" de chiquilín te miraba de afuera"

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cafe de Garcia

miércoles, 6 de junio de 2018

"DEL GHETTO A LA MILONGA"

los Sucher, familia de clase media acomodada y cierto refinamiento, vinieron de Odessa en 1901. Bernardo Mendel, tercero de cuatro hermanos, nació en Rosario el 31 de enero de 1913, y pronto se convirtió en Manuel o Manolo. Su madre, Berta Schupper, se vanagloriaba de su título ruso de bachiller, nada frecuente entonces para una mujer. Era además hija de una obstetra, que inmigró con ellos y siguió ejerciendo su profesión en la Argentina. Pero David Sucher, su yerno, sólo era un comerciante próspero. A los quince años, con pantalones largos prestados, Manolo se escapaba al oscurecer por el balcón para acompañar en piano las películas mudas en un cine de la calle Córdoba, en Rosario. Aunque estudiaba violín y parecía destinado a concertista de ese instrumento, había aprendido piano viendo tocar en la sala a sus hermanas María y Rosa. En 1930 formó un conjunto con el bandoneonista Félix Lipesker. Cuando partió furtivamente hacia Buenos Aires en 1932 dejó su carta de despedida en el estuche vacío del violín, porque a éste lo había empeñado para costearse la aventura. Su hermana María (o Mary, como le decían) ya vivía en la capital desde 1929 y lo alojó en su casa. De Rosario venía como pianista acompañante de Fanny Loy, bailarina que había resuelto convertirse en cancionista y logró actuar en radio Belgrano. Sucher se integró luego a la orquesta del bandoneonista y gran compositor Anselmo Aieta, que actuaba en el teatro Nacional, y más tarde a la del violinista Antonio Arcieri, llamada Los Matreros. También intervino a mediados de los '40 en la orquesta de «La Mujer Tango», Ebe Bedrune. Paulatinamente se dedicó a secundar cantantes, como fue el caso de la consagrada Carmen Del Moral. Se le llegó a reconocer una especial habilidad en ese complicado oficio. Fue por este prestigio que Ricardo Tanturi le encargó en 1943 la selección de un cantor para suceder al independizado Alberto Castillo. La elección final fue entre Armando Laborde, que grabó en acetato “Margarita Gauthier”, y Enrique Campos, que registró de igual forma “Percal”. Es sabido que Tanturi prefirió a Campos y no tuvo que arrepentirse. El último intento orquestal de Sucher fue el rubro que formó con el cantor Mario Landi. Ese mismo conjunto acompañó en 1948 a Horacio Deval. Pero el talante desordenado de Manolo sufría bajo la disciplina obligada del músico de orquesta. Sucher se había iniciado como compositor con “Como el hornero”, cuya letra surgió de la inspiración de un peluquero uruguayo, José Rótulo. Ese tango quedó grabado por Ángel D'Agostino con Ángel Vargas y por Pedro Laurenz con Alberto Podestá. En 1946 escribió “En carne propia”, probablemente el mejor de sus tangos, con el letrista Carlos Bahr, llevado al disco por Aníbal Troilo con Alberto Marino y por María de la Fuente. el mismo binomio había concebido en 1944 “Nada más que un corazón”, grabado por Osvaldo Pugliese con Roberto Chanel y por Troilo con Marino. También escribieron “Seis días”, grabado en 1945 por Fiorentino con Astor Piazzolla y por Miguel Caló con la voz de Raúl Iriarte. Del resto de su producción pueden rescatar “Dónde estás” y “Noche de locura”, también con Bahr, tango éste que aportó lo suyo a la enfatización sensual de los primeros años '50, permitiendo versiones tan valiosas como la de Charlo o la de Ángel Vargas, además de la de Miguel Caló con Alberto Podestá en 1954. Con “Prohibido”, pese a su escaso valor musical y a la pobre letra de Bahr, logró fabricarse un éxito, lo que también sucedió, aunque en menor medida, con “Precio”. La inclinación comercial se afianzó con “Muriéndome de amor”, entre otros tangos por el estilo, que en realidad contribuyeron al eclipse del género. En la misma línea se inscribió “Qué me importa tu pasado”, con insufrible letra de Roberto Giménez y que Sucher firmó con el seudónimo Retama. Con Tita Merello escribió “Decime, Dios, dónde estás”. Con Zelmar Gueñol, “Señor de la amargura”, dedicado a Discepolín. Sucher era un autor de oficio, de ésos que andaban por los cafés a la búsqueda de los cantores, a cuya mesa se sentaban para susurrarles: «Tengo un tango que es justo para vos», y ahí mismo se lo cantaban y le daban la pieza. Después interesaban al director de la orquesta. Rara vez escribió tangos instrumentales, pero una valiosa excepción es “Para el recuerdo (A Fiore)”, grabado por Carlos Figari en 1959. Manolo era, como cuadra, muy devoto de su madre. Quería que todo el mundo la conociera, y así desfilaron por la casa de ella desde Hugo Del Carril a Alejandro Romay, pasando por Ranko Fujisawa. Por halagarla había incluso cumplido durante años con el complejo rito de la filacteria. Pero lo que más le gustaba era la noche, la diversión, la vida mundana. Vestía con cuidada elegancia y lucía relojes y anillos. Su carácter enérgico no le ahorró encontrones, como aquel altercado que protagonizó con Juan DArienzo en el ringside mismo del Luna Park. En su departamento de la calle Güemes 3778 se reunía a cenar todo un grupo de amigos. Había derribado una pared para agrandar la cocina y poder acogerlos a todos. La heladera se la regalaron, pero en el lugar de la marca habían puesto Prohibido, como una advertencia contra sus excesos. El nombre de ese tango también figura en la lápida de su tumba en el cementerio judío de La Tablada. Pero toda barrera a su búsqueda del placer resultaba, inútil: el 5 de abril de 1971, cuando contaba 58 años, murió a consecuencia de un infarto, sufrido tras una comida abundante y una escaramuza sexual. Amante consumado, soltero inclaudicable, logró convertir su velorio en una interminable peregrinación de mujeres.
Extraído del libro Tango judío. Del ghetto a la milonga, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1998.

"EL GRAN PACIFICO"

Pacífico Lambertucci Nombre real: Lambertucci, Pacífico Víctor Seudónimo/s: Jacinto Lucero Baterista, guitarrista, pianista y compositor (7 mayo 1891 - 16 julio 1976) Lugar de nacimiento: Buenos Aires Argentina En sus comienzos ejecutaba una guitarra de once cuerdas en el trío del bandoneonista Ricardo Brignolo, que completaba el violinista Enrique Modesto. Participó en pequeñas formaciones con Adolfo Pérez (Pocholo) y el bandoneonista Luis Bossi (Luiggin). Tuvo un prolongado suceso con la orquesta del violinista y compositor Carlos Minotti, que actuaba en el café La Paloma, en la esquina de Maldonado (hoy Juan B. Justo) y Santa Fe. Cuando sobrevino la decadencia de la guitarra en las orquestas típicas, se convirtió en pianista y condujo diversas agrupaciones que animaron bailes, realizando giras por el interior del país hasta 1935, año en que abandonó la actividad profesional. Pero su mayor ahínco lo puso en la composición que fue prolífica y de la que podemos destacar el tango "Carne de cabaret", que con letra de Luis Roldán le grabó Carlos Gardel y también Roberto Firpo en forma instrumental. Alfredo De Angelis llevó al disco tres de sus páginas: los tangos "Amarrete", instrumental, "En la noche de tus ojos", con letra de Francisco García Jiménez y la voz de Carlos Dante y con el mismo cantor, el vals "Pampa y cielo", donde la letra también es de Lambertucci. Hay además, una versión de Francisco Canaro con Guillermo Rico -en aquel entonces, Guillermo Coral- de "En la noche de tus ojos", bastante difícil de conseguir. Su vals "Mariposa", lo grabó Enrique Rodríguez con su cantor Armando Moreno. Es el autor de la letra del tango "En voz baja", de Luis Bossi, del cual conocemos una versión por Susana Rinaldi. Asimismo, fue empresario y tuvo su propia editorial musical en la década del cuarenta. Entre el resto de sus obras podemos mencionar los tangos: "Alma criolla", "Arolas", "Buena suerte", "Cinco y cinco", "El espectro", "El flechazo", "En la noche de mi vida", "La costurerita", "La historia de siempre", "Llorando mis penas", "Martirios", "Viejo farolito", con versos de su hijo Roberto Lambertucci, registrado por Osvaldo Fresedo con Ricardo Ruiz, "Viejo taller" y "Nelly", dedicado a la actriz Camila Quiroga.