" de chiquilín te miraba de afuera"
miércoles, 28 de noviembre de 2018
"VENECIANO Y TANGUERO"
Francia, Manlio
Violinista y compositor
(29 junio 1902 - 7 mayo 1981)
Nació en la bella Venecia y ha sido considerado el mejor segundo violín de la historia del tango. Al respecto Luis Adolfo Sierra escribió ponderando esta virtud: «Para quienes desconocen el significado de los términos instrumentales podrían suponer que el segundo violín es menos que el primero. Y no es así. El segundo requirió siempre una aptitud distinta al del primero, que tiene, por lo general, la voz cantante. Porque existe incluso, una natural tendencia para desempeñarse como segundo —preferentemente en las orquestas de tangos— por su inventiva en la creación de contracantos y segundas voces a dúo con el primero.»
Y sigue diciendo: «Vale decir, que hay segundos violinistas natos, con más posibilidades de lucimiento interpretativo que los promovidos a primer violín. Y primeros violinistas que si fueran segundos no cumplirían correctamente ese papel».
Y remata subrayando: «Francia es el caso indiscutido de segundo violín, acaso insuperado en el quehacer tanguero por su incuestionable talento en la creación de impecables contracantos, por lo general improvisados en el momento de la grabación, que sobresalen por la brillantez del sonido y la inspirada originalidad de los dibujos melódicos».
En un interesante reportaje realizado por el periodista Norberto Chab, en 1979, Manlio cuenta sobre su formación y trayectoria: «Mi padre era violinista y tenía su orquesta que durante los meses de verano, en Francia, tocaba a lo largo de la Costa Azul: Niza, Biarritz, Montecarlo. Cuando cumplí cinco años me regalaron un violín. Antes del año diez, le propusieron viajar a la Argentina, para presentarse en el Hotel Bristol de Mar del Plata, donde se reunían los apellidos más prominentes de la sociedad porteña durante la temporada estival. Viajó papá y toda la familia. Yo, debí interrumpir mis estudios de música con el maestro Isaac Isaiye.
«Cuando llegó el día del debut nadie esperaba que fuera también el comienzo de la despedida. Ocurrió que nos acompañaba una cantante y bailarina que ilustraba mejor algunos números musicales, pero la pacatería de las damas no lo soportó. Los señores sí, por supuesto. Dejó de actuar la atracción femenina y el acto gustó, pero enseguida retornamos a Francia, aunque cada verano regresábamos a Mar del Plata, en total fueron siete viajes. El último partimos desde el puerto de Marsella y en el viaje nos enteramos que había comenzado la primera guerra mundial. Por ese motivo, nos quedamos en este país.
«En Buenos Aires continué los estudios musicales en el Instituto Santa Cecilia, con su director el maestro Galvani. Recibí el diploma en 1918, entre mis compañeros estaban los hermanos Astor Bolognini, Ennio Bolognini y Remo Bolognini, también Eduardo Armani y otros que tuvieron su buena trayectoria. Mis primeras presentaciones fueron en fiestas y en salones, donde siempre me invitaban para tocar fragmentos de música clásica.
«Hasta que caí en el Café La Armonía de la calle Corrientes 1443, allí pedían tangos que era música tabú en algunos sitios elegantes donde yo había tocado. Fui haciendo amigos y llegué al
Maipú Pigalle donde actué junto a Osvaldo Fresedo y a Enrique Delfino. Luego formé parte del Cuarteto de Maestros con Juan Carlos Cobián, Julio De Caro y Roque Biafore. Después, de nuevo con Fresedo y también con Cobián en el Abdulla Club y con la jazz de Gordon Stretton, ya me gustaba el jazz, anduve también mas adelante con Eleuterio Iribarren.
«En 1925 integré la orquesta de Adolfo Carabelli y además, al mismo tiempo, formé un conjunto con Francisco Pracánico para presentarnos en el restaurante Conte de Mar del Plata. Cuando Pracánico se retiró, quedé yo al frente, esa fue mi única experiencia como director. Nunca más quise serlo porque me acarreaba una serie de problemas. Allí el otro violín era Larrosa, estaba Sinibaldi en contrabajo y los bandoneones eran Grupillo y uno de los hermanos Scarpino.
«Sólo con Delfino, grabamos un disco para Odeón, el tango “Porotita” y un fox trot. Estuve un tiempo en la orquesta de Fresedo que me grabó varios temas míos. Integré un quinteto con Petrucelli donde me hacía el loco, tocaba el banjo y cantaba, me gustaba imitar a Al Jolson. Grabé con la jazz de Carabelli y con De Caro, con el que estuve veinte años, todo lo registrado para los sellos Brunswick y Victor. Fui segundo violín y también me hacía el loco. A Julio le gustaban algunas bromas. Cuando en medio de un tema instrumental aparecía una voz, era yo, por ejemplo en “El buey solo”, soy el que exclama «huella, huella, buey» o en “El monito”, «monito querés café». Otro que intervenía de la misma manera era el negro Leopoldo Thompson.
«En la Victor integré todos los conjuntos, éramos como una mafia, no dejábamos entrar a nadie, resulta que estábamos tan consustanciados que sabiendo como era la estructura musical de una pieza, la leíamos una vez y ya grabábamos.
«Formé parte, por largos años, de la orquesta estable de Radio El Mundo y desde 1945 al 50, me incorporé a la orquesta de Carlos Di Sarli. Un estilo tan opuesto al de De Caro, pero insuperable. Era buen músico y muy exigente. Todo esto sin abandonar el jazz ni la música clásica. Y exactamente, el 20 de junio de 1978, dejé la música».
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