" de chiquilín te miraba de afuera"

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cafe de Garcia

sábado, 27 de febrero de 2016

" EL PARDO MORA"

Mora, Joaquín Mauricio Pianista, bandoneonista, director y compositor (22 septiembre 1905 - 2 agosto 1979) Desde los dieciocho años comienza a actuar en bailes y reuniones con músicos de intrascendente trayectoria y un año más tarde es el pianista del cuarteto de Graciano De Leone en el salón La Argentina, precisamente el lugar donde culminara sus estudios superiores. Así llegamos a un acontecimiento casual que resultara trascendente en la trayectoria de Joaquín Mora. Después de un ensayo en su casa, su amigo el bandoneonista José Fiotti dejó allí su instrumento. La curiosidad tentó a Mora para sacar unas notas y abordar un pasaje de la melodía de “La cabeza del italiano”, tango de moda de la época. Entusiasmado por haberlo logrado, compró un bandoneón a pagar en cuotas con el que venía un método de aprendizaje. En poco tiempo se convertiría en excelente bandoneonista. En tal carácter debuta en la orquesta de Antonio Bonavena, en 1928, y, por entonces, escribe su primer tango a medias con José Fiotti, titulado “Viejo barrio”. Forma parte luego de un trío con Eduardo Pereyra y Alcides Palavecino, trabajando en un café de Flores. El autor de “El africano” sería de enorme gravitación, afiliándose definitivamente en la tendencia romántica, en creación e interpretación del tango. En 1929, Joaquín Mora revista en las filas de Vicente Fiorentino con su violín, junto al pianista Plácido Simoni Alfaro y Francisco Fiorentino, bandoneonista a su lado. Trabaja intensamente y entonces Alberto Cima, que regresaba de Europa lo convoca para formar parte de su conjunto, presentándose en un café de Parque Patricios, ya en 1930. Esa pequeña orquesta la integraban su director y Joaquín Mora, bandoneones, Luis Minelli, piano y el violinista Luis Cuervo. Mora está presente en las grabaciones para el sello Columbia de la orquesta Bonavena y de la típica Columbia dirigida por Alberto Castellanos y con Bonavena realiza una exitosa temporada en Radio Prieto. Crea entonces algunos tangos de extraordinaria belleza: “Divina”, al que pusiera letra en 1934 Federico Saniez, “Nupcia”, “Leyenda” y “Mi estrella”. Nos recordaba Joaquín Mora, muchos años más tarde, que, a propósito de la estructura de “Mi estrella”, que es uno de sus grandes tangos, un amigo músico le decía por entonces: «¿Por qué no hacés tangos como los demás autores?». A fines de 1930, junto a Orestes Cúfaro, pianista que había sido compañero en la orquesta Bonavena, y el violinista Roberto Zerrillo, acompañaron a Azucena Maizani en su viaje a Europa, realizando sus presentaciones en España, Portugal y parte de Francia. Dentro de esa gira, encontrándose en la ciudad española de León, Mora compuso su tango “Yo soy aquel muchacho”, que complementaría años más tarde con el violinista Vicente Russo y los versos de Máximo Orsi. Joaquín Mora se incorpora a la orquesta de Irusta-Fugazot-Demare en España. Al retornar a Buenos Aires, casi a fines de 1933, pasa a trabajar en la orquesta de Vicente Russo en Radio Splendid. Allí, además de complementarse, “Yo soy aquel muchacho”, también en colaboración con el director de la orquesta da a conocer su tango “Ushuaia” y, en el carnaval de 1935, reforzando la orquesta de Miguel Caló en los bailes del teatro de la Opera, al terminar una actuación, comprobó que le habían robado su bandoneón. Esta imprevista circunstancia marca un nuevo rumbo artístico a sus actuaciones, volviendo definitivamente al piano, creando su gran estilo de interpretación. Desde el citado acontecimiento, Joaquín Mora forma su orquesta, actuando muy fugazmente y decidiendo formar un trío con dos cantores, al estilo de Irusta-Fugazot-Demare, convocando a esos efectos a Antonio Rodríguez Lesende y Héctor Morel (Héctor Cardinale). Morel-Lesende-Mora ha quedado en el recuerdo de los nostalgiosos como una expresión de originalidad y exquisita calidad. Paralelamente, entre 1936 y 1937, se dedicó al acompañamiento de cantores y cancionistas. En forma especial se destaca su presencia junto a Cayetano Puglisi y Ciriaco Ortiz en las presentaciones de Hugo Del Carril en Radio El Mundo y con dos cantores, Héctor Achával y Mario Podestá encabezó otro trío, con presencia ante micrófonos de la desaparecida Radio Ultra. Nos refiere el Dr. Luis A. Sierra dos acontecimientos que nos retrotraen en el tiempo, al año 1934. En una madrugada, junto al piano, en el apartamento de José Pascual, Mora sacó de su bolsillo un pequeño papelito conteniendo los versos que Julio Jorge Nelson le entregara en el café Los 36 Billares, de la calle Corrientes, los leyó y surgirían enseguida las notas de “Margarita Gauthier”, uno de sus mayores éxitos musicales. Y fue también por entonces que Alfonso Ortiz Tirado estrenara “Divina”, página romántica preferida desde siempre por todos los solistas de piano y bandoneón del tango y también de los cantores. Entendemos que se hace necesaria la mención de obras de Joaquín Mauricio Mora para dar una imagen, cuanto menos aproximada de la dimensión de un gran compositor: “Si volviera Jesús”, con versos de Dante A. Linyera (1935); “Esclavo”, “Cofrecito” (vals) y “En las sombras”, los dos primeros con José María Contursi (1936); “Como aquella princesa” (1937), “Frío” (1938) y “Más allá” (1939) todos con José María Contursi. Consignamos dos colaboraciones con autores uruguayos: “Canción de junio (Sol de invierno)”, versos de Ignacio Domínguez Riera y “Dos banderas (Himno del Río de la Plata)”, con letra del entonces periodista Onofre Mir, estrenado en el Círculo Oriental de Buenos Aires. En el año 1941, arregla un excelente conjunto típico que se presenta en Radio Belgrano, la orquesta de Ebe Bedrune, que procedía de la ciudad de Rosario y, un par de años más tarde, emprende una gira recorriendo toda América, con radicación más o menos estable en Medellín hasta 1959 y, finalmente, en Panamá. Allí interpretaría toda suerte de géneros musicales, desde el piano o desde el órgano. A fines de 1978, regresó a Buenos Aires, habían pasado 35 años. Le decía al diario La Prensa, el 8 de diciembre de 1978: «Me cansé de sentirme extranjero, se me hizo insoportable. Y he vuelto a casa». Ya estaba entonces gravemente enfermo y, por otra parte, sus amigos, casi todos ellos, ya no vivían, circunstancia que le provocó gran tristeza y un día, silenciosamente, como había llegado, retornó a Panamá. De allí nos enteramos, en un escueto cable, la noticia de su deceso, acaecido el 2 de agosto de 1979.

"DE LINIERS AL CENTRO...."

Reinaldo Yiso fue fiel a su barrio y nunca abandonó Liniers. Viajaba diariamente al centro de la ciudad, con el fin de atender sus intereses autorales, sin descuidar por ello sus otros compromisos laborales. Si bien comenzó a trabajar en el Frigorífico Lisandro de la Torre como obrero de planta, luego fue transferido a la parte administrativa, donde llegó a ocupar un alto cargo. Tiempo después, se desempeñó como director de Magenta Discos. En el año 1941 el maestro Ricardo Tanturi le estrena su primer título, “Por eso canto yo”; si bien es en 1943 cuando Reinaldo Yiso alcanza notoriedad con el tango “El sueño del pibe”, grabado ese año por Osvaldo Pugliese con la voz de su amigo y vecino, Roberto Chanel. La temática futbolera abordada en este tango, hace que su letra alcance gran difusión y popularidad. Es en “El sueño del pibe”, donde el autor rememora los propios momentos de felicidad e ilusión, vividos durante su juventud. Para ese entonces Yiso, además de escribir y trabajar, presentaba en los bailes a la orquesta de Osvaldo Pugliese, tarea por la cual recibía una remuneración de cinco pesos por cada noche de actuación. Fue precisamente durante esos años cuando una tarde, al cruzar la calle junto a Chanel y Morán, lo atropelló un auto, provocándole serias lesiones que lo mantuvieron postrado durante más de un mes. Escribió gran cantidad de tangos de carácter descriptivos, empleando versos sencillos, ya que nunca recurrió a la metáfora para adornar sus temas. La mayoría de sus letras plasmaron sentimientos propios o extraños, como así también algunas otras, reflejaron pasiones y controversias populares. Tal el caso de “Bolero”, tango que muestra el enfrentamiento que en ese momento mantenían dos géneros musicales, el tango y el bolero; en tanto en “Bailemos”, describe la angustia que siente una pareja frente al hecho irreversible de la separación. Todas las letras de Yiso encierran, verdaderas pinceladas de la vida. Además de los temas ya mencionados, sus tangos más difundidos fueron “Un infierno”, “Soñemos”, “Cuatro líneas para el cielo”, “Un regalo de reyes “, “El hipo” , “Cómo le digo a la vieja”, “Una carta para Italia”, “Un tango para mi vieja”, “La número cinco”, “El tango es una historia”, “Estas cosas de la vida”, “La mascota del barrio” , “Un tormento” , “El clavelito”, “Susanita” y un “Vals para mamá”. Este tema Yiso lo compuso una noche en que cuidaba a su madre, víctima de una afección circunstancial. En uno de sus versos el autor refleja cual era su estado emocional en ese momento, al decir que ese vals «Surgió una noche de esas que más pensaba en ella». Musicalizaron sus letras, entre otros, Ricardo Tanturi, Francisco Rotundo, Miguel Caló, Anselmo Aieta, el ya citado Enrique Alessio, Pascual Mamone, Santos Lipesker, Arturo Gallucci, Abel Aznar, Edgardo Donato, Roberto Chanel, Alberto Morán, Roberto Rufino y Alberto Podestá, Juan Puey, Roberto Caló, Orestes Cúfaro, Ángel Cabral, Juan Pomati, Juan Manuel Mañueco y Erma Suárez. El 22 de mayo de 1943 se casa con Sara Rainer, con quien tuvo dos hijos: Marta y Ricardo, a los que Yiso nombra en su tango “Un regalo de reyes”. Según cuenta su esposa, el nombre con el cual fuera anotado en el Registro Civil su hijo varón, responde al deseo de la pareja de homenajear al maestro Ricardo Tanturi. Varias de las composiciones de Yiso fueron registradas a nombre de su mujer, tal el caso de “Bien bohemio”, tema que con música de Tití Rossi y Juan Pomati, fue grabado por la orquesta de Francisco Rotundo con la voz de Julio Sosa. ¿Quién no recuerda ese verso que dice: «Estoy en Pampa y la vía como viola en el empeño»? También, con el nombre de Sara Rainer, registró otros tangos, entre ellos: “Ruiseñor de Puente Alsina” y “Pifia”, y con el seudónimo de Rianco, firmó la letra de “No me esperes esta noche”, obra popularizada por la cancionista María Graña. A su vez, compuso diversos valses peruanos, entre otros, “He visto llorar a Dios”, “Errante vagabundo” y “Desagradecida”. Su aporte al tango quedó reflejado en la gran cantidad de composiciones que escribió, sin apartarse nunca de un particular estilo de poeta de barrio. Sus letras resumen emociones y pasiones comunes a la sensibilidad del porteño.