" de chiquilín te miraba de afuera"

" de chiquilín te miraba de afuera"
cafe de Garcia

domingo, 13 de octubre de 2013

LA PULPERA DE SANTA LUCIA

En la época en que creaban y publicaban sus composiciones, entre fines de la década de 1920 y comienzos de la de 1930, Blomberg y Maciel eran presentados como "precursores de la canción histórica de la República", debido a que la mayoría de las letras se refieren a acontecimientos y personajes de la época en que don Juan Manuel de Rosas gobernaba la provincia de Buenos Aires y era el Canciller de la Confederación Argentina. Así como la Iglesia Católica, cuya religión era profesada por la mayoría de la población, era la encargada de registrar nacimientos, bodas y defunciones hasta la creación del Registro Civil, también las jurisdicciones en que se dividían las ciudades principales para su mejor administración eran delimitadas por el área que abarcaban sus parroquias. Como puede comprobarse en el mapa de la Capital Federal, numerosos barrios conservan todavía el nombre de las parroquias en torno de cuyos templos tuvieron origen. En base a estas denominaciones, Blomberg concibió una serie de hermosas historias relacionadas con mujeres –reales o no– que habrían vivido en esas parroquias. Tales una hermosa niña de quince años cumplidos en 1840: "Cumplió quince años la primavera del año rojo de la ciudad"; una artesana que llevó tal vez sus bordados a la quinta de San Benito de Palermo: "Fue la bordadora del viejo San Telmo la que vino al patio del Restaurador"; una ejecutante de guitarra de un barrio contiguo a la plaza de Mayo: "Guitarrera, guardé tu guitarra, porque nadie sus cuerdas jamás pulsará como tú las pulsabas, en las noches de San Nicolás", o la célebre rubia de ojos celestes que cantaba como una calandria: "la pulpera de Santa Lucía". La parroquia de Santa Lucía está en el barrio porteño de Barracas, y fue creada a partir de un oratorio que ya existía en el siglo XVIII. En cercanías del templo actual, en la esquina de la avenida Caseros y Martín García, había una pulpería en la que vivía Dionisia Miranda, quien sería la inspiradora de los versos de Hector Pedro Blomberg. Por otra parte, corresponde señalar la escasa importancia que tiene para el hecho artístico –es decir, universal en tanto que tal– el intento de ir en estos casos más allá de lo anecdótico. Abocarse a la búsqueda de datos que trascienden el contexto histórico de una obra de arte, –significativo en la medida en que puede contribuir a su valoración y comprensión– para perseguir inciertos testimonios, es un despropósito que se asemeja a la pugna de tantas damas por reivindicarse a sí mismas como la Malena del tango de Manzi: Tanto "Malena" como "María" son la mujer que, desde su propia vivencia real o soñada, imagina cada uno de quienes escuchan esos tangos magistrales. La referencia a la propia subjetividad no excluye por supuesto la contemplación admirativa de esas obras considerándolas como fuente de un elevado placer estético, al margen de circunstancias reales y de connotaciones personales. Aunque en algunos casos es posible precisar nombres, personajes o lugares concretos, se trata en realidad de arquetipos, por lo que resulta discutible el empeño de presuntos "investigadores" por averiguar, por ejemplo, el apellido de quien Cátulo Castillo dijo: "acaso te llamabas solamente María". (Por lo demás, ante la pregunta de un periodista bahiense, el autor le respondió que la protagonista de ese tango en realidad se llamaba Laura.) La pulpera de Santa Lucía puede ser, por lo tanto, cualquier mujer que haya atendido una pulpería en alguna parroquia de cualquier pueblo o ciudad, del mismo modo que el payador mazorquero pudo ser cualquier miembro o mero simpatizante de la Sociedad Popular Restauradora que haya despuntado su afición por la payada en alguna pulpería. La historia transcurre "cuando el año cuarenta moría", el decir, a fines de uno de los años de represión política más sangrienta, 1840. Este verso fue adoptado por el habla popular, como ha sucedido con otras frases de canciones, para indicar un acontecimiento sucedido hace muchísimo tiempo: "¡Eso fue cuando el año cuarenta moría!", solía decirse. Incluso esa expresión se fue alterando, hasta convertirse en la frase sin sentido "cuando el año cuarenta María". (En "Dos tangos burreros que cantó Gardel" se mencionan frases similares empleadas en la conversación familiar, que han sido tomadas de la popular letra del tango "Palermo") Con respecto a la letra de este precioso vals canción, cabe señalar que –como suele suceder– algún copista, razonando con lógica abstracta pero sin sentido poético, cambió un par de palabras en el primer verso de la sexta estrofa: "No volvieron los trompas de Rosas", es una bella imagen que alude a los soldados-músicos que tocaban ese instrumento, utilizado para impartir órdenes en el campo de batalla. En la mayoría de los textos ha sido modificado por "No volvieron las tropas de Rosas", que no es una imagen sino un concepto abstracto –algo totalmente alejado del lenguaje poético–. Transcribo por último la letra de "La pulpera de Santa Lucía" tal como aparece en la partitura original y como la cantó Ignacio Corsini. Cabe mencionar que el trío de guitarras que lo acompañó en "La pulpera de Santa Lucía" y demás canciones de Blomberg, estaba integrado por el propio Enrique Maciel, Eduardo Pagés y Rosendo Pesoa. (El apellido del segundo guitarrista suele aparecer como "Pagez", con "z" –y por consiguiente sin acento–, pero en el museo de la Academia Nacional del Tango, ubicado en la planta alta del ya centenario "Café Tortoni" –Avda. de Mayo 825–, encontré una fotografía del trío, autografiada, y la firma correspondiente dice "Pagés", con "s" y acento ortográfico.). La pulpera de Santa Lucía Era rubia y sus ojos celestes reflejaban la gloria del día y cantaba como una calandria la pulpera de Santa Lucía. Era flor de la vieja parroquia ¿quién fue el gaucho que no la quería? Los soldados de cuatro cuarteles suspiraban en la pulpería. Le cantó el payador mazorquero con un dulce gemir de vihuelas. En la reja que olía a jazmines en el patio que olía a diamelas: "Con el alma te quiero, pulpera y algún día tendrás que ser mía", mientras llenan las noches del barrio las guitarras de Santa Lucía. La llevó un payador de Lavalle cuando el año cuarenta moría; ya no alumbran sus ojos celestes la parroquia de Santa Lucía. No volvieron los trompas de Rosas a cantarle vidalas y cielos; en la reja de la pulpería los jazmines lloraban de celos. Y volvió el payador mazorquero a cantar en el patio vacío la doliente y postrer serenata que llevábase el viento del río : "¿Dónde estás con tus ojos celestes oh pulpera que no fuiste mía? ¡Cómo lloran por ti las guitarras, las guitarras de Santa Lucía!".

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