" de chiquilín te miraba de afuera"
viernes, 26 de agosto de 2016
viernes, 12 de agosto de 2016
"EL CIEGUITO ASPIAZÚ"
Aspiazú, Bernardino Eusebio Guitarrista y violinista
(20 mayo 1865 - 15 noviembre 1945)
El 9 de julio de 1879, vivía con su madre, en el entonces pueblo de Flores, cuando decidió asistir a los festejos que por la fecha patria se realizaban en la Plaza del Congreso, donde abundaban los fuegos de artificio y las bombas de estruendo. Como muchachito curioso, se acercó demasiado a los elementos pirotécnicos y la desgracia se ensañó con él. Una de las bombas explotó dentro del mortero que las lanzaba y un fogonazo le dio en el rostro. Las lesiones le produjeron una irreversible ceguera.
El fin del siglo XIX lo tiene actuando junto a Luis Teisseire, Carlos Hernani Macchi y el violinista Julián Urdapilleta. Recordaba que por los años 90 en lo de Hansen no se conocía el tango, allí sólo se ejecutaban canzonetas y trozos de ópera. Recibiendo el doble de paga se incorporan a este local dejando el Kiosco, y allí ellos introducen el tango.
Por entonces, se produce un grave incidente en el cual está presente. Es posible un fallo de su memoria pues ya habían transcurrido más de 40 años, él afirmaba que se produjo en Hansen, pero el parte policial informó que fue en el Kiosco, el 22 de diciembre de 1901. En ese lugar, el habitual concurrente Juan Carlos Argerich le propinó un botellazo a José Traverso (Cielito) y, luego de una batahola, se apagaron las luces, sonó un disparó y el muchacho fue muerto. Según Aspiazú, escuchó que Argerich, un niño bien, le pidió a Roque Rinaldi que tocaran “La tirana”, pues quería bailarlo, el músico respondió que no lo sabían, ese tema lo hacía Genaro Vázquez.
«—El que no toca “La tirana” no puede ser buen músico», agregó el joven.
«—Son músicos y de los buenos», terció Traverso. A partir de allí, la pelea. Muchos fueron presos, los músicos durante ocho días, Traverso recibió una condena por diez años, que pasados dos fue conmutada y convertida en destierro, por lo que tuvo que marcharse a Uruguay. «De regreso pasamos al Tambito —recordaba— y allí se trabajaba sólo en el verano, en el invierno salíamos a la campaña».
En este ir y venir por los tradicionales lugares aledaños al bosque de Palermo, conoce a Ernesto Ponzio, a Juan Carlos Bazán, a Enrique Saborido, a Alcides Palavecino y a Roberto Firpo. Este último, con no más de 13 años, ya había compuesto el tango “Don Alberto [d]”.
También actuó en los quilombos de San Fernando y otra vez en el Kiosco hasta 1910, cuando fue demolido. «Ramos Mejía fue un profeta, en 1883 me dijo: “Te aseguro que el bandoneón va a llegar al Colón”. Se refería al viejo teatro inaugurado el 25 de abril de 1857 y demolido en 1888. En el Kiosco nos vino a ver un señor que nos invitó a su casa. Poseía un aparato novedoso, el fonógrafo, que permitía escuchar cilindros. Con Miguel Logiovine, Genaro Vázquez y Valentín Sánchez grabamos unas cuantas piezas».
En 1913, fallece su esposa y abandona parcialmente la música para dedicarse al cuidado de sus hijos, aunque debe mantenerse y para ello, durante varios años, se presenta en ciudades del interior, de modo especial se cita la parrilla de Giandulia, de la ciudad de Rosario, conocida como La Carmelita. Pero cuando Ernesto Ponzio, que estaba preso, sale de la cárcel en 1928 y se une al Gordo Bazán, allí está nuevamente, frente a un público más numeroso y entendido. Hasta alrededor de 1933 permanecieron unidos.
En 1932, integra una orquesta en el Teatro Nacional, para la obra El tango porteño, de Pascual Carcavallo.
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