" de chiquilín te miraba de afuera"
domingo, 5 de enero de 2014
EL HIMNO RIO PLATENSE
La cumparsita
Creada por el músico uruguayo Gerardo Matos Rodríguez. Arreglada (previo a su estreno) por el argentino Roberto Firpo
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La cumparsita es un tango cuya melodía fue creada y escrita entre finales del año 1915 y principios de 1916 por el músico uruguayo Gerardo Matos Rodríguez. Poco después y a pedido de Matos Rodríguez, recibió arreglos musicales de Roberto Firpo quien posteriormente a esto, la tocó junto a su orquesta por primera vez en público.1 Su letra más popular pertenece al argentino Pascual Contursi. Está considerado el tango más difundido a nivel mundial.2
El cantante Carlos Gardel3 y reconocidos directores de orquesta - desde Juan d'Arienzo4 hasta Osvaldo Pugliese5 - agregaron a su repertorio La cumparsita con éxito.
La cumparsita es el himno popular y cultural de Uruguay, a partir de una ley aprobada en 1998 por el Poder Legislativo uruguayo.6
La cumparsita fue creada inicialmente como una marcha, compuesta por el joven estudiante de arquitectura Gerardo Matos Rodríguez - desconociéndose con precisión la fecha de su autoría, que se estima entre finales de 1915 y comienzos de 1916 - para la comparsa de carnaval formada por la Federación de Estudiantes del Uruguay, precisamente para utilizarla en los festejos que estaban prontos a realizarse. Fue estrenada - en su primera oportunidad - por Roberto Firpo en el café La Giralda de Montevideo en el año 1916.
Rosario Infantozzi Durán pone en boca de su tío Matos Rodríguez, estas palabras:
«Creo que nunca pude hacer otro tango igual... Más adelante compuse otros tangos y otras músicas, algunos quizás mejores que el primero. Pero éste (La cumparsita) encierra un mundo de ilusiones y de tristezas, de sueños y de nostalgias que sólo se viven a los veinte años. Fue un momento mágico. Y mágico fue su destino. ¡Cuántos misterios en torno a él, cuántos pleitos! Ríos de tinta y kilómetros de papel se ha utilizado para enaltecerlo o hacerlo pedazos» (del libro Yo, Matos Rodríguez, el de “La cumparsita”, de Rosario Infantozzi Durán).
Aunque es materia de debate en cuanto al año, en 1916 Firpo estrenó en el café La Giralda de Montevideo La cumparsita, y realizó la grabación más antigua del tema (Odeón 483). Firpo sostuvo siempre que él le incluyó al tema original, que le presentó Matos Rodríguez, una parte de sus tangos La gaucha Manuela y Curda completa, y un tramo de la ópera Miserere de Giuseppe Verdi, y que le propuso firmarla conjuntamente, a lo que Matos se opuso.7
Firpo relató ese momento histórico del siguiente modo:
En 1916 yo actuaba en el café La Giralda de Montevideo, cuando un día llegó un señor acompañado de unos quince muchachos - todos estudiantes - para decirme que traían una marchita y querían que yo la arreglara porque pensaban que allí había un tango. La querían para la noche, porque la necesitaba un muchacho llamado Matos Rodríguez. En la partitura en dos por cuatro aparecía un poco la primera parte y en la segunda no había nada. Conseguí un piano y recordé dos tangos míos compuestos en 1906 que no habían tenido ningún éxito: "La gaucha Manuela" y "Curda completa". Y le puse un poco de cada uno. A la noche lo toqué con "Bachicha" Deambroggio y "Tito" Roccatagliatta. Fue una apoteosis. A Matos Rodríguez lo pasearon en andas. Pero el tango se olvidó, su gran éxito comenzó cuando le adosaron la letra de Enrique Maroni y Pascual Contursi.8
Partitura de La Cumparsita.
Hasta 1924 La cumparsita fue un tango instrumental "totalmente olvidado" según el juicio de Juan Carlos Marambio Catán. Precisamente, por carecer de letra, no era ejecutado por las orquestas de entonces, que acompañaban el auge del llamado tango-canción (cuyo máximo exponente fuera Carlos Gardel). Matos, por su parte, había vendido los derechos a la firma Breyer Hnos., representante de la Casa Ricordi en Argentina.
El 6 de junio de 1924, la compañía de Leopoldo Simari estrenó en el viejo teatro Apolo una obrita de Pascual Contursi y Maroni titulada Un programa de cabaret. Para esos años no había obras teatrales de cuño popular que no incluyeran el estreno de uno o dos tangos para asegurarse el éxito con el público. En el cuadro segundo de esa obra, el cantor Juan Ferrari cantó por primera vez los versos compuestos por ambos autores sobre la música de La cumparsita: “Si supieras / que aún dentro de mi alma...”.
La pieza estuvo muy poco tiempo en cartel porque ni este nuevo tango ni la amarga sátira de La mina del Ford en la voz de la actriz Luisa Morotti lograron salvar su mediocridad. Sin embargo el nuevo tango tuvo un éxito inesperado. Carlos Gardel, rioplatense por antonomasia, comenzó a cantarlo ese mismo año y lo grabó para Odeón con las guitarras de Ricardo y Barbieri. De ahí en más fueron redescubiertos sus valores musicales y, como dijera Víctor Soliño, «La cumparsita comenzó a escalar los pocos escaños que le faltaban recorrer para situarse en la cumbre de la gloria».
Matos supo en París — por boca de Canaro — de estas novedades acerca de su tango. Recurrió al auxilio del Dr. Calatayud, un joven abogado uruguayo, que llevó adelante las acciones legales para deshacer la venta de los derechos a Breyer Hnos. y prohibir que se tocara La cumparsita con letras o verso que no fueran los que el mismo Matos había firmado como de su autoría: “La cumparsa / de miserias sin fin desfila...”. Esta letra, que fue depositada en la Biblioteca Nacional el 9 de noviembre de 1926, fue llevada al disco por el cantor Roberto Díaz con la orquesta Los Provincianos, aunque no es la más difundida.
Muerto Pascual Contursi el 16 de marzo de 1932, Hilda Briano (su viuda) y Enrique P. Maroni (su compañero) iniciaron acciones legales por daños y perjuicios contra Matos Rodríguez por reconocimiento de derechos como coautores de la obra en cuestión. Fue un larguísimo pleito que se resolvió cuando también Matos había muerto. El 10 de septiembre de 1948 Francisco Canaro emitió su laudo arbitral al que se habían sometido finalmente las partes, quedando zanjadas las cuestiones referentes a los porcentajes por derechos de ejecución, fotomecánicos, y de inclusión en películas. Gracias a dicho laudo, los beneficios que este tango genera se reparten en un 80% para los herederos del uruguayo Matos y el 20% restante para los herederos de los argentinos Contursi y Maroni. El mismo dictamen también resolvió que quienes quieran registrar futuras ediciones de La cumparsita podrán hacerlo empleando sólo alguna de las dos letras referidas, prohibiéndose la utilización de cualquier otra letra.9 Esta última previsión del laudo arbitral responde al hecho de que este tango tiene al menos otras dos letras y quizás una tercera, que se presumen escritas con la intención de ser adosadas a la música del Becho.
La letra más antigua pertenece a Alejandro del Campo, un cofrade de la Federación de Estudiantes del Uruguay en la que militaba Matos Rodríguez al tiempo de componer su tango. Fue publicada por la revista El Alma que Canta en 1926 y se sospecha que es la primera letra escrita para La cumparsita por encargo del autor, ante la morosidad de Víctor Soliño (a quien le habría hecho originalmente el encargo).
También 'El Alma que Canta publicó el 19 de noviembre de 1957 una nota de Antonio Cantó titulada “La historia del tango”, en la que transcribe unos apuntes de Nicolás Olivari sobre La cumparsita. Olivari hace mención de “la primera letra que se escribió” para este tango, obra del poeta y hombre de teatro Augusto Mario Delfino.
Ni una ni otra letra tuvieron éxito ni fueron cantadas o llevadas al disco por intérprete alguno. Ambas se refieren a una comparsa carnavalera con versos evocativos de los días de la juventud. En realidad todas las letras conocidas transitan lugares comunes y ripiosos.
La quinta letra está escrita en inglés. Es obra de Oiga Paul y fue publicada — según datos de Roberto Selles — en 1937 por la casa editora Edward B. Marks Music Corporation de Nueva York bajo el título de The Masked One (la enmascarada). Dice Selles que en la partitura consta también el título original de Matos Rodríguez. La letra repite el mismo argumento de Siga el corso de Anselmo Aieta y García Jiménez.
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