" de chiquilín te miraba de afuera"
domingo, 5 de octubre de 2014
EL CABALLERO DE CAPILLA DEL SEÑOR
Carlos García
Nació en Capilla del Señor (provincia de Buenos Aires) y se crió en el porteño barrio de San Cristóbal y sus primeros estudios fueron con el maestro Mariano Domínguez. Se inició como pianista de cine mudo, algo muy común en los músicos del género. Con el maestro Pedro Rubione estudió armonía, composición, contrapunto, fuga y orquestación, tenía apenas quince años, pero su relación con el profesor duró hasta 1969, es decir cuarenta años.
Integró la orquesta de Firpo entre 1932 y 1938, luego ingresó como pianista del dúo Martínez-Ledesma, que hacían música folclórica argentina y americana.
Entre 1938 y 1945, animó bailes con el conjunto de música internacional Hawaian Serenaders. Con esta formación estuvo cinco meses en el Brasil, en el año 1943, y a su regreso ingresa como empleado en el sello EMI-Odeon. Su tarea consistía en organizar formaciones musicales para los acompañamientos de los artistas que trabajaban con la empresa.
Realizó muchas giras por el interior del país con todas los conjuntos en los que participó. En algunas de ellas acompañando a la cantante Mercedes Simone.
Actuó también en la orquesta de Alberto Castellanos en Radio El Mundo, a mediados de la década del cuarenta.
Entre 1946 y 1960, tuvo como actividad principal la docencia, actuando esporádicamente como pianista solista o acompañando músicos folclóricos.
A partir de 1960, es contratado como asesor musical por Radio Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Ese mismo año comienza a realizar la misma tarea para la empresa EMI-Odeon, hasta el año 1983.
Viajó a Japón en tres oportunidades con orquestas que él armaba en cada ocasión, quedó sorprendido por el comportamiento del público japonés: «Escucha con mucha atención y al finalizar aplaude medidamente cada interpretación. Y al final de la función muestra todo su entusiasmo».
Leyendo una entrevista que le hiciera Salvador Arancio, comprobamos su capacidad docente en el método empleado en sus charlas y conferencias, que él denomina «escuchando tangos»: «Llevo un cassette armado con los mejores arreglos de tango que conozco: De Caro, Salgán, Pichuco, Di Sarli. Después toco algo en el piano y en el medio intercalo frases que, para mí, son sustanciales para completar la explicación. Advierto a la gente que para escuchar hay que estar muy tranquilo y liberado de ruidos, si no, no se escucha lo que realmente se está oyendo y lo que no se apreció en su momento se pierde».
En 1978, participó, junto a Enrique Mario Francini, Leopoldo Federico y Atilio Stampone, en el ciclo Tangos Para el Mundo, auspiciado por la Municipalidad de Buenos Aires. El mismo se realizó en el Teatro Presidente Alvear y en él participaron músicos extranjeros: Don Costa, Billy May, Johnny Mandel y Nelson Ridle. La orquesta tenía cincuenta y cinco músicos.
En su discografía se destaca sus registros con Roberto Grela, del año 1975 y los dos discos de solos de piano editados por el sello Melopea, el primero contiene una serie de grabaciones de la década del sesenta realizadas en el auditorio de Radio Municipal y el segundo registradas en 1991.
Fueron muchos los cantores a los que acompañó en sus grabaciones, como director de orquesta, entre ellos: Héctor Pacheco (1956-1958), Argentino Ledesma (1967-1968), Oscar Alonso (1968), Alberto Marino, Rubén Juárez, Claudio Bergé (1969) y Francisco Llanos (1978) todos para el sello EMI-Odeon. En 1974 vuelve a grabar con Oscar Alonso, esta vez para el sello RCA-Victor.
Ha compuesto muchos temas pero pocos llegaron al disco, su obra más destacada es "Racconto", con letra de Margarita Durán, grabada por Aníbal Troilo, Miguel Caló, Osvaldo Pugliese y el Sexteto Mayor. También "Ayudame Buenos Aires", letra de Francisco Llanos, "Mi estrella azul" y "Al maestro con nostalgia".
Sus reflexiones sobre la vanguardia son muy interesantes: «El creador crea sin darse cuenta, espontáneamente. Pichuco, Di Sarli, De Caro, Salgán y hasta el mismo Piazzolla, crearon su obra y ninguno de ellos se tildó de vanguardista. Lo hacían sin darse cuenta. Ellos muestran lo que descubrieron, lo que saben, lo que les nace y nada más. Esto no es vanguardia sino un testimonio de aquellos que están dotados». Finalmente expresa que, para él: «La vanguardia es un rótulo. Los músicos importantes hicieron su obra porque tenían un fuego sagrado adentro».
Este caballero, murió a los noventa y dos trabajando. Y el haber podido conocerlo fue un honor y un verdadero placer.
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