taita, muchas noches, bien dopado de morfina, atorraba en una esquina campaniao por un botón. Y el que antes daba envidia ahora daba compasión. Hasta que al salir de un baile, después de una champagnada, la mujer que acompañaba con un taura se encontró. Relucieron los bufosos y el pobre Taita cayó. Y así, una noche oscura, tuvo un triste final aquel a quien le llamaban el Taita del Arrabal. Música: José Padilla Letra: Manuel Romero / Luis Bayón Herrera

sábado, 5 de abril de 2014

Picao de viruela, bastante morocho Encrespao el pelo, lo mismo que mota, Un hondo barbijo a su cara rota Le daba un aspecto de taita matón. De carácter hosco, bien fornido y fuerte, Afrontó el peligro cual bravo titán, Jamás tuvo miedo, ni aún ante la muerte Porque era muy hombre , el tigre Millán. Pobre tigre que una noche en Puente Alsina Dos cobardes lo mataron a traición, Era guapo, de esos guapos bien temidos, Cual la punta desgarrante de un facón. Mala suerte, pobre tigre, siempre tuvo En cuestiones de escolazos y de amor Pues no era bien parecido, Y fatalmente metido Con la mujer que adoró, Nunca fue correspondido Y ella al fin, lo traicionó. Cuentan que una noche, bramó como fiera En un entrevero que hasta hoy se comenta, Repartiendo hachazos ¡Era una tormenta! Mostró su coraje venciendo a un malón. ¡Parece mentira que hombres de su laya! Mueran siempre en manos de un ruin cobardón, Hoy la muchachada ¡Tigre! te recuerda Y aquella culpable llora su traición. Letra y música : Francisco Canaro (Francisco Canarozzo)

viernes, 4 de abril de 2014

EL PRÍNCIPE DE BUENOS AIRES

Hector Pacheco Fue dueño de un estilo elegante, distinguido, intimista. Escucharlo cantar significa imaginar lujosos locales nocturnos, grandes salones, salas de baile frecuentadas por las clases altas, hoteles de muchas estrellas donde los violines, el piano y los bandoneones acompañan a un cantor que recrea con su voz un mundo que ya no existe pero que siempre es agradable evocar. “En un mundo de alegría entre humo y copas de champagne” como dice en “Sollozos”, el poema escrito en 1922 por Emilio Fresedo. Su época de oro fueron los cinco años con Osvaldo Fresedo y los dos o tres años con la orquesta de Carlos García, acompañado entonces por Vardaro, Baralis, Leopoldo Federico y Horacio Malvicino. Diez años le alcanzaron y le sobraron para merecer el titulo de “Príncipe de Buenos Aires”. Los años anteriores y posteriores fueron la antesala o el epílogo de sus tiempos de brillo y esplendor. Algunos grandes poemas del tango fueron consagrados por su voz. “Discepolín” fue estrenado por él, temas como “Patotero sentimental”, “Silbando”, “Pero yo sé”, “La copa del olvido”, “Lluvia sobre el mar”, “Nostalgias”, “La casita de mis viejos” entre otros, integraron su exclusivo repertorio. “Vida mía”, un poema escrito por Emilio Fresado en 1933, fue su tema clásico, el que solicitaban cuando ya estaba viejo y algo decadente sus incondicionales que nunca sumaron multitudes pero que siempre fueron leales a su Príncipe. Se dice que su caudal vocal era modesto, pero que se las ingeniaba con otros recursos para suplantar los límites físicos. Puede ser. Lo que está fuera de discusión es que ese estilo “romántico”, delicado, algo abolerado, como decían sus críticos más severos, supo representar una época y, me atrevería decir, a una clase social que reconocía en el ritmo de Fresedo y la voz de Pacheco una marca propia. Siempre se dijo que Fresedo -también De Caro- representó el tango “alvearista”, es decir el tango que el patriciado y las clases medias en ascenso estaban dispuestas a consentir. Se trataba de una música interpretada por excelentes profesionales que se presentaban en el escenario luciendo smoking y actuaban para un público que reclamaba una música y una voz que revele un mundo armonioso, sereno, en donde hasta el drama de amor más intenso siempre se narrara con tonos medidos. Fresedo contó con cantores que se adecuaban a ese estilo. Basta con nombrar a Roberto Ray, Ricardo Ruiz u Oscar Serpa, para disponer de una idea aproximada de los niveles de calidad exigidos por el “Pibe de la Paternal”. Pacheco perteneció por derecho propio a esa escuela y para más de un crítico fue su mejor exponente, el más afinado, el más seductor y, también, el más personal. Según sus biógrafos, nació en la ciudad cordobesa de Marcos Juárez el 15 de marzo de 1918. Es la opinión oficial y, seguramente la más difundida, aunque debo advertir que para más de un santafesino, Antonio Lino Ingaramo nació en nuestra ciudad y vivió sus primeros años en la esquina de Bulevar Pellegrini y 4 de Enero. No tengo modo de confirmar este dato, simplemente lo menciono. Desde pibe le gustó la música y muy en particular el tango. A sus condiciones de cantor le sumó su interés por la ejecución de instrumentos como el piano y el violín. Un concurso organizado en Rosario, que lo distinguió con el primer premio, le permitió iniciarse como cantor en Radio Cerealista de Rosario. Para esa época se lo consideraba un aceptable imitador de Agustín Magaldi, motivo por el cual en algún momento mereció las críticas de Juan D’Arienzo para quien los imitadores carecían de horizontes artísticos. Un par de años después se presentó a otro concurso organizado por Radio Argentina y auspiciado por la sastrería Braudo. Volvió a ganar, pero esta vez ya había abandonado la pretensión de ser el imitador de Magaldi. Para ese tiempo estaba vinculado artísticamente con las hermanas Silva y su dúo “Las Palmeritas”. Ingaramo en esos años empezó a ser Héctor Pacheco. La identidad iba más allá del nombre. El artista empezaba la búsqueda de un estilo propio, como corresponde a un verdadero artista. Durante más de diez años recorrerá diferentes orquestas y grupos musicales. Cantó con Alberto Pugliese y con Pedro Maffia se presentó en el “Tibidabo”. Para 1947 estaba con Alfredo Attadía y un par de años después recorrió las ciudades del interior con el cuarteto integrado por Armando Baliotti, Luis Adesso, Bernardo Sevilla y Anselmo Aieta. No se registran grabaciones en ese período, pero algunas condiciones debe de haber tenido este muchacho para que en diferentes circunstancias el maestro Osvaldo Fresedo preste atención a su estilo. Finalmente, en 1952 Héctor Pacheco se incorporará a la orquesta de su admirado maestro. El escenario de su debut será el distinguido local de “Rendez-Vous”, ubicado en Maipú entre Paraguay y avenida Córdoba. La boite era propiedad de Fresedo y su violinista Eduardo Armani. Allí Pacheco debuta con “Milonguita”, el tema de Samuel Linning. Armando Garrido, el cantor oficial de la orquesta en ese año, es desplazado por Pacheco que en pocas noches define no sólo un estilo sino también un repertorio. A “Milonguita” le sucede “Discepolín” de Homero Manzi y “Pero yo sé” de Azucena Maizani. Luego llegarán “Patotero sentimental”, “Pampero”, “Lluvia sobre el mar”, “Por la vuelta” y “Vida mía”, temas grabados en los sellos Columbia y Odeón y que merecen el reconocimiento de una amplia platea tanguera. Sin lugar a dudas que ese fue su momento de oro. Y lo fue no sólo por su repertorio y su sintonía con una de las grandes orquestas de la historia del tango, sino porque fue capaz con su estilo de crear una manera de concebir y disfrutar el tango. Pacheco se inclinará por las letras más intimistas o “románticas” como se dice con cierta ligereza en estos casos, pero su personalidad le permitirá adaptar letras de tango consideradas más “recias”. “Patotero sentimental”, “Lo han visto con otra”, “El pescante” o “Garufa”, por ejemplo, son asimilados a la melodía de su voz. Pero lo que merece ser considerado como una verdadera creación es su interpretación del tango de Celedonio Flores, “Corrientes y Esmeralda”. La grabación no está muy difundida y no es fácil acceder a ella, pero es excelente. Llama la atención cómo Pacheco logra con este tema una de sus mejores interpretaciones y una de las mejores versiones de un poema que fue vocalizado por cantores de la talla de Edmundo Rivero, Roberto Chanel o Hugo del Carril. Años después, muchos años después, Pacheco vuelve a interpretar “Corrientes y Esmeralda”. Ya no es el mismo. Ni su voz, ni su estilo ni su cadencia. Sin la dirección de músicos como Fresedo o García, Pacheco cae en el remanido lugar común de imitarse a sí mismo y sobreactuar. No fue ni el primero ni el último cantor de tango que comete ese error. Algo parecido podría decirse de Alberto Castillo, Alberto Morán o el propio Roberto Goyeneche. La vida disipada, los estragos de los años, las necesidades económicas y las pequeñas vanidades hacen su trabajo y cobran sus propias cuentas. Héctor Pacheco murió en Buenos Aires el 28 de julio de 2003. Tenía entonces 85 años.