" de chiquilín te miraba de afuera"

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cafe de Garcia

viernes, 11 de enero de 2019

"EL TANGO LLEGA A PARÍS"

fue uno de los introductores del tango en París. Habían ido Los Gobbi (Alfredo Eusebio Gobbi y Flora Rodríguez) enviados por la casa Gath y Chaves para realizar grabaciones que se comercializarían en nuestro país. Pronto arribaron Carlos Geroni Flores y Enrique Saborido como bailarín y, tras estos, era el año 1913, aparece el primer conjunto orquestal, sólo un trío con pareja de bailarines. Son Celestino Ferrer (piano), Eduardo Monelos (violín) y Vicente Loduca (bandoneón), sumados a Casimiro Aín y su compañera Martina. Para el sello Pathé registraron ese mismo año 29 discos (58 temas,) bajo distintas denominaciones: Orquesta Típica Loduca, Rondalla Ferrer dirigida por Loduca, Orquesta Loduca, Ferrer, Monelos. Poco después, Vicente se abre del conjunto para viajar a Brasil pues tuvo un ofrecimiento para actuar como prestidigitador, otra pasión suya. Antes del viaje a Francia, en un reportaje se le preguntó cuánto tiempo llevaba practicando el bandoneón. Contestó que seis años y que ya tenía varios tangos compuestos. Según Horacio Ferrer, en su Libro del Tango, consigna una temprana actuación de Loduca a dúo con el guitarrista de Gardel, Guillermo Barbieri y enseguida, era el año 1908, trasciende en un trío junto a Samuel Castriota y Francisco Canaro en el Café Royal de La Boca, Suárez 201, esquina Necochea. Canaro, en su libro autobiográfico, relata esta anécdota que pinta las dificultades que tuvieron los músicos de tango a comienzos del siglo veinte: «Al salir de madrugada de aquel local, una noche, iba junto a su compañero y su mujercita española, que había tenido lo suyo con un sujeto con fama de guapo y además punguista a quien llamaban El Ñato Campana. En eso, se nos aparece revólver en mano exclamando: «—¡Esa mujer es mia!»; a lo que Loduca contestó mientras sacaba su bufoso «—¡Tuya sería!»; y sonaron dos disparos que a nadie hirió. Al día siguiente, comprobé mi sobretodo agujereado y chamuscado a la altura de las piernas». En 1912, se lo ubica en el Café de los Loros, de Corrientes y Medrano, llamado así porque eran habitués los conductores del tranvía Lacroze que vestían uniformes de color verde. Integra un sexteto, con Canaro, Berto, José Fuster (flautista), Vicente Salerno (guitarra), Rodolfo Duclós (contrabajo). Poco antes de emprender el viaje, los tres se hallan tocando en una academia de baile junto a un cuarto integrante, el violinista José Senito. El viaje tuvo el apoyo económico de Alberto López Buchardo. El primer lugar donde actuaron en París fue el cabaret Princesse, de la Rue Fontane nº 6 bis, más adelante, con la llegada de Manuel Pizarro, se convirtió en el famoso El Garrón. Al desatarse la guerra viajaron a Norteamérica donde permanecieron varios meses viviendo no sólo de la música. En 1914, registró para el sello Victor quince grabaciones. Ya de regreso en Buenos Aires, es 1917, llega a nuestro país un técnico de aquel sello con un equipo grabador portátil, con el que realizaba un periplo por toda Sudamérica recogiendo la música de cada país. A continuación la narración de Osvaldo Fresedo (de la charla que con él mantuve) referida a esas circunstancias: «El técnico sólo conocía a Ferrer y a Loduca, como Ferrer se quedó en Francia salió a buscar a Loduca, cuando éste se enteró, apareció por el Royal Pigall, donde estaba tocando. A mí no me conocía, pero sí a Canaro, lo vio y le dijo «—Mirá, yo tengo un asunto, me vienen a ver de la Victor para grabar unos discos, ¿no los podría hacer con ustedes?»; ocurre que en ese momento no tenía orquesta ni nada. Aceptamos.» «Éramos Canaro y Julio Doutry (violines), José Martínez (piano), Ruperto Leopoldo Thompson (contrabajo) y yo, ahora con Loduca (bandoneones).» Grabaron seis temas como orquesta típica Vicente Loduca y con el agregado en la etiqueta de «dos bandoneones Loduca-Fresedo», llegan al disco el resto de ese año y parte de 1918, con 28 títulos más. ¿Una curiosidad? Estando en París, en 1913, grabó su tango “El argentino”, en solo de bandoneón, convirtiéndose cronológicamente en el segundo solo de la historia del tango. El primero le corresponde a Juan Maglio. Ese mismo año, en un reportaje para la revista Sherlok Holmes, le preguntan: «¿Quiénes son los que aquí conocen bien el bandoneón y su música?». «Muy pocos —responde—. En primer lugar está Santa Cruz que hace quince años lo practica continuamente en un café de la calle Santa Fe. Es quizá, el que mejor lo conoce. Berto también lo conoce hace bastante tiempo.» «¿Y con respecto a su música, se escribe en forma especial?». «No, exactamente igual que el piano». Como compositor no dejó una gran producción, y si algunos títulos fueron exitosos, ello ocurrió en la época que se dieron a conocer. Ninguno perduró. Salvo, cuando se habla de tangos prostibularios, se nombra “Sacudime la persiana”, sólo la mención, aunque su conjunto lo registró en 1913. De otras formaciones, solamente Fresedo le grabó el tango “Peligro oculto”, en 1923. Murió en París, en el hospital Bichat.

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