" de chiquilín te miraba de afuera"
domingo, 22 de marzo de 2015
UN BAILARIN MUY PICARO
"EL CACHAFAZ"
Su nombre real era Ovidio José Bianquet, aunque para algunos su nombre era Benito. Aquí entra a tallar don José Gobello y en un artículo da su opinión: «Ese fue un apodo que ganó de chico y por una confusión. Vivía en la calle La Rioja en el barrio de Balvanera sur cuando a la seccional de policía denunciaron que alguien había roto un vidrio de un negocio de una pedrada. Lo acusan y se llega hasta su casa, la madre, una cordobesa, no lo puede creer y ante el policía sólo atina a exclamar: «No puede ser si él es buenito, es buenito».
«La autoridad entendió Benito y así pasó el informe, Benito Bianquet». (Ver nota Los bailarines famosos..., donde hay otra opinión)
¿Y por qué El Cachafaz? Según Gobello, nuevamente, que de muchacho fue atropellador con las mujeres y supo propasarse algunas veces. Una de ellas se quejó ante su padre y dicen que exclamó furioso: «¡Mi hijo es un cachafaz!» Los muchachos del barrio o todos los que fueran hicieron el resto.
Había nacido el 14 de febrero de 1885 en la esquina de Boedo e Independencia, hoy barrio de Boedo.
En 1911 viajó a los Estados Unidos y de regreso en 1913 instaló una academia de baile.
Entre 1910 y 1929 tuvo de compañeras, en el amor y en el baile, a Emma Bóveda y Elsa O'Connor, más tarde destacada actriz dramática del teatro y del cine. Luego Isabel San Miguel y desde 1933 exclusivamente como compañera de danza a Carmencita Calderón.
En 1919 anduvo por París, dicen que para actuar en el mítico El Garrón, donde se hacía conocer el músico argentino Manuel Pizarro junto a sus hermanos, pero el modo de vida europeo y él no iban de acuerdo y por tal motivo regresó.
Dice Gobello que dio lecciones de baile muy bien pagas a gente de la alta sociedad y termina con una reflexión acertada: «Haya sido realmente el máximo bailarín de tangos o no lo haya sido, por tal se lo tendrá siempre».
Falleció al fin de una actuación en la ciudad de Mar del Plata el 7 de febrero de 1942.
Reportaje de la periodista Irene Amuchástegui a Carmen Calderón al cumplirse 55 años de la muerte de El Cachafaz. Diario Clarín, Buenos Aires, 7 de febrero de 1997.
«Tenía un don especial —cuenta Carmencita— elegancia y un compás único. Fue un gran creador de pasos, pero también tenía muchos «cortes» (figuras) en común con José Giambuzzi, El Tarila.
«Don Benito los hacía impecables, sin encorvarse y con una delicadeza que le quitaba lo soez al tango, al baile. Porque hay que decir que el tango, a veces, es un poquitín bastante asqueroso, hay cortes donde la mujer mete la pierna entre las piernas del hombre.
«Él lo hacía con prestancia. Era el mejor.
«Vestía saco negro y pantalón fantasía (a rayas negras y grises) para el tango con cortes y para el tango de salón vestía de smocking.
«No era buen mozo, era feo como noche oscura y esa cara picada de viruela, pero su forma de ser era suave y simpática. Ahora, cuando se enojaba temblaban todos.
«Nunca uso revólver, de un cachetazo los dejaba dormidos.
«Lo conocí en el Club Sin Rumbo (que aún existe). Fui con mis hermanas menores a quienes crié al morir mi madre.
«Estaba sentada y alguien me insistió para que bailara con un hombre que estaba allí. Supe que era El Tarila, acepté y al terminar la pieza me dijo: «¿Usted aceptaría ser mi compañera y la compañera de El Cachafaz?» Cuando escuché ese nombre me prendí como abrojo.
«Debuté con don Benito en el Cine-teatro San Fernando, tocaba la orquesta de Pedro Maffia, el mejor bandoneonista. Trabajamos mucho para las compañías de revistas de Francisco Canaro. También viajamos, pero allí El Cacha la pasaba mal, extrañaba mucho, porque él era de dormir todas las noches en la casa de la mamá. Además le gustaba llegar todas las tardes a la seis al café de Corrientes y Talcahuano donde ocupaba siempre la misma mesa y recibía a sus amigos, entre ellos Gardel.
«Bailamos la última noche, fue en un local llamado El Rancho Grande, en Mar del Plata. Terminamos de actuar y me fui a un cuarto con la patrona para escuchar por radio un partido de fútbol entre Argentina y Uruguay. De pronto se asomó y me dijo: «Carmencita, la espero después del partido para tomar medio whisky.» —siempre me trató de usted—. Al ratito entró una mujer a los gritos para decir que don Benito estaba tirado en el patio. Cuando lo vi tirado en el suelo pensé que era sólo una caída.
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